Una sombra Illuminati sobre Erks

Una sombra Illuminati sobre Erks

Algún rastro de estos, nuestros viejos conocidos, tenía que haber si es que el lugar tiene las prebendas que se les supone. Y lo encontramos. Tiene que ver con la muerte de Ángel Cristo Acoglanis, autoproclamado “guardián de las puertas de Erks”.

Sin duda uno de los atractivos más poderosos  de  tanta búsqueda espiritualista es la leyenda de la existencia de una ciudad subterránea, conocida con el nombre de “Erks”. Supuestamente extraterrestre, con los años ha mudado de ser una “base” de OVNIs, física y tridimensional, a pretendidamente astral o etérea (seguramente, a consecuencia que no se la ha podido ubicar pese a los infinitos intentos en ese sentido). Sobre su esotérico nombre poco y nada se había dicho hasta que Dante Franch, un comerciante porteño radicado en el lugar y mentor de un exitoso grupo mesiánico, explicó que son las iniciales de “Encuentro de Remanentes Kósmicos Siderales”, lo que lleva a alegrarse por la difusión que el idioma español ha tenido allende el Universo dado que por lo visto, hasta los extraterrestres lo emplean…

Hay toda una “movida” intensa de lugareños que cooptan el interés por el cual algunos ingenuos llegan a Capilla del Monte, llevándoles, en noches cerradas, a un punto sobre un camino vecinal más allá de la citada Ongamira, llamado “Puertas del Cielo” donde –les dicen- al entonar ciertos “mantrams” en una lengua cósmica llamada “iridrin”, aparece la ciudad de Erks. Y allá van, ateridos de frío aún en pleno invierno, a subir a un montículo y comenzar a cantar en esa lengua mientras en la lejanía comienzan  a verse las luces, alineadas, algunas movedizas, otra formando cuadrículas, de lo que les dicen a los turistas que es Erks…. Y en realidad son las luces de automóviles que se desplazan por rutas así como las propias de localidades como La Caroya y Deán Funes, ya que en la oscuridad es indistinguible la diferencia entre el cielo y la tierra y el turista, claro, no regresa al otro día pero a plena luz para comparar, mapa en mano, sus visiones de la noche anterior con la ruda geografía. Mejor llevarse la creencia que sí, que efectivamente apareciò Erks, para envidia de propios y extraños. Y fue Acoglanis, quien comenzó con esta “rutina” de reunir grupos por las noches, cantar mantrams y hablarles de la mitología de Erks. Claro que, si para un servidor lo de Erks es absoluta mitología, no lo es la posibilidad, avalada por algunas personas críticas y confiables que le conocieron, que dicen que Acoglanis sabía que en la zona se abrían un “portal” bajo ciertas circunstancias y que el relato de Erks era sólo un “relato” para bajar al común de los mortales un conocimiento que debía darse progresivamente.

Hay un dato puntual que todo buscador de Erks debe saber (y ladinamente se le suele ocultar): Acoglanis no “abría” el portal de Erks en “Puertas del Cielo”, donde los operadores turísticos llevan a la gente de buena fe por las noches. Lo hacía en Los Terrones, en tiempos en que su amistad con la familia propietaria de ese extenso paraje (y la discreción de pocos visitantes) permitía por las noches ascender a un punto dificultoso y maravilloso para realizar sus prácticas. Cuando Acoglanis fallece, los dueños del lugar prohíben no solamente el ingreso nocturno sino esas prácticas y ciertos explotadores de la credulidad ajena, entonces, no tuvieron más remedio que “mudar” de lugar su negocio. Así, llevaron desde entonces a la gente a un lugar (el citado “Puertas del Cielo” de acceso libre en cualquier horario).

Ángel Cristo Acoglanis

Otros sostienen que no fue Acoglanis sino sus adláteres quienes sostuvieron la historia de Erks, y que el osteópata griego simplemente contactaba con entidades inteligentes no humanas en ese paraje. Yo en lo personal creo que la historia de la “ciudad de Erks” y los recorridos turísticos para contactar con ella son la bastardización de un conocimiento hermético mucho más profundo de contacto con otras realidades, y que Acoglanis quizás pensaba develar. Y eso molestó a algunos poderes en las Sombras. Quizás, Illuminati. Me pregunto si Guillermo Terrera[1], famoso filonazi metido a antropólogo y gestor de una paranoia fascista en la región donde los extraterrestres se mezclan con dioses indígenas, Templarios y triángulos cósmicos, y amigo durante un tiempo con Acoglanis –hasta que las relaciones, por cuestiones nunca aclaradas, se enfriaron e incluso se volvieron hostiles- no tendrá alguna relación. Diré algo apenas en un tono un poco más alto que un susurro literario: sospecho que muchos de estos grupos, desde neonazis hasta “espiritualistas” son, ingeniería social mediante, colaboradores indirectos, inconscientes e involuntarios al servicio de los intereses Illuminati, tan hábiles para manipular voluntades y consciencias.

Se hace difícil dar nombres y apellidos de Illuminati, operantes sea en Capilla del Monte o en cualquier otro lugar. Pero no es tan difícil hacerlo con los de sus CEO (Chief Executive Officers, simples Gerentes operativos). Uno, Munzer Al Kassar. Su accionar en Argentina es más que conocido, y fue brazo operativo de una estrategia Illuminati que consiste en forzar a la gente a gritar “¡al ladrón!” mientras persiguen a un caco menor, a la vez que de guante blanco se viola una bóveda bancaria.

En los últimos años, los Illuminati operan también tras la cobertura del fundamentalismo islámico, para generar el clima tanto material como espiritual propenso a sus actividades. Que de esto ya hemos hablado en otros artículos. El beneficio material es el dinero y el poder geopolítico. El espiritual, el miedo, la angustia, la desesperación de millones, alimento de las verdaderas Fuerzas en las Sombras.

Monzer Al Kassar

Monzer Al Kassar, desde Argentina, gestionaba la compra de armas brasileras y su reventa a Irán, mientras su hermano Gazzan, con aceitadísimas relaciones con Saddam Hussein, hacía lo propio con Irak.

Los negocios e intercesiones de Al Kassar continuaron en alza. Sus intentos en tierras argentinas no decayeron. Cuando en 1987 la investigación de la revista española “Tiempo” y las denuncias del ex legislador comunista Ramón Tamanes obligaron al gobierno español a expulsarlo sólo por tres años, Al Kassar disponía de un pasaporte argentino y dos lujosos departamentos en los barrios porteños de Belgrano y Palermo. Algunos años antes, en plena Guerra de Malvinas, la CIA detectó y desactivó media docena de operaciones negras de compra y venta de armas que tenían como destino final Argentina. La Armada clamaba por conseguir misiles Exocet pero las presiones de Estados Unidos fueron tan furibundas que el mismo Muammar Kadaffi debió negarse a proveerlos. Al Kassar se movió en Francia con sigilo y hasta existen informes sobre el contacto que un emisario suyo trabó con un marino argentino en París, pero el tiempo jugó en su contra y la guerra terminó antes que pudiera concretarse la operación.

En Argentina, supo ser operadora de Al Kassar Amira Yoma, vinculada familiarmente al por dos veces ex presidente Carlos Saúl Menem. La presencia de Al Kassar en Buenos Aires a mediados de marzo de 1992 aventó la sospecha que podría tener alguna vinculación con el atentado a la Embajada de Israel. Y Amira estaba fuertemente vinculada al Centro Islámico de Buenos Aires, cuyo presidente Mohammed Massud, estaba vinculado comercialmente con el empresario Jorge Antonio (Jorge Antún Sqens, su verdadero nombre). Antonio, precisamente, cuyo hermano, Rubén, asesinara a Ángel Cristo Acoglanis, osteópata griego y supuesto amigo personal, se dice, por haber revelado los “secretos de la ciudad intraterrena de Erks”. Durante una primera visita de Al Kassar a Argentina.

Angel Cristo Acoglanis tenía montado su consultorio de Buenos Aires, en la calle Callao 1541, pleno barrio de la Recoleta. Había cumplido 63 años cuando Rubén Antonio -cuatro años menor- se presentó el 19 de abril de 1989 a las 10.30 de la mañana. La secretaria del galeno, de nombre Tina, declararía en la Justicia que dejó pasar al hermano de Jorge Antonio a sabiendas del vínculo personal que mantenía con Acoglanis.

Repentinamente alcanzó a escuchar los gritos de súplica del médico: “¡No lo hagas, negro, no lo hagas!”. Tina pudo ver como el socio de Acoglanis esgrimía un pistolón en sus manos, y tembloroso disparaba repetidamente contra el médico diciendo, en tono que resultaría hasta de artista de patético vodevil, “¡Muerte a los brujos!”, hasta darle muerte, en medio de un impresionante charco de sangre.

Casi de inmediato y con el rostro fuera de sí -eso dijo Tina-, Rubén Antonio se trasladó a la comisaría 17ª. Allí entregó el arma homicida y dijo ante el oficial de guardia “acabo de matar a un brujo y me siento muy aliviado”. La causa por el homicidio se sustanció en el juzgado penal de la doctora María Servini de Cubría .

Con una increíble celeridad que despertó sospechas por doquier, el juzgado interviniente reunió una junta psiquiátrica que dictaminó un estado de insanía en Rubén Antonio. En lugar de ir a la cárcel, el asesino de Acoglanis fue internado en un instituto psiquiátrico y puesto bajo tratamiento por especialistas. Pocos años después, el juzgado consideró que Rubén Antonio había recuperado sus facultades mentales y le concedió una especie de libertad ambulatoria.

El hijo de Acoglanis era un periodista rosarino que intrigado por el enigmático asesinato de su padre, pidió a algunos colegas porteños que trataran de averiguar los motivos del desdichado desenlace de su amistad con Rubén Antonio. La mitología popular buscaba otras razones: como que fue eliminado por haber relatado “al mundo exterior” historias que debían permanecer en secreto.

Una tarde, los hermanos Antonio se reunieron en un edificio del barrio de Belgrano. Nada se sabe sobre los pormenores de aquel encuentro, pero Jorge Antonio le dijo posteriormente a sus familiares que había quedado impresionado -y angustiado- por los dichos de su hermano.

Instantes después de la reunión, Rubén Antonio se suicidó arrojándose desde la terraza del edificio. El periodista Jorge Bomvaiser que se encontró varias veces con Jorge Antonio para tratar de concluir los motivos del enigmático asesinato, halló siempre la cerrada negativa del empresario para referirse a dicho asunto. Siempre con amabilidad respondía: “Por favor, no me haga hablar de eso…”. Y este “suicidio” ocurre, casualmente, durante otra estancia, más prolongada, de Al Kassar a Argentina.

Hace años y poco antes de morir Antonio, el mismo periodista lo vio caminando del brazo de su mujer a la salida del complejo Village Recoleta. El deterioro físico era evidente en el caminar pausado y sereno del anciano empresario. Cuando quiso hablarle aunque fuera unas palabras, Jorge Antonio lo apartó con un gesto de disgusto. No habló; su expresión en la cara lo dijo todo.

Mientras tanto, en las calles de Capilla del Monte corre otra versión: que Jorge Antonio era el encargado de cobrar “protección” a los nazis refugiados en Argentina por cuenta y orden de Al Kassar, que Acoglanis lo habría descubierto –en razón de su amistad personal con Rubén- y que su asesinato fue encargado por Jorge, “manipulando” a su hermano para inducirlo a ello.

Esto es, tal vez, apenas una tibia introducción a ese “otro lado” del Uritorco[2] y sus eternos misterios que –espero- seguirán perdurando más allá de las oscuridades de toda alma humana.


[1] Guillermo Terrera, gran amigo de Jacques de Mahieu, francés refugiado en Argentina tras la Segunda Guerra Mundial, conocido estudioso de la presencia de vikingos en estas tierras (y menos conocido por haber sido capitán de las Waffen SS Carlomagno, división francesa de las SS) sigue siendo todo un referente del “nazismo esotérico” en Argentina. Referente construido, entre otras manipulaciones de la Historia, sobre mentiras que sus “seguidores” repiten monocordemente sin constatar las fuentes. En efecto, Terrera sostuvo a ultranza que el Santo Grial está y estuvo en Argentina por la pretendida mención del Uritorco, cierto “bastón de mando” lítico y las sierras locales en los poema “Parsifal” y “Perceval”, de Chrétien de Troyes y Wilhem Von Eichembach, escritos entre los siglos XI y XII, cuando, lógicamente, se supone que Europa ignoraba América. Pues bien, me he tomado el trabajo de leer íntegramente ambas obras –que pongo a disposición de quien las solicite- y en ninguna de ellas aparece ninguna de esas referencias… Más información sobre el movimiento neonazi en la zona en mi artículo “Nazis a la caza del Grial en Argentina”.

[2] Existen distintas interpretaciones de la etimología de este nombre. La más difundida, es la traducción de “Cerro Macho”, pero otros autores citan “Barranco de los Loros”. El autor, en su juventud, llegó a ser testigo de bandadas de miríadas de estas aves en la zona.

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