Si la filogénesis repite la ontogénesis (y viceversa) podemos extrapolar —y la experiencia cotidiana nos demuestra la razón de esto— los mismos criterios y estructuras de aprendizaje del individuo solitario al ente social como un todo. Puesto de otra forma: el Inconsciente Colectivo de la Humanidad no es tan distinto del Inconsciente Personal de cada uno de los sujetos que integran esa humanidad y cómo aprende una personita no está tan ajeno a cómo aprende la colectividad humana toda.
Como en los pequeños, dado que en la naturaleza humana está implícita genéticamente la necesidad de interactuar socialmente (somos por y para eso, entes sociales, al fin y al cabo), la humanidad necesita contactar con otras sociedades. Pero puestos a buscar esa sociedad, por ejemplo, detrás del fenómeno OVNI y al no poder hacerlo, surgen la Frustración (la no satisfacción del deseo [1]), la Negación (una forma de presión) y la Agresividad (como los niños agreden cuando no se les atiende, para reclamar la atención). También, formas de Desplazamiento (al no poder contactar con las Inteligencias detrás del OVNI, comenzamos a buscarlas en otras partes: ángeles, duendes, elfos…).
Pero las Inteligencias que deciden el no contacto logran de esta manera estimular a la humanidad a exigirse en la búsqueda de esa interacción, de manera que a cambio de los pocos aspectos negativos en términos generales —los refutadores violentos, porque toda luz genera sombras— estimula formas de exteriorización del psiquismo colectivo puesto al servicio de un objetivo. Es como el mundo para los zurdos.
¿Lo son ustedes?. Yo sí, de manera que hablo con conocimiento de causa. Quienes son diestros jamás comprenderán (porque están habituados a ello desde antes de tener conciencia) lo difícil que es el mundo para los zurdos. Todo está hecho a imagen especular de nuestras necesidades: tijeras, picaportes, escribir (si es que no somos hebreos), palanca de cambios del automóvil…. todo está hecho para diestros. Hasta el baño público que, claro, siempre parece estar al fondo… y a la derecha. En consecuencia, los zurdos debemos adaptarnos para no ser minusválidos funcionales, pero esa exigencia es un aguijoneo permanente. ¿Cómo escribo mis primeras letras sin que el roce de mi propio brazo al hacerlo borronee lo escrito? ¿Cómo ejerzo suave y constante presión con el cuchillo al cortar mi alimento, si me sería más fácil manipularlo con la izquierda?
Pero ese esfuerzo constante y omnipresente tiene generalmente sus frutos: nos adaptamos y nos desenvolvemos aceptablemente bien. Y en el proceso, la dificultad ha estimulado áreas corticales que de no haber sido sometidas a ese “estrés funcional” dependerían de otros aleatorios factores para activarse. El zurdo suele tener habilidades, si no brillantes, cuando menos uniformemente repartidas entre el hemisferio cerebral izquierdo y el derecho. Suele ser bueno para razonamientos matemáticos y para la inspiración artística, y estadísticamente un buen cociente intelectual. Se siente cómodo entre científicos y artistas. Su “dificultad” termina siendo la antesala de una ventaja, pues el proceso adaptativo habilitó en él nuevas capacidades que, de ser diestro, podrían haberse dado, o tal vez no. Pero dado que el zurdo siempre encuentra dificultad de adaptación al medio, siempre debe generar respuestas adaptativas.
El koan cósmico que es el enigma OVNI pone a la humanidad en la situación de ser hoy —aunque este “hoy” pueda abarcar un período de miles de años— los pequeños zurdos del Universo. Estimulando adaptaciones. Porque (volviendo al ejemplo de los niños) cuando el chico descubre que ni la frustración, ni la agresividad, ni el desplazamiento (al no tener la atención de los mayores, conversa con sus juguetes o con sus “amigos invisibles”) le dan el resultado que desea, ensaya otras estrategias: aunque sea imitativamente, trata de parecerse a los mayores cuya atención desea atraer. Se esfuerza por articular frases para expresar sus deseos en lugar de berrinches y llantos. De pronto es más “hombrecito”, al decir de las infaltables tías. Está creciendo.
Por ello, en nuestra búsqueda de la atención de los “mayores”, instintiva e inconscientemente estamos probando. Y cuando vemos que las formas convencionales de llamar la atención [2] no sirven, a nivel del inconsciente colectivo comenzamos a imitar sus estrategias. Miren a su alrededor. Hay violencia, inseguridad, hambre, sí. Pero también hay otras cosas. ¿Cuándo, como hoy, la gente se animó a admitir tan abiertamente sus intereses espirituales alternativos? ¿Cuándo, como hoy, la gente se animó a protestar contra la autoridad eclesial constituida? ¿Cuándo, como hoy, la gente se animó a decir lo que pensaba siendo indiferente al “qué dirán”?
Extraterrestres o extradimensionales, no necesitamos que nos traigan la cura del cáncer, el secreto de los viajes interplanetarios, las energías renovables, porque somos capaces más pronto o más tarde, de descubrirlos solos. Los “panrefutadores militantes”[3] dirán que eso “probaría” su existencia, no comprendiendo que no es distinto al niño que, mientras juega con otro, duda de la sensatez de su papá porque trabaja todo el día en vez de hacer lo que él sabe más inteligente, que es quedarse jugando con él. Lo que buscamos, lo que reclamamos, es lo que sabemos que quizás no obtendremos solos y necesitamos: estrategias espirituales para crecer, para abrirnos al Universo y a nosotros mismos, para conciliarnos y comprendernos. La apertura intelectual ya que, ¿quién puede negar que desde la “explosión del interés OVNI” grandes masas humanas se han abierto a discutir eventualidades que, de no haber existido ese disparador, tal vez jamás se hubieran planteado? Porque hasta los mismos movimientos espirituales y esotéricos, teosóficos, logias rosacruces y masónicas, orientalistas, tenían, hasta mediados del siglo XX, lo que consideraban una correcta “postura esotérica”: silencio, discreción, secretismo y el dudoso hálito de sentirse elitistas. Pero vino el OVNI y pateó el tablero. De pronto, nos encontramos en todos los estratos hablando de extraterrestres, viajes espaciales, visitas cósmicas en la antigüedad y a colofón de eso, vida después de la muerte, seres espirituales, telepatía, energías áuricas…
El fenómeno OVNI —y sus consecuencias colaterales— nos descubrió como los zurdos espirituales del Universo. Pero no nos va tan mal con las tijeras en este jardín de infantes…
Referencias:
[1] Que de por sí es otra evidencia circunstancial de nuestro conocimiento interno, visceral y esotérico de la existencia de esas otras sociedades: las tendencias innatas de satisfacer un deseo existen sólo porque de alguna manera sabemos que lo que lo puede satisfacer está ahí, en algún lado.
[2] Me da casi vergüenza hacer esta aclaración, pero siempre hay despistados: ¿Está claro que lo digo en sentido figurado?
[3] Los escépticos que parecen saberlo todo, porque todo lo niegan.