Tal vez ha sido una noticia que para muchos pasó inadvertida. Por cierto, no he visto, ni en los medios ni en las redes, algún tímido entusiasmo por este hecho. Y sospecho que luego de señalarlo habrá quienes me digan “por supuesto, estoy de acuerdo”, pero continúen sin sentir la cálida vibración interna de imaginar un futuro fantástico.
Estoy hablando del hecho que los científicos estadounidenses Rainer Weiss, Barry Barish y Kip Thorne han ganado el Premio Nobel de Física 2017 por haber demostrado empíricamente la existencia de “ondas gravitacionales”, intuidas matemáticamente por Einstein un siglo atrás. El misterio de la gravedad –usted, lector, la padece todos los días, desde cuando asciende una escalera hasta cuando se le escapa un vaso de las manos- que es por extensión el enigma del equilibrio cósmico, había especulado con las mismas sin llegar a una demostración hasta que la teoría es expuesta en ecuaciones por Einstein y, hoy, un hecho fáctico de laboratorio.
“Ah, qué interesante” –dirá algún lector reprimiendo un bostezo- “¿Y?”.
Y, que estoy convencido de que este momento, esta fecha, no solamente será histórica: será de aquellas que fueron bisagra en la historia de la Humanidad. Y en la acumulación exponencial de las décadas, quizás, aun más significativa que la revolución digital. Porque los alcances son sólo imaginables por pocos. No puedo dejar de recordar aquella anécdota de fines del siglo XVIII cuando Volta experimentaba con los efectos fisiológicos de la electricidad. Ya saben: tomar una pierna amputada de rana y darle pequeñas descargas eléctricas; pasar la electricidad por un trozo de hierro y transformarlo así en imán, en fin, esas cosas. Al finalizar una de sus presentaciones, una dama se le aproximó y le dijo: “Muy interesante, señor Volta, pero, ¿para qué sirve todo eso?”. Volta, imperturbable, la miró y respondió: “Señora, ¿para qué sirve un niño al nacer?”.
Exactamente en el mismo punto –y vaya si el “bebé electricidad” ha significado algo- estamos hoy con este descubrimiento. Pues, ¿para qué sirve el “bebé – onda gravitacional”? Les paso una lista:
- Para que el sueño de “Viaje a las Estrellas” sea efectivamente posible, con la aplicación pragmática de una fuente de energía gratuita, inagotable y presente en cualquier punto del universo, ya que la futura aplicación de la tecnología de ondas gravitacionales a la navegación interplanetaria permitirá (de acuerdo, en doscientos o trescientos años, pero no se trata de “si” sino de “cuándo”) velocidades impresionantemente próximas a la de la luz.
- Fuentes de energía gratuita para nuestra propia civilización.
- La comprensión de la naturaleza ultérrima del Universo no sólo tiene implicaciones físicas: tiene sobre todo implicaciones metafísicas. Eso conlleva un replanteo conceptual de la naturaleza del Ser y la vida. Y, por extensión, habilitará racionalmente abordar desde el empirismo científico indagaciones en terrenos hasta ahora vedados y sólo reservados a espiritualistas, por “esotéricos”.
- Demostrará –siendo plausible- de manera práctica la existencia de “n” dimensiones o “universos paralelos”, abriendo no solamente un terreno infinito de investigaciones sino de impacto psicológico inconcebible hoy, que obligará a la humanidad, como especie, a un verdadero “salto cuántico” en su manera de ver y percibir la Realidad. Y esa Realidad no se circunscribe sólo a lo Macrocósmico, es decir, a infusas extensiones galácticas. Tiene sobre todo y antes que todo, que ver con la percepción de la Realidad Nuestra de Todos los Días, de todos y cada uno de nosotros. Tomen al hombre y mujer común, de una pequeña ciudad en un país de menor importancia, ocupado en sus obligaciones laborales y familiares cotidianas. Piensen en una persona en idéntica circunstancia pero trescientos años atrás. Nadie puede discutir que sus “percepciones de la Realidad” son absolutamente diferentes. El contemporáneo, cuando menos, mucho más “ampliada” pero radicalmente “cambiada”. Y no tiene que ver sólo con lo tecnológico; tiene que ver fundamentalmente con lo filosófico, aunque esta palabra la emplee tan poco en su vida la gente común. En unas décadas, en un par de siglos, este momento será recordado como el año 0 de la Era Galáctica.
Por todo eso, sin minimizar ninguna de las razones, sonrío en mi ensoñación solitaria viendo hoy más que nunca más cercana la ocasión de seguir el viaje de intrépidos cosmonautas hacia el espacio profundo y más allá. Por todo eso, esta noche me serviré un buen whisky y brindaremos, Scotty, mientras el señor Zulu nos saca de aquí.