Tal como he comentado en otro artículo (“Ufología argentina: ¡qué bonita vecindad!”. Lo de “bonita vecindad”, por si algún distraído no se dio cuenta, es una referencia al Chavo del 8), percibo con una mezcla extraña de hastío y melancolía como la Ufología (u “Ovnilogia”, si así lo prefieren) se precipita irremediablemente a ser un mero pasatiempo de jubilados. En parte, porque quienes formamos las “filas activas” de los años ’70 y ’80 avanzamos gallardamente hacia la sexta década de nuestras vidas (cuando ya no se la ha franqueado), ya sea porque la naturaleza misma de la actividad nos transforma más en un “club social” que en francotiradores contestatarios de lo académicamente aceptado. Legiones de colegas que siguen acumulando fichas de avistajes en la comodidad de sus computadores (lo que les ahorra a sus eventuales señoras el incordio de esas pilas desprolijas de carpetas acumulando polvo), chupando un frío de órdago en interminables “noches de observación OVNI”, “alertas OVNI”, “cacerías OVNI” que en el mejor de los casos suma algunas fotos o videos de sugestivos puntos luminosos moviéndose en lontananza; simposios, congresos, encuentros y mesas redondas donde el código de barrio de la amistad impera a la hora de confeccionar la lista de oradores invitados y el “dernier cri” de la moda ufológica “pret à porter”: los cafés ufológicos. Cálida idea para reunirse en helados inviernos o verano tórridos (dependiendo del aire acondicionado) donde cada uno, cada una, expone algunas ideas que son oídas con educación y discreción por los demás, que en honra de la urbanidad y el compañerismo nunca se debaten con la profundidad que merecen, para pasar ipso facto al relato de anécdotas y alguna casuística relevada -¿investigada?- personalmente, intercambiar mails y tarjetas y despedirse con un amable abrazo. Congresos que en general no son tales, porque lo que define a un congreso debe ser su carácter deliberativo, y no una sucesión de conferencias y exposiciones (y una “mesa final” donde se firma un “manifiesto” de circunstancias no es deliberación alguna). Actividades que se organizan para la foto, para avasallar Facebook con posteos de imágenes que quieren presuponer una “intensa actividad desplegada”, recordar el año que transcurre y sonreír pensando en cuántas cosas se hicieron…
Pero, como siempre, una cosa es la cantidad, y otra la calidad.
Quizás allá a principios de los ’70 –cuando uno mismo se iniciaba en estas lides- no estuviéramos haciendo las cosas mucho mejor. Pero se conserva el recuerdo de la intensa interactividad entre investigadores y grupos de investigación. Se intercambiaban los tímidos boletines hechos por duplicación o mimeografiado, y se leían. Alguien dictaba una conferencia, y allí asistíamos, donde el encontrarse y departir con otros que caminaban las mismas sendas era la oportunidad colateral y agradable porque, claro, íbamos a ver qué aportaba el otro. Y, por supuesto, cuando alguien “del palo” lanzaba un libro, corríamos a comprarlo y devorarlo porque sabíamos que eso sumaba.
Hoy, no es necesario siquiera tomarse el tiempo de desplazarse hasta el evento de alguien, o abrir la billetera en la librería (o la tarjeta de crédito en Amazon) porque muchísimo material “del otro” está allí (aquí) disponible: la Internet. Pero casi nadie lee a casi nadie. Escribimos, posteamos, pregonamos a los cuatro vientos lo que hacemos y de casualidad nos enteramos lo que el ufólogo de la otra cuadra está haciendo en este momento. Y cito dos ejemplos personales: cuando decidí relanzar el Instituto Planificador de Encuentros Cercanos, supuse que resultaría una propuesta interesante para otros investigadores. Esperaba ideas, sugerencias, aportes de emprendimientos, críticas –de las que siempre se aprende- Estaba decidido a salir a trabajar al terreno con gente y propuestas, metodologías y equipamiento, de manera “agresiva”. Debo decir que, excepto un referente histórico como Fernando Diz (reputado ufólogo de Capilla del Monte, Córdoba, Argentina) y un puñado de gente que dijo ¡presente!, nadie se dio por enterado. Creamos un blog para dar lugar a cualquiera a presentar sus actividades y trabajos. Seguimos esperando. Propusimos temas para debatir (como este “Aporte para un paradigma espiritual en la investigación OVNI”) y las opiniones son de los queribles y previsibles lectores de siempre. Y en una “lista de correo” donde hace unos días se discutía someramente el “lado espiritual” del tema OVNI, intervine sugiriendo repasar algunas ideas de este trabajo que había difundido en esa misma lista una semana antes. Sólo un miembro lo había leído. Y dos amablemente me respondieron que lo dejarían para más adelante “por su extensión”…
Me conformaría suponer que se trata, simplemente, que soy un absoluto desconocido en ámbitos ufológicos. Pero ocurre que no. Muchos de esos colegas ponen “me gusta” en cuanta publicación mía en Facebook, me siguen en Twitter (ah, por si les interesa: es @gusAFR), nos cruzamos en alguna Feria del Libro o algún Congreso donde soy invitado (o donde lo “era”, antes de estos comentarios) y por allí andan las inevitables fotos, sonrientes y abrazados. Pero de debate, en el sentido más respetuoso y civilizado de la expresión, nada.
Y luego están, cómo no, los canalizadores, los contactados, los Icke y los Parserisa, los que “no necesitan” investigar porque tienen conexión con la Fuente Cósmica o decodificaron sus genes atlantes. Entiéndase bien: no instituyo un Instituto Planificador de Encuentros Cercanos para burlarme de quienes alimentan estas vertientes: lo hago, precisamente, para sentarnos juntos a sumar. Qué más quisiera yo que un canalizador derribe con su evidencia los muros de mi resistencia. Pero llegados a ese (este) punto, hasta ahora, las respuestas son siempre las mismas: un consejo, mezcla de buen amigo de café y resumen dominical de Paulo Coelho, una sugerencia que a cada uno le “resuena” lo que le tenga que resonar.
Y es que, precisamente, mi idea era que ese canalizador y ese “investigador de tuercas y tornillos” se sienten juntos a intercambiar. No como se hace hoy por hoy en algunos congresos, donde se les invita y, claro, allí están las cámaras y allí está el público sonriente y allí están los organizadores que los quieren juntitos y consensuados. No. Hablo de reunirnos casi en anonimato, donde la foto es lo de menos, para debatir, para intercambiar, para proponer mutuamente, para salir al campo, uno con su equipo el otro con su espíritu y cruzar después las mutuas experiencias.
No sé siquiera si es una buena idea. Por lo pronto publico esta nota aquí, en “Al Filo de la Realidad” y no en el blog del IPEC con la fútil esperanza de más lectores. Pensándolo bien, no sé siquiera si es una idea original. Pero es, cuando menos, una propuesta de acción. Menos favor le haremos a la Ufología quedándonos, simplemente, mirándonos el ombligo. Aunque sin duda es lo que algunos (por intereses creados o por simple ceguera intelectual) es lo que preferirían que sigamos haciendo. Eso, o permanecer de pie, mirando al sudeste…