Hace años que vengo señalando lo interesante de detenernos a reflexionar sobre el aspecto fuertemente emocional del tema OVNI, emocionalidad harto sugestiva por su naturaleza bifronte: el “creyente”, el “entusiasta” de los OVNI es (somos) apasionado (s); es innegable. Pero el negacionista, el refutador compulsivo o -como gusto llamarle- el “panrefutador militante” lo es, y en ocasiones mucho más aún. Conocemos unos cuantos casos, incluso, de ex-ufólogos (en un sentido “hetista”i) volcados hacia la postura refutadora: y ese giro (que ellos reivindicarían como ejemplo de su “seriedad” y apego al “método científico”) tiene, también, fuertes raíces emocionales.
Por cierto, no hay que hacer demasiado esfuerzo para demostrarlo. ¿Acaso ustedes dedicarían tiempo, esfuerzo, dinero de sus bolsillos a criticar o atacar un tema que consideran vacío de contenido, fraudulento o cuando menos intrascendente para la cultura?. A mí, por caso, en lo personal y con todo respeto a las preferencias de mis lectores, no me motiva en lo más mínimo el fútbol. Ahora bien, ¿qué lectura harían ustedes si a partir de ello dedicara dinero, horas de mi tiempo libre, esfuerzo físico e intelectual a generar un blog atacando este deporte, dando charlas presenciales o virtuales denostando el juego de la esférica o llegando al extremo -no se rían; ha pasado por parte de “escépticos militantes”- de organizar “sentadas”, marchas y “escraches” (denuncias tumultuosas y públicas) frente a la vivienda de conocidos jugadores?. No hay que ser psicólogo para deducir que tendría, primero, todo un tema personal no resuelto no con el fútbol en sí sino como significante, y en segundo lugar, socialmente se me sugeriría casi con una sonrisa piadosa que me volviera a casa a dedicarme a cosas más productivas.
Lo interesante es que en el campo de la Ufología, empero, los detractores también son vistos como “ufólogos” y su vez los mismos se creen con derecho natural a expresar su postura, derecho que nadie les niega pero que bien nos lleva a preguntarnos sobre sus motivaciones.
Por ejemplo, se me ocurre pensar en individuos que quizás no tengan mucho reconocimiento en otros ámbitos del saber académico. Plantarse como “escépticos” (término mal usado y abusado, ya que el escepticismo filosófico es otra cosa) y mimetizar ese mote con el de la “postura científica” tal vez les haga sentirse identificados (o, como una oculta y sensual esperanza, desear ser reconocidos) por ese mismo ámbito académico que generalmente denosta a los OVNI. Y otros que gustan presentarse como “periodistas” (ya se sabe, al igual que en Ufología, cualquiera puede llamarse “periodista” toda vez que le basta un blog personal para presentarse como tal) eternamente medrando en el crepúsculo periférico de los grandes medios que los ignoran a través de las décadas.
Pero también se me ocurre otra posibilidad: lo que en Psicología se denomina “destrucción del objeto de deseo”. Cuando la cosificación de una persona la hace objeto de posesión de otra; surge entonces el trágico “o mía -o mío- o de nadie” y sigue la violencia cuando no la tragedia. Cuando la zorra no puede alcanzar las uvas y entonces las denigra porque, claro, “todavía están verdes”. Hay individuos (que se llamaron o llaman “ufólogos”) que no soportan la angustia que lo Desconocido sea la zanahoria que siempre va delante de sus vidas, que cuanto más cabalgan y se esfuerzan aún así no la alcanzarán. Angustia insoportable que, en ciertos casos, sólo se supera con la negación -la destrucción- de lo que hasta entonces tanta ansiedad generaba. Creo que una sana convivencia con la aceptación del Misterio es una erótica manera de convivir con las neurosis.
Se me ocurre pensar en profundas inseguridades personales: “atacar” (sin haber aprendido que en lo que se enfocan las energías se termina fortaleciendo) a la Ufología porque están en una “cruzada” por el pensamiento crítico, “protegiendo” al común de las gentes de la superstición, el fraude y el engaño, gente del común que, por lo visto y a ojos de estos inquisidores, “debe ser protegida”, es decir, carecen de la capacidad de razonar y discernir por sí mismos, inútiles de capirote que deben agradecer a estos fiscales de la consciencia ajena. Sin volver una y otra vez sobre el punto de mencionar la cantidad de científicos e intelectuales que han ratificado la extrañeza y seriedad que el tema OVNI significa, estos negadores abundan en agravios “ad hominem” a investigadores y entusiastas (los unos “estafadores, mercachifles, embaucadores”; los otros “ingenuos, despistados, supersticiosos”. Uno de ellos, en un artículo, incluso los ejemplifica como “algunos jubilados y amas de casa entradas en años”… comentario denigrante, discriminador y medieval, si los hay.
De todo lo expuesto, sigo pensando que la profunda pulsión de la Sombra que se manifiesta como “destrucción del objeto de deseo” se lleva las palmas. La debilidad energética (en términos de energía de la libido) de sus propios Arquetipos inconscientes se expresa en ese Mago interior que perdió “emponderamiento” o que nunca lo tuvo. Incapaz de soportar el reflejo deslumbrante del Misterio “ahí afuera”, cree que con echar un velo sobre el espejo sus fantasmas desaparecerán. Angustiado, confuso (ante las evidencias, los personajes o las circunstancias), ignorado, su Mago se ha convertido en el Locoii , desharapado y desorientado, en vez de advertir las heridas que su propia negación le provocan como un perro que le desgarra las nalgas, sigue caminando, sordo y ciego, hacia el abismo.
Porque el OVNI (sea lo que sea, nave extraterrestre, entidad interdimensional, egrégoro, ángel o demonio, símbolo o evento psicosocial) persistirá y con él, la “ola emocional” que significa. El Negador, entonces, que no recibe más que un tibio aplauso de “cientificistas” que rápidamente le olvidan, de invitaciones que decaen a congresos y programas de TV por ser poco más que la “nota de color” de un investigador que “no cree en ovnis” (ya que, se sabe, los que “creen” no son interesantes por ser mayoría), de libros editados con mucho esfuerzo y pobremente vendidos, siempre insatisfecho, siempre resentido, siempre amargado, continúa cabalgando hacia el crepúsculo de la temporalidad. Porque toda cruzada es fugaz, pasajera, temporaria. Y a escala de su contexto real, intrascendente. Por eso intuyo a las Inteligencias que nos observan (de las que un servidor está plenamente convencido) sonriendo con displicencia ante estas peleas de niños en un patio escolar.
[i] “Hetista”: partidario de la HET: Hipótesis Extra Terrestre
[ii] Cualquier suposición que remita al lector a pensar en términos de Tarot, será irremediablemente correcta