Tómense estas líneas como una declaración de principios: he decidido volver a la arena ufológica, reloaded. Pero como quien avisa no es traidor, que se sepa desde dónde, y porqué.
A veces es útil llamarse a silencio durante un tiempo, y disfrutar de la contemplación. Eso sirve para pacificar el espíritu y aclarar la mente, dicen los que saben. Para mí, sirve también para tomar distancia de algunos escenarios y verlos en perspectivas, sin animosidades y con cierta displicencia y ternura.
Eso hice –sigo haciendo- desde hace un tiempo con la Ufología vernácula. Aparentemente (sólo aparentemente) mis inquietudes habrían tomado otros rumbos: que el Chamanismo, que la Parapsicología, que la Psicología Junguiana… Algunos (de aquellos que duermen la siesta enrollados en la pata de la cama) habrán de decir que porqué, ya que tomé otros rumbos, no seguí de largo por ellos… pero como pocas cosas me gustan tanto (mérito de mis genes gallegos) como joder, tío, es que aquí decidí acercar algunas reflexiones.
Displicencia y ternura, escribì. La misma que, por caso, acapara cualquier viejo capítulo del Chavo del 8, capítulo que sabemos cómo comienza y termina, que nos hará reír un rato y que aunque bien sabemos en nada cambiará la realidad cotidiana, nos entretiene y seguro entretiene a sus actores. Ah, sí, que por cierto, como es de público conocimiento se tomaban tan en serio los créditos en la cartelera que prolongaban entre bambalinas sus peleas y estridencias. Cualquier semejanza con la Ufología argentina no es casualidad, ténganlo por seguro.
De un tiempo a esta parte, parece que algunos (bastantes) ufólogos –quizás por el mismo peso de los años- decidieron abandonar la aventura de la investigación de campo o el debate casuìstico para “institucionalizarse”. A la plaga divertida de Congresos, Simposios y Encuentros que desde siempre constela el firmamento de la investigación OVNI gaucha (que, huelga decirlo, sirvieron –a mí también, claro- para poco más que para agradables tertulias, reencuentros con amigos, debates acalorados por un “quítame de allí esos hongos” y la inevitable foto abrazándonos por los hombros y el estereotipado diplomita en una carpeta) ahora se suma lo que –con todo derecho, con poco fundamento- algunos consideran el estatus de mayoría de edad: comisiones “oficiosas” de investigación, más congresos pero eso sí, “avalados” por “colegiados”, “redes”, “federaciones”, “colectivos” y “asociaciones” (congresos “nacionales” donde, claro, se invita a los “del palo”[1]), “museos ovnilógicos”[2], convocatorias a “reunir firmas” para solicitar, ora al Congreso, ora al Poder Ejecutivo, ora a la Universidad, ora a la Fuerza Aérea, ora a los Boy Scouts, la “desclasificación de archivos”, la “constitución de equipos de investigación conjunta cívico – militares”, la “reglamentación y oficialización de la investigación OVNI”, el “ingreso a las cátedras de la Ovnilogía”… No necesito dar nombres: hace diez años se golpearon las puertas del Legislativo con unas carpetas que reunieron unas 15.000 firmas. ¿Sirvieron para algo?. Hace un año, se crea una comisión conjunta entre militares y civiles (imposible no decir que entre éstos, algunos de real valía). ¿Sirviò para algo?[3]. Hace poco se entrega un “memo” a la señora presidente Cristina Fernández de Kirschner (bah, hay que ser ingenuo para creer que realmente llegará a sus manos y tendrá alguna atención preferencial). ¿Servirá para algo?. Meses atrás, se reunieron los más inefables amigos de la ovnilogía en una de sus tantas “tenidas”, con protocolos de Actas, “tómese nota de las conclusiones, por favor”, “que se emita un comunicado conjunto, estimado colega”, comunicados de prensa conspicuamente distribuidos voluntariosamente por los conspicuos (¿será imaginación mía que “conspicuo” y “concuspicencia” suenen parafónicos?) “vocales”, “secretarios”, “revisores de cuentas” y etcétera. Todos, todas, jugando a ser importantes. A tener títulos, cargos (es decir, representatividad). Como niños que muy serios imitan en su juego a los adultos. Y se lo creen.
Como sé que a esta altura me he ganado unos cuantos ceños, algunas enemistades más y un par de puteadas, permítanme decir sólo esto: espero que se trate sólo de ingenuidad. Espero de corazón que sólo sean “niños grandes”, y que su Don Fulgencio[4] interior encuentre así como canalizar sus fantasías. Porque si realmente creen que servirá para algo parecen concluirse tres inevitables juicios:
– Que la soberbia anda haciendo estragos por estos lares.
– Que esa soberbia les impide aprender de la historia, de la micro historia de la Ovnilogía telúrica, donde otros también hicieron lo mismo. ¿O suponen que esta vez sí funcionará sólo porque son ustedes?.
– Y el que merece, casi, el estigma de Juicio Final: mientras “acá abajo” seguirán los conciábulos, los “memorándums a las autoridades”, las “reuniones de Comisión Directiva”, las “actas” y “balances del año”, la repartija de cargos y los espacios ante las cámaras ganadas a codazo limpio (con el que está tratando de aparecer también) la inteligencia que se mueve tras los OVNIs seguirá, “allá arriba”, impertérrita, inmutable, incognoscible.
O tal vez no: quizás esté sentada al borde de un xendra, con diarrea por la risa.
[1] “Del palo”: expresión argentina para referirse a los que pertenecen a un mismo grupo o tendencia.
[2] A los memoriosos (muy memoriosos): ¿Quién recuerda la Exposición OVNI en la Ciudad Deportiva de Boca Juniors de 1974?. Era más entretenida…
[3] Sí. Sirvió para que otros ufólogos, que no fueron convocados, pusieran el grito en el cielo clamando por los “criterios de admisión” en esa comisión. ¿Planteo lógico?. Aaaaahhhhhh.. ¿Celos?. Eeeeeerrrrr…. ¿Envidia?. Naaaaa……..
[4] “Don Fulgencio: el hombre que no tuvo infancia”, era una tira cómica del diario “La Razón”