¿Meteorito u… otra cosa?

¿Meteorito u… otra cosa?

Eran aproximadamente las 9.30 hs de la mañana de este martes 18 de febrero cuando todo el sur de la provincia de Santa Fe, especialmente las localidades de Las Parejas, Cañada de Gómez, Carcarañá, San Jorge, María Susana y Armstrong, y afectó a parte de los departamentos Iriondo, San Martín y Belgrano, se vieron conmocionadas por un fortísimo estruendo y un temblor que según todos los testigos “parecía provenir del cielo”.

Sin dudas, esto es… lo que no fue

No se registró la caída de objeto alguno, ni natural ni artificial, y consultados unos pocos especialistas –todos los medios repitieron hasta el hartazgo las declaraciones de dos de ellos, el Director del Observatorio de Santa Fe y el titular de Defensa Civil- adelantaron la “explicación” que se habría tratado de un “bólido” o meteorito que se habría desintegrado al ingresar a la atmósfera. Citando, también, como aval de sus dichos, el hecho astronómico que en la medianoche anterior pasó, a tres millones de kilómetros de nuestro planeta, un asteroide del tamaño de dos campos de fútbol, con lo que concluían que podía tratarse de “restos” dejados atrás por el cuerpo interplanetario. El hecho es tan reciente que amerita una investigación más profunda. Empero, al comprobar que todos los medios nacionales y regionales parecieron “comprar” sin miramientos la “hipótesis oficiosa”, decidì hacerme cargo de esta pequeña trinchera para exponer algunas dudas razonables. Como sabemos, la Astronomía y la Metereologìa son “ciencias duras”, basadas inexcusablemente en hechos. Toda conclusión, toda sentencia debe apoyarse en ellos. Y esto no es atributo exclusivo de esas disciplinas sino forzosamente de toda aquella que quiera llamarse “ciencia”. En consecuencia, lamento comunicarles que este proceder mediático no ha tenido nada de “científico”. Y que ninguno de los medios periodísticos que se hicieron eco de la noticia haya señalado este punto sólo indica (a) la superficialidad con que se ha tomado el tema, sólo como una anécdota de momento que ni siquiera tuvo una buena imagen para acompañar (por lo que, en una vuelta más de tuerca para confundir a la opinión pública, llevó a tantos medios, especialmente televisivos y gráficos, a acompañar las “explicaciones” con fotografías o videos de caídas reales de meteoritos pero que nada tenían que ver con este caso en particular, generando en el lector o televidente una asociación inconciente de ideas que refuerza el concepto disminuyendo aún más (si fuera posible) el umbral de duda racional, y (b) que esos científicos y funcionarios públicos citados prefirieron subirse a la ola mediática aceptando perder la objetividad que debería haber primado en sus declaraciones. Porque los hechos, fríos, dicen que hubo explosión y temblor. Nadie reportó la caída de ningún objeto, ninguna cámara de seguridad (de las miles que están encendidas las 24 horas del día en todo el país) registró nada, ni observatorios ni torres de control de aeropuertos, ni pilotos aéreos, ni camioneros en las rutas, nadie vio nada. De modo que, hasta tanto se demuestre lo contrario, también es un hecho que no cayó nada. Con lo que la hipótesis del meteorito, en el mejor de los casos, se queda en eso: en una mera hipótesis pero, en ningún caso, la “conclusión” que medios periodísticos y “científicos” trataron de vendernos. El proceso fue muy sencillo. Como un meteorito, al desintegrarse en la atmósfera, produce, sí, un fuerte estrépito y un temblor si es a baja altura, entonces a partir de ahí se concluyó que habìa sido una roca llegada del espacio. Con ese mismo criterio, pudo haber sido un trueno, o cualquier otra cosa. De estas otras “cosas cualesquiera” es que debemos comenzar a hablar. Porque, en primer lugar, tiene este fenómeno todas las características de aquello que científicos de todo el mundo ya llaman “The Hum”. No ha saltado a los grandes medios periodísticos, se me ocurre en parte porque algunos periodistas no ven el potencial interés e la noticia y quizás también porque desde instituciones científicas (y otras aún con más poder) se prefiere que no trascienda. Sobre todo, al no poder darse respuestas ciertas y temer que las posibles sean demediado preocupantes cuando, de ser correctas, ni el gobierno ni las fuerzas armadas pueden hacer nada. “The Hum” (llamado así porque se asemeja en su fase inicial a la vibración de los monjes budistas al llegar al final del mantram “om mani padme hum”) es eso: un zumbido que comienza siendo aparentemente infrasónico, cruza el umbral auditivo como una frecuencia muy baja y termina en una explosión seguida de un temblor provocado por el desplazamiento de ondas del aire que parecen caer del cielo. Viene ocurriendo desde hace unos años y cada vez más frecuentemente, y en días pasados se ha reportado que ocurriò en Chubut y Tierra del Fuego, sin ir más lejos. Llegaron esta semana noticias de España y México que también dan fe que ocurren. Y los investigadores arrojan dos teorías, ambas alarmantes: a)    que se trata del impacto contra la atmósfera de “flares” (“llamaradas”) solares, dado que los picos de erupciones del Astro Rey han entrado en una fase creciente. b)    Que se trata del movimiento geológico de placas tectónicas que no llegan (aún) al umbral de terremotos. A todo esto, hay una tercera teoría que imbrica de alguna manera con las demás: el efecto colateral del Proyecto HAARP, un vasto y negado programa de la NSA (Agencia Nacional de Seguridad norteamericana) para “guerra climatológica” a través de complejos de antenas en distintas partes del mundo y que estuvo, quizás, hasta detrás de las causas “naturales” de graves inundaciones en el litoral argentino en el pasado reciente. Pero ésa, es otra historia.

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