LA PARÁLISIS EN LAS ABDUCCIONES Y «VISITAS DE DORMITORIO»

LA PARÁLISIS EN LAS ABDUCCIONES Y «VISITAS DE DORMITORIO»

Bedroom_visitors_by_irikoyEn ocasiones la investigación –aún la propiamente “científica”- avanza no por enjudiosos estudios, por arremolinada casuística o por trascendentes descubrimientos, sino es la consecución en forma metodológica de ciertas ideas, quizás menores. No mucho más que esto último es lo que propondré en este ensayo, que básicamente, podemos resumirlo así:

En casi todos los casos de “visitantes de dormitorio”, de abducciones pretendidamente extraterrestres y aún en muchos Encuentro Cercanos de Tercer Tipo (con “contacto” -físico, verbal, telepático, visual- con supuestas EBEs (Entidades Biológicas Extraterrestres) los testigos manifiestan haber sido víctimas de una extraña forma de parálisis. Describen que si bien continuaban respirando normalmente en ocasiones (en otras ocasiones, con dificultad), no podían mover músculo alguno de su cuerpo. Seguían pensando cin cierta lucidez, y como mucho, tal vez, mover los globos oculares, una parálisis que desaparecía cuando el testigo caía en un estado de sopor o inconsciencia luego del cual perdía recuerdo del evento o, simpleente, al alejarse el objeto no identificado, presunto generador de ese estado. Y decimos “extraña parálisis” porque la ciencia médica describe normalmente dos tipos de parálisis: la muscular y la nerviosa. El mero hecho que el testigo-víctima siga respirando y su corazón latiendo demuestra que no se trata de una parálisis muscular. Y que pueda seguir pensando, guardando memoria del hecho y en ocasiones, protagonice una comunicación de índole telepática demuestra que tampoco es nerviosa.
¿Cuál es su naturaleza, entonces?. Y aquí es donde observamos que la mayoría de los ufólogos parecen no haber advertido la enorme similitud entre la parálisis en las abducciones (o en los EC III) y la llamada “parálisis del sueño”.
La “parálisis del sueño” es un estado casi catatónico que ocurre apenas nos dormimos, en medio del sueño profundo o casi al despertarnos, donde el sujeto cree recobrar la conciencia, salir del estado de sueño fisológico para descubrir que, salvo los ojos, no puede mover ninguna otra parte del cuerpo. Quien lo haya vivido sabe que es una experiencia fuertemente angustiante, cuyas secuelas anímicas pueden durar horas después del despertar. Y que un 30 % de la población lo ha sufrido una o varias veces en su vida. Conicidentemente, agregaria yo, un porcentaje similar al que algunos investigadores –como Budd Hopkins- señalan como víctimas de abducciones o visitantes de dormitorio por parte de la población adulta estadounidense.
Antes de continuar estas reflexiones, evitemos que el lector ingrese en un callejón sin salida, porque, ¿qué es lo que proponemos?. ¿Qué los episodios de abducción, “visitas de dormitorio” y ECIII son estados alucinatorios más propios del sueño que de la experiencia real?. No. Exactamente lo contrario: que lo que llamamos “sueño” (entendida como “ensoñación”, no como sueño fisiológico) y estas experiencias comparten un ámbito común, un “espacio no físico”, paralelo a la Realidad en que nos desenvolvemos ordinariamente. Un ámbito astral, para que se comprenda la idea.
Lo que quiero decir es que es reduccionista explicar los eventos de la ensoñación como meros subproductos de la actividad cerebral, un conjunto de imágenes y sensaciones respuesta al metabolismo fisiológico. Quiero aquí llamar la atención sobre aquellos antiguos autores que se preguntaban si los eventos de los sueños no se tratarían de percepciones de Otra Realidad, de un plano sutil que interpenetre la Realidad Ordinaria (de allí que lo identifique con la expresión más popular de “plano astral”) de donde traemos el recuerdo –quizás enturbiado por esos “filtros” que son los mecanismos de Defensa del Yo al pasar a la conciencia en estado de vigilia que es, después de todo, cuando “recordamos” y nos replanteamos estas experiencias. En consecuencia, ¿será la parálisis del sueño la percepción umbrosa de una Dimensión Paralela?. ¿Tendrá entonces el fenómeno OVNI –cuando menos, esta extensión de su naturaleza fenomenológica- el “territorio de los sueños” como geografía propia?.
En una entrevista que se me realizara en España, reflexioné en voz alta sobre la posibilidad –estábamos hablando de Psicofonías- que la Transcomunicación Instrumental y la Ufología sólo enfocaran en apariencia su atención hacia fenómenos de distinta naturaleza; que quizás y después de todo lo percibíamos cono fenómenos diferenciados pero la Matriz generadora fuera la misma. No puedo dejar de pensar lo mismo aquí, cuando la bibliografía médica especializada me dice que la “parálisis del sueño” se manifiesta por:
– Sensaciones y alucinaciones auditivas, visuales y táctiles
– Convicción de “presencias”, tanto visibles como invisibles, generalmente malignas y amenazantes.
– Dolores, sensación de ahogo, proximidad de muerte
– OOBE (“Out of Body Experiences”, experiencias de salida del cuerpo)

Obsérvese que estos síntomas podrían corresponder, detalle más, detalle menos, a las propias vivencias de los abducidos. Y comprendo que para algunos espíritus refutadotes pueda parecer más sencillo concluir que, entonces, si estas “alucinaciones” son propias de la “parálisis del sueño” y ésta a su vez se identifica de alguna manera con los episodios de “visitantes de dormitorio”, “abducciones» y “EC III”, entonces esta última fenomenología también es, por carácter transitivo, explicable en términos igual de “naturales”. Y así, los protagonistas de estos episodios son apenas una suerte particular de esquizofrénicos, olvidando las palabras de otro injustamente olvidado explorador de lo desconocido interior, el psiquiatra John C. Lily, cuando escribiera: «la psicosis no es más que un estado desacostumbrado de conciencia al que pasa el individuo y que de algún modo entorpece el camino de los demás, por lo que se le encierra o medica» («The Center of the Cyclone», 1972)
Pero la cuestión no es tan sencilla.
Primero, porque la explicación psicológico-fisiologista es de una complejidad y “complicación” que atenta contra el principio de economía de hipótesis (véase, por ejemplo, aquí ) y segundo, porque obliga a dejar de lado las evidencias físicas contundentes que suelen acompañar estos casos: implantes, ablaciones de órganos o excrecencias, ablación de fetos, cicatrices, efectos físicos sobre el entorno y los objetos, etc.
Nunca mejor evocar, como en este caso, la figura y el pensamiento de Carl Jung, cuando en “Sobre cosas que se ven en el cielo” (tengo la edición argentina de 1961, de Editorial Sur) afirmó: “posiblemente los UFOs sean entes “psicoides” es decir, a su innegable realidad física que no nos compete discutir aquí, debemos sumar su realidad psíquica. Existirían entonces, en el plano de las ideas y el mundo de los sueños, y también y a la vez, fuera de él”.
Cincuenta y tres años ha que enunciara Jung esta teoría –que abre horizontes insospechados a la investigación- y seguimos, al parecer, más preocupados por reunir trozos de cereales calcinados que por animarnos a explorar la verdadera dimensión de estos objetos y las inteligencias que se deducen tras ellos: un espectro Trascendente de la Realidad, más allá de la percepción ordinaria.

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