La “oleada OVNI” en la cuarentena mundial: enseñanzas, proyecciones y medusas del espacio

La “oleada OVNI” en la cuarentena mundial: enseñanzas, proyecciones y medusas del espacio

Romperemos un par de lanzas en este artículo y -para variar- dejaremos inconformes a varios. Porque, por un lado (y lo anticipamos desde el vamos) la “oleada”, como tal, es más informativa que fáctica, lo que no quita que sí, efectivamente, haya habido bastantes avistajes en estos meses, estadísticamente más que lo que contabilizáramos, por caso, para 2018 y 2019. Y lo segundo es que en consonancia con ese incremento, recuperaremos una vieja teoría ufológica que supo caer en el descrédito no por su improbabilidad o falta de evidencias, sino porque era “políticamente incorrecto” para la “academia ufológica” mundial.

Desde quienes entienden como OVNI la aparición frente a las cámaras de la ISS (23/5, ver aquí “Cazador de OVNI cree haber visto un extraño objeto en las camaras de la estacion espacial”) hasta avistajes reportados en Chile, USA o el norte de Argentina (“Ovnis, satélites o drones: ¿qué se vio realmente en el cielo de Jujuy?”) muchas son las personas que, públicamente o en comunicaciones personales a investigadores han reportado avistamientos estos últimos dos meses. Debemos echar ciertos paños fríos: muchos de ellos son, sólo, el poco conocido y sorprendente paso de los “trenes de satélites” Starlink, aquellos que en los primeros días de su lanzamiento semejan “trenes en el cielo” y -es importante destacarlo- no conservarán permanentemente esa formación, sino que rápidamente comenzarán a distribuirse como parte del plan de Elon Musk de rodear la Tierra con 4.500 satélites que -sumándose así a los 42.000 elementos orbitales ya existentes- confundirán aún más a los observadores no preparados: si ya tenemos como histórica la costumbre de recibir “denuncias de OVNIs” lo que son simples satélites, si la ISS ha sido confundida hasta el hartazgo con una nave extraterrestre, y si en años no lejanos los “Iridium flares” (los destellos que, al rotar sobre su eje, se producían por exposición al Sol de los en su momento novedosos satélites de la red Iridium de aquellos Blackberry con teclado Qwerty que tan avanzados nos parecían) fueron responsables de miles de mails informando el “paso de un platillo volante”, es evidente que esta constelación de satélites provocará dos consecuencias: primero, una “oleada”, sí, pero mediática de falsas denuncias y luego, el hastío y la naturalización que puede enmascarar el hecho que aún OVNIs “reales” no sean denunciados por suponerse satélites.

Hay dos actitudes que podemos estimular para enfrentar esta situación. Por un lado, el presunto testigo puede consultar una de tantas páginas en internet que le informan el eventual movimiento satelital en su ubicación geográfica para el momento que cree haberla hecho; tal el caso de ésta, See a Satellite Tonight” (“Ve un satélite esta noche”). Y por parte de los ufólogos, imponernos un criterio que optimizaría tiempo, recursos y expectativas: dejar pública y claramente sentado que sólo consideraremos episodios de Segundo o Tercer Tipo (aproximación del objeto a cien metros o menos del testigo, cuasi aterrizajes o aterrizajes, observación de entidades) o, para el caso de “luces en el cielo”, sólo si su comportamiento es “errático” (zigzagueante, o con avances, retrocesos o detenciones, cambios de tamaño y/o color) o con testigos altamente cualificados técnicamente. Va de suyo, entonces, que el primer aporte de este artículo es, entonces, declamar este nuevo compromiso de los investigadores de cara a los testimonios que nos presenten.

Las apariciones del 6 y 7 de mayo sobre Ushuaia, Tierra del Fuego, en el extremo austral de la Patagonia argentina y aparentemente producidas por drones («Siguen apareciendo fotos y videos de los Ovnis avistados en Ushuaia») pone sobre el tapete esta herramienta tecnológica reciente como otro elemento distractor y generador de confusiones en este contexto. No solamente preguntarnos (hoy, ayer y siempre) qué motiva anónimamente a algunos graciosos a generar estas falsos rumores y reírse en el anonimato a expensas de los testigos, sino que, entre la falta de entrenamiento visual, información sobre avances tecnológicos y masividad de apariciones, cada vez se hace más difícil para el investigador discernir qué es, entonces, “realmente” un OVNI y qué no (otro motivo que nos retrotrae a la propuesta formulada líneas arriba). A ello súmenle las evidencias fotográficas y en video: antes, se decía que era sugestivo que cada vez que se fotografiaba un objeto de éstos o la cámara era pésima, o la foto estaba extremadamente movida. Hoy en día, se sabe que con tantos, eficientes y sencillos de manejar programas de edición, un sinnúmero de fotos y videos son altamente sospechosos, precisamente, por su extrema calidad. Entonces, ¿en qué quedamos?. La consecuencia inevitable es que tendremos que endurecer dos criterios investigativos: el primero, que de nada sirve opinar sobre la foto o el video si no tenemos acceso al archivo original para su estudio, evitando esa tendencia tan natural de acercanos una imagen y pedir una “miradita” y una opinión. Lo segundo, como siempre dije: la mejor foto o la mejor filmación vale muy poco si no se tiene entrevista o información del testigo que la tomara, así como de datos de contexto (lugar, fecha, hora del día o la noche). Un vez más, creo que en conjunto la comunidad ufológica debería tomar la actitud corporativa de dejar bien en claro a la opinión pública que sólo los casos que encajen en este paradigma investigativo serán tomados en consideración.

Ciento ochenta y ocho avistajes en el Reino Unido, Francia y Belgica durante los tres primeros meses de 2020 («La cuarentena provocó una ola de avistamientos de ovnis en el mundo») así como en España («Extrañas luces OVNI en los puertos de Cádiz y Sevilla») bastan para aplicar el término de “oleada” aunque, una vez más, habría que tomarse el ímprobo esfuerzo de discriminar, uno por uno, cuál de esos informes realmente califica como “ovni” y cuál es susceptible de explicación ulterior. Sin embargo, si la media uniforme aceptada por distintas comisiones de investigación es válida, en el sentido que sólo entre el 10 y el 15 % de avistajes son realmente “no identificables” (lo que daría para ese caso en particular entre 18 y 25 episodios), sigue siendo superior a la argentina, donde la Comisión de Identificación Aeroespacial (dependiente de la Fuerza Aérea argentina y dirigida por el comodoro Rubén Lianza) informó haber recibido durante 2019 un total de 23 casos y haberlos explicado todos («Se denunciaron 29 casos de avistamiento de ovnis en el país»), dato sugestivo si tenemos en cuenta que, grosso modo, los grupos civiles e investigadores independientes informaron y compartieron cerca de un centenar de testimonios ocurridos en el mismo período de tiempo (lo que me lleva a preguntar si el CIAE descarta “a priori” datos que les llegan o bien, simplemente, sus canales de información son deficientes o sesgados).

Reporte original de 2013 que dispra el “revival” del Pentágono en estas fechas.

No podemos dejar de considerar que un amplificador exponencial de observaciones denunciadas puede haber tenido que ver con el “revival” del Pentágono y la admisión de “no identificados” para avistajes hechos por pilotos navales desde 2013, informe que ya se había hecho conocido en diciembre de 2017 y deberíamos preguntarnos porqué razón dicho organismo lo relanza en esta época, justamente, provocando una catarata de consecuencias mediáticas como que el Ministro de Defensa de Japón, Tano Koro, saliera a comentar que “de cualquier manera, tienen los protocolos necesarios para enfrentar una eventual amenaza extraterrestre”, comentario que bastó para que los titulares de todo el mundo reprodujeran que “Japón se prepara para un eventual ataque extraterrestre”… lo que es muy distinto.

A mí me resulta más interesante que esa declaración (que en todo caso es para la “propia tribuna”, en el sentido de alardear que están preparados para cualquier cosa) la segunda parte de esos mismos comentarios, donde Koro se pregunta -y pregunta a los periodistas- sobre el porqué el Pentágono difunde y repite, precisamente ahora (y “ahora”, en este tiempo, significa “pandemia y cuarentena”) esa información. Misma pregunta que en declaraciones públicas (o publicitadas) salió desde la esfera del gobierno cubano. ¿Es casual que sea simultáneo en el tiempo con las masivas y publicitadas apariciones públicas del ex oficial Luis Elizondo, quien estuviera en la época de la creación de la Fuerza Espacial Norteamericana (lo que merece todo otro espacio por derecho propio)?. Yo creo que no. Realmente, sospecho fuertemente que es parte de una progresiva programática de condicionamiento histórico y mundial a sucesos que tal vez ocurran próximamente y que estarán vinculados a pasar a una fase ulterior de conocimiento público de actividades “no humanas” en relación a la Tierra. Y cuando digo “no humanas” es porque quiero evitar quedar encasillado en el término “extraterrestre”…

Sinceramente, ¿creen ustedes que es torpeza o casualidad el enorme parecido del emblema de esta Fuerza Espacial con el de Star Trek?. Sinceramente, ¿creen que los herederos de Gene Rodenberry o la productora de series y películas se despertaron un día enterándose por los diarios de esta “sincronía”?. Uno imagina a los abogados de la empresa productora comunicándose y negociando por una buena cifra con las autoridades el uso sin hacer escándalo del logo. Me pregunto porqué los creativos de esas esferas no pudieron haber diseñado algo completamente original y atractivo. Y me respondo que, justamente, porque no es lo que querían: lo que querían es emplear un símbolo tan incrustado en el ideario colectivo que provocara determinada calculada empatía social hacia ese emprendimiento.

No quisiera “autoespoilearme” futuras notas, pero esto está relacionado con un tema del que hablamos en un podcatst un par de años atrás, en  “Año I de la Era Galáctica”.

Finalmente, aceptada la posibilidad que, aún con todo lo explicado, sí hubo cierto incremento de apariciones OVNI, la pregunta es: ¿por qué?. ¿Por qué un cuarentena -o una pandemia, ¿quien puede afirmar lo contrario?- provoca un incremento de apariciones?. Hay aquí dos posibilidades, y ninguna de ellas creo se reduzca al simplismo de “porque la gente al estar encerrada en sus casas mira más el cielo”. La gente al estar encerrada, tal vez mire menos. Más mira Netflix, o sus celulares. Más cierra las ventanas y se sienta frente al televisor. Menos sale a pasear, de pesca o camping, menos viaja, menos sale al aire libre. De manera que si efectivamente hay más avistajes, responden a otro motivo. Y bien puede ser -desde una mirada propias de la Psicología Junguiana- una manifestación arquetípica, “mandálica” (de “mandala”) del Inconsciente Colectivo… o tenemos que regresar a la hipótesis de las “medusas del Espacio”.

Condesa Zoe Wassilcko Von Serecki.

Tan interesante como la teoría es observar cómo evoluciona la propia manera de pensar el tema. Recuerdo que cuando la leí por primera vez, en la ínclita y desaparecida revista argentina “2001”, en su número 28 (noviembre de 1970, con apenas doce añitos) me pareció (para la mente de un imberbe racionalista como era) una tontería: hoy me pregunto ¿porqué no?. Formulada originalmente por la condesa Zoe Wassilko – Serecki (1897 – 1978), personaje realmente fascinante, parapsicóloga y astróloga austríaca que supo ser Presidente de la Sociedad Austríaca de Parapsicología y Fronteras de la Ciencia (entidad miembro de la Sociedasd de Entidades Científicas de Austria y ampliamente respetada por la calidad intelectual de sus integrantes históricos), y retomada más tarde por el doctor John M. Cage. Según esta teoría, los OVNIs serían seres vivos.

A mitad de camino entre lo físico y lo energético, alimentándose quizás y precisamente, de energía, vivirían o en la alta atmósfera o en el espacio mismo. Curiosos, con inteligencia elemental, la hipótesis de Serecki y Cage busca explicar el errático comportamiento y la imprevisibilidad de estos entes. Así, no hacen “contacto abierto” por la misma o similar razón que los animales silvestres pueden acercarse a los humanos por curiosidad o conveniencia pero siempre manteniendo prudente distancia. Su conducta en el vuelo es errática tal vez por razón proporcional a la que lleva a un animal a serlo buscando su propia comida o guiándose sensorialmente. Y hoy, en este marco de cuarentena, podríamos agregar: y ante el “silencio de la humanidad”, ante la falta de aviones en el aire, actividad contaminante de las plantas fabriles, así como tantos animalitos comenzaban a incursionar tímidamente en las grandes ciudades, “ellos” como os asustadizos peces de un estanque, vuelven a acercarse a nadar en nuestras aguas celestiales, más cómodos y confiados…

Medusa portuguesa.

La expresión “medusas del espacio” le fue dada porque las observaciones que despertaron el interés de tales investigadores fueron las conocidas (aunque no cuantitativamente significativas) apariciones de OVNIs con filamentos colgantes, a semejanza, precisamente, de medusas, como el sonado caso de Montluçon, Francia, del 21 de abril de 1957 (citado en pág. 52 de “Fenómenos insólitos del espacio”, de Jacques y Janine Vallée). Este es el típico reporte en proceso, por lo que por ahora no puede tener conclusiones.

¿Hay seres “vivos”, energéticos, que llamamos (o confundimos con) OVNIs y acuden a las orillas del estanque porque no hay humanos a la vista?. ¿Estamos a las puertas de comprobar cómo el Egrégoro del Miedo se manifiesta fenoménicamente? ¿Está vinculado con las “Trompetas en el cielo”? ¿Estará dentro de los planes de los “Poderes en las Sombras” aprovechar la reclusión forzada de media Humanidad para mover sus piezas también en el ajedrez ufológico?. Estemos atentos. Esto no termina aquí.

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