ILLUMINATI & EXTRATERRESTRES: LA CONEXIÓN ROCKEFELLER

ILLUMINATI & EXTRATERRESTRES: LA CONEXIÓN ROCKEFELLER

Era finales de 1995 cuando una noticia más circuló entre las agencias periodísticas: el “filántropo” Laurance Rockefeller, multimillonario de 85 años de edad a la sazón, estaba financiando un informe especial sobre OVNIs con destino final la Casa Blanca, así como para otros líderes del mundo. Michael Luckman, Director del CUFOS Nueva York, anticipó que ese informe “dispondría de la mejor evidencia posible en los testimonios de funcionarios, astronautas, militares, todo lo cual contradice las negativas históricas de la Fuerza Aérea sobre aterrizajes extraterrestres”. Amigo de Clinton y financista de su proyecto político, eso no obstó (o, quizás, le sirvió) para presionar a Clinton con la mira en una apertura de archivos secretos del gobierno estadounidense. Según ha admitido, incluso él, Laurance, era un ferviente convencido de un “ovnicrash” en Roswell. Pero la pregunta que debemos hacernos es: sabiendo la participación de la dinastía Rockefeller en el concierto Illuminati histórico, ¿era este apenas un adinerado “buscador de la verdad” o hubo motivaciones más siniestras detrás de su interés?.

Laurance

Estamos hablando de una de las familias más ricas e influyentes del mundo. Su hermano, David, es el presidente histórico del Citibank (estructura financiera responsable de los mayores lavados de dinero del siglo XX y de vehiculizar la debacle económica de países como Argentina), de Citigroup, decano de la bolsa en Manhattan. Ha sido política de la familia insertarse en instituciones supranacionales como la Comisión Trilateral, el CFR y el club Bilderberg. Si se duda del impacto de los Rockefeller en los asuntos internacionales, recordemos lo escrito por el investigador Martín Malachi: “David Rockefeller es hoy el representante más visible de esa clase predominante, esa fraternidad multinacional de quienes forman la economía global y manejan los flujos de capitales”.

David

Una rápida revisión de la Historia nos enseña que la familia Rockefeller tiene un largo y un poco infame expediente en sus implicaciones con causas sociales. Treinta años atrás, en tiempos de los radicales movimientos estudiantiles, esta dinastía era asombrosamente rápida a la hora de ofrecer fondos. Pero con condiciones. El ex líder estudiantil de los ’60 James Simon Kunen relata en su autobiografía cómo los Rockefeller ofrecían recursos económicos, ponían abogados para defender a los más radicalizados siempre que en el “paquete” se incluyera su propia agenda. Financiaban las demostraciones masivas en Chicago y fue en esa época cuando el entonces líder de las Panteras Negras, Eldridge, escribió que ya Laurance estaba detrás de ello. “Esta gente —por los Rockefeller— son un peligro para la revolución americana. Tratan de incidir en nosotros, no para que morigeremos su potencial peligro corporativo, sino para aparecer como un peligro más grande de lo que realmente son”. ¿Por qué querría un grupo de industriales y banqueros todopoderosos aparecer más como “malos” en lugar de mejorar su imagen popular? El periodista Frank Capell escribió: “los radicalizados no asumirán jamás el control de este gobierno, pero si aparecen como fanatizados en contra de un grupo específico de personas, les darán a éstos, como necesaria contrapartida, la excusa para victimizarse y justificar la inversión de medios para el control mental de la gente”. Siempre se solidariza uno con las víctimas. El dinero de los Rockefeller compró la revolución de los ’60 y la dirigió hacia donde al establishment estadounidense le convenía. Por eso hoy no queda nada de esa revolución.

Nelson

Pero el problema es que las operaciones turbias de los Rockefeller, sus manejos financieros multimillonarios, su peso en la política internacional, haría que tarde o temprano la opinión pública los percibiera como lo que son: parte del Poder en las Sombras. Parte de los Illuminati. Era imperativo comenzar una megaoperación “filantrópica”. No sólo en barriadas pobres, campañas de apoyo a víctimas de desastres naturales, dinero todo que en cualquier caso siempre es deducible de impuestos y sirve publicitariamente. Había que inficionar lo que verdaderamente era revolucionario. Lo que cambiaría a la gente desde dentro de sí misma. Lo alternativo. Lo espiritual. La Era de Acuario era la más peligrosa enemiga.

Fue en esos días de los ’70 en que Laurance (que falleciera el 12 de julio de 2004) escribía: “Nuestros sueños son tan ilimitados como nuestros recursos. La gente se rinde con docilidad y nos permite moldearlas cuando, por ejemplo, hacemos campañas de protección veterinaria de los animales domésticos. Las actuales convenciones educativas son tan difusas y permeables que nos resulta sencillo trabajar la voluntad de gente que es básicamente rural, agradecida, y pasiva (…). La tarea que nos hemos propuesto es darle a esta gente una vida perfectamente ideal y justa, que es precisamente la que tienen. Y aún más, trabajaremos sobre los niños para que lleguen a hacer de manera perfecta aquello que sus padres ya están haciendo, aunque imperfectamente, en el hogar, el comercio, el campo”.

Rockefeller, el vil ladrón se transformó así en Rockefeller, civilizador y humanitario. Un padre protector de niños que les enseña el camino correcto. Cuando en los años 20 John D. Rockefeller, fundador de la dinastía, abogaba por la “higiene racial”, una forma de hacer “humanismo” era, entonces, discutir la eugenesia, la esterilización total de las razas “genéticamente inferiores”. ¿Les suena a Alemania en los ’30?. Pues era EE.UU. en los ’20. De hecho, don Adolfo decía estar directamente influenciado por las “investigaciones científicas” de los Rockefeller, ya que a través de ellos había obtenido “legitimidad científica” para las leyes raciales nazis. Esto no obstaba para que de todas formas los Rockefeller buscaran “apoyar financieramente” a movimientos negros, como ya en fecha tan temprana como 1941 se buscaba hacer con el reverendo Divines y su “Misión de la Paz” (que entonces contaba con más de un millón de miembros y ganaba rápidamente la atención pública). La viuda del reverendo ha escrito que su esposo pudo mantener libertad de pensamiento y de acción rechazando el “apoyo” Rockefeller, pero otros no fueron tan afortunados. El método era sencillo: o se aceptaba la ayuda —con su “agenda”— o se destinaba una suma menor (pero más efectivamente) de esos fondos al ataque y vapuleado de aquello que quizás semanas antes se trataba de apoyar. El caso emblemático es el de Wilhelm Reich quien, según los dichos de los psicólogos forenses de la prisión donde murió misteriosamente en 1957, se quejaba permanentemente de no haber aceptado “ser una herramienta de los Rockefeller”. La Asociación Médica Americana (que de hecho estuvo enfrentada a Reich por décadas) comenzó a recibir en ese momento —cuando Reich fue encarcelado para morir— subvenciones sustanciosas. El gestor de los primeros contactos con Wilhelm Reich y luego con la Asociación Médica Americana había sido Laurance Rockefeller.

A partir de los ’60, Laurance decidió “apadrinar” investigadores de OVNIs y extraterrestres. Tal vez el más conocido “ahijado financiero” fue el doctor John Mack, psiquiatra de Harvard famoso por sus estudios sobre abducciones. Mack sostenía la teoría de que el abducido se encontraba en una situación comparable a la de un animal que es hostigado y debilitado para ser oportunamente trasladado a una reserva, sometido a intervenciones veterinarias, etc. El animal se siente acosado, perseguido, pero ignora que es por su “bien”. De allí se deduce una obviedad: para Mack, las intervenciones de alienígenas en sus procesos invasivos y traumáticos durante las abducciones “son para nuestro bien” y deben ser toleradas y aceptadas. Si nuestra especie está en peligro —esto sostenía Mack— los extraterrestres intervienen para salvarnos “a la fuerza”. Así lo expuso ante la MUFON entre otros ámbitos, siempre con el apoyo financiero —primeras ediciones de sus trabajos, viáticos de investigación, subsidio para gastos particulares— de Rockefeller. Uno más uno, igual a dos: ¿le interesa a Laurance Rockefeller que las abducciones sean “socialmente aceptadas”? Y si es así, ¿por qué?. Lo primero que se nos ocurre es que este giro de tuerca a las intervenciones y abducciones vuelve a posicionar a los extraterrestres —ahora, “grises”— en el papel de “hermanos cósmicos” tan grato al oído de la corriente New Age… y tan paralizante en términos de reacción psicológica.

Es interesante recordar que Mack bregó por establecer vínculos entre extraterrestres y ecología en muchos de sus escritos, siendo estas reflexiones —más que investigaciones— en particular apoyadas por los Rockefeller. Aquí recordemos que otro Rockefeller, Nelson, es quien más ha bregado para la “internacionalización” del Amazonas, argumento seudo jurídico que con la excusa de poner bajo la égida mundial la “protección y salvaguarda” del Amazonas como pulmón de la Humanidad (porque, ya se sabe, los brasileños son sudacas y seguramente solitos no se bastan) en realidad termina entregando el Amazonas (y todas sus riquezas, y todos sus secretos) a quienes verdaderamente manejan el mundo… ya saben quiénes.

Puede argüirse que las reacciones “liberales” de Laurance son una expresión de rebeldía ante los atropellos casi cósmicos e históricos de la familia. Es una explicación más psicologista que fundamentada y como tal, simplista. El libro “Ecopsicología” de Mack, editado por el Sierra Club y auspiciado por los Rockefeller, donde Mack plantea “cómo crear una nueva psicología para reinventar nuestra relación con la Tierra” es funcional al “pensamiento verde” de las masas. Que es sano, que es válido, pero que precisamente por eso es inficionado por los grupos de poder con fines ni buenos ni sanos. ¿Ustedes creen la honestidad de Tompkins empeñado en comprar más y más hectáreas de Argentina y Chile para “preservar la naturaleza” a la par de expulsar a los habitantes autóctonos de las tierras adquiridas? La gente común es ingenua, nosotros no podemos darnos ese lujo.

En el frente ecologista, Laurance Rockefeller financia también la “Fundación Verde” dirigida por Terence McKenna. Éste viaja de exploración en exploración investigando plantas psicoactivas y estableciendo cultivos masivos en Hawai. Una de las teorías de McKenna es que las sustancias psicoactivas botánicas usadas en las ceremonias indígenas primitivas permiten establecer contactos telepáticos con culturas alienígenas. Pero, sostiene McKenna, las culturas primitivas “han fallado en su misión” y él —el “patriarca”— debe liderar un retorno a un estado de aceptación mágica como primó en la Tierra 15.000 años atrás para recuperar esos contactos, desde una “perspectiva más sofisticada”.

Otras actividades interesantes de analizar de Laurance Rockefeller tienen que ver con su vinculación estrecha con el grupo de investigación GSW, dirigido actualmente por los ascendientes hombres de negocios neoyorquinos Sandra Wright Houghton y Bootsy Galbraith y la “Fundación Potencial Humano” (HPF) fundada por el senador Claiborne Pell sobre Iglesias evangélicas en dispersión reunificadas bajo su directiva… y U$S 700.000 donados directamente por L. R. Según Dick Farley, que trabajó durante tres años para la organización, el interés de Rockefeller parecía ser integrar en un solo pensamiento paradigmas religiosos y el interés por los OVNIs evaluando el discurso más afín con las creencias populares. Un dato: El presidente durante 1991 a 1994 de HPF fue el ex oficial de inteligencia y Coronel (retirado) Scott Jones, quien completó un doctorado en Física y también supo ser consultor contratado de la Agencia de Defensa Nuclear (1981-1985) antes de ser “asesor” del senador Pell (1985-1991) aparentemente ocupándose de los “intereses paranormales” de Pell.

Fue en esos tiempos cuando se convocó una “Reunión Cósmica de las Culturas”, un evento privado al cual asistieron además de Rockefeller, Mack, Jones y Pell, la reportera e investigadora Ruth Montgomery, el psicólogo y autor de libros sobre ovni Leo Asperjan, el psicólogo transpersonal Charles Agrio, la historiadora nativista Paula Underwood, el activista ambiental John Petersen, el autor Zecharía Sitchin, el psicólogo clínico Richard Boylan, el redactor especial de la revista “Omni”, Keith Ferrell y el director de la Universidad Jerome Glenn James Funaro. El mismo esotérico nombre de la reunión, por informal que fuese, presuponía dos cosas: (a) subordinar las discusiones al ámbito del contacto con civilizaciones no humanas, y (b) dar por sentado lo pacífico de ese contacto.

Es necesario aquí hacer una salvedad, porque nunca falta algún lector superficial: no es que no aceptemos la eventual benevolencia de nuestros visitantes extraterrestres. Lo que decimos es que, por un lado, muchos calificados investigadores llaman la atención, si no sobre actitudes hostiles, cuando menos hacia procederes que resultan indiferentes a la seguridad humana y de donde en ocasiones testigos presenciales de estos encuentros resultaron lesionados y hasta muertos. Y en segundo lugar, es sugestiva la insistencia de Rockefeller en realizar una verdadera campaña de relaciones públicas a favor de su hipotética bondad, casi, casi, como el relacionista público de una planta nuclear en construcción empecinado a pura sonrisa y algunos regalos dadivosos en convencer a los rudos habitantes de un poblado cercano de los muchos beneficios y ninguna dificultad de ser vecinos de una masa apreciable de plutonio moderadamente enfriado.

Joan d’Arc, seudónimo de una periodista del semanario “Newspeak” que asistió como oyente, señala que durante la conferencia se distribuía a los asistentes un cuestionario en el que, entre otras cuestiones, se preguntaba a los asistentes a qué organismo gubernamental o militar creían ellos que debía darse la tarea de administrar el primer contacto masivo.

No hacía tanto tiempo que su amigo personal, Ronald Reagan había dicho, en un discurso dado el 21 de septiembre de 1987 ante la XLII Asamblea General de la ONU: “En nuestra obsesión con los antagonismos del momento, nos olvidamos a menudo de cuánto une a todos los miembros de la humanidad. Quizás necesitamos un cierto peligro exterior, una amenaza universal para hacer que realicemos una alianza común. Pienso de vez en cuando cómo nuestras diferencias desaparecerían rápidamente si hiciéramos frente a una amenaza extraterrestre, de fuera de este mundo.”

En dicha conferencia algo más se puso de manifiesto: el consenso entre los presentes de que si ese contacto masivo se hiciera realidad, tal vez “ellos” no dirían simplemente “llévennos con su líder” sino preferirían iniciar tratativas con alguna agrupación o “familia” de incidencia mundial, con predisposición manifiesta para un “Nuevo Orden” y con capacidad de comunicación con organizaciones intermedias de impacto popular. Los Rockefeller, por ejemplo. Después de todo, la energía verdadera en este mundo no está en las manos de gobiernos, sino reside en las grandes corporaciones transnacionales. Ahora, de ser este el caso, Laurance ha hecho bien el papel de mediador entre la imagen pública de los extraterrestres y el control del pensamiento de algunos investigadores. En el medio, el control mental de la Humanidad ante esta revelación que shockeará sus mentes, sin duda alguna. Si esta teoría es correcta, debe imponerse gradualmente a las masas esa imagen. Tal “gradualismo” sería así un condicionamiento social dirigido por la clase dominante, la sociedad Bilderberg y la Comisión Trilateral. El investigador Glenn Campbell escribía:

“El encubrimiento OVNI es verdadero, pero el verdadero responsable no es el gobierno. El impacto de “La Guerra de los Mundos” de 1938 convenció a las clases superiores de que el populacho no estaba preparado, y no lo está todavía. De allí en más se ha dedicado mucha atención respecto a cómo producir una repercusión social mínima, y se ha colegido que lo más sensato es filtrar información gradualmente, en plazos muy prolongados». Ellos saben que no pueden admitir ningún contacto por mínimo que fuese sin terminar siendo forzados a revelarlo todo (¿usted puede imaginar a la prensa de todo el planeta demandando menos?). Como la caída del comunismo, una vez que la pared se agrieta, se vendrá abajo de una sola vez, sin oportunidad posterior de controlar la información. Este “lanzamiento gradual” consistiría entonces en aclimatar gradualmente y emocionalmente a la población a la forma y las ideas de la presencia alienígena, lo que más probablemente se puede hacer con más eficiencia por ficciones selectivas que por la verdad, porque las ficciones pueden ser controladas. Presentar situaciones noveladas que contengan solamente una porción de la verdad”. El resto puede ser pura dramatización, apta para distribuirla comercialmente. Así se obtienen dos resultados: el efecto psicológico deseado, y réditos financieros. Ya en uno de mis viejos artículos sobre los Illuminati señalé que la eficacia de los mismos estriba en que mientras las manipulaciones políticas o militares pueden ser o no exitosas pero siempre implican grandes erogaciones económicas y ningún resultado provechoso material inmediato, las manipulaciones de la corporación Illuminati satisfacen ambos planos, con lo cual son autosustentables y autopotenciables.

Como para llevar más lejos esta teoría, en el fin de semana del 18 y 19 de marzo de 1995, la compañía Walt Disney lanzó una transmisión simultánea de televisión, un supuesto “documental OVNI” en cinco estados: Connecticut, Tennessee, Alabama, Florida y California. Esta sorprendente producción fue acompañada por declaraciones públicas del CEO de WD, Michael Eisner (también miembro prominente del clan Rockefeller) haciendo afirmaciones como éstas:

  • “La Humanidad está en medio del acontecimiento más importante dela historia: un contacto real con vida inteligente de otros planetas”.

  • “Inteligencias de galaxias distantes están tratando de hacer contacto con nosotros, y esta noche presentaremos las evidencias”.

  • “Más allá de nuestras opiniones personales, seres inteligentes están invitando a la especie humana a sumarse a los planes galácticos”.

  • “En los últimos años naves alienígenas están llegando en oleadas a la Tierra provocando un tsunami de avistamientos”.

  • “Tan temprano como en 1947, grandes naves extraterrestres cruzaron el espacio gracias a su avanzada tecnología y si bien alcanzaron nuestro planeta, algunas de ellas se estrellaron en nuestros suelos”.

  • “Mostraremos todo sobre el accidente de Roswell y la recuperación de la nave y los cuerpos de tres expedicionarios no humanos, todo ocultado por el gobierno de Truman y su comisión de los 12” (Se refiere al controvertido Majestic-12).

A esto debemos sumar que en 1996, el ovnílogo Richard Boylan, presente en la conferencia de HPF, escribía que “hay una estrategia de cuatro pasos para revelar su presencia. Primero, al parecer están incrementando la frecuencia de sus apariciones así como lo expuesto de las mismas. No sólo aparecen más, sino en zonas cada vez más pobladas. Segundo, un número creciente de abducidos y contactados se avienen a comentar sus experiencias con psicoterapeutas, investigadores y público. Muchos investigadores y terapeutas han divulgado cifras que indican cómo se incrementan de forma significativa incluso los testimonios no solicitados. Tercero, muchos “contactados” en particular y ovnílogos en general se sienten obligados a traer el tema extraterrestre al debate público, y los informes provenientes de todo el país indican que es mucha la gente que está experimentando la urgencia de este propósito. Cuarto, el cambio de actitud de muchos gobiernos o líderes políticos, permitiendo filtrarse información hasta entonces clasificada, o proponiendo abiertamente el debate.”. Deténganse un momento. Repasen estos comentarios. Si la afirmación de Boyan es correcta, ¿qué es necesario para que este plan se cumpla en este orden? Que ambas partes (extraterrestres y algunos humanos) estén de acuerdo, porque este plan no funcionaría si una parte no es funcional a la otra. Y si el plan realmente está en marcha, entonces, realmente, hay un contacto encubierto entre extraterrestres y humanos con poder.

Boylan también sugiere que fuentes bien informadas en los comités nacionales republicano y demócrata estén intentando determinar si los OVNIs y particularmente el secreto del gobierno sobre ellos, pudieron ser un elemento de legítimo interés electoral en algunas de las últimas elecciones presidenciales. En una tentativa evidente de evitar ser tomado por sorpresa en cuestiones de acceso a información OVNI, el presidente nacional del partido republicano Hailee Barbour y otros funcionarios del Comité Nacional Republicano ha entrado en contacto con varios astronautas para aprender algo más sobre OVNIs. Por su parte, el Comité Nacional Demócrata está considerando agregar una o más preguntas relacionadas con OVNIs en un cuestionario nacional con miras a las próximas elecciones. La incidencia política de la “pasión OVNI” (porque es indudable que este tema genera expectativas, esperanzas, temores, es decir, respuestas elementales de nuestra afectividad) es tan significativo que aunque la cuestión de visitantes extraterrestres fuera sólo una hipótesis de experimento sociopsicológico, la fuerza e impacto que tiene en las creencias de buena parte de la humanidad podrían justificar que los Rockefeller estén ahí.

Incidentalmente, recordemos que Laurance Rockefeller fue el financista de la espectacular aparición pública del “Disclosure Project”, en mayo de 2001. Luego de las explosivas declaraciones de esa recordada rueda de prensa, donde científicos, militares, ex funcionarios gubernamentales salieron a la palestra advirtiendo algo así como “si no lo admiten ustedes —en referencia al gobierno— lo haremos nosotros”, y sin mella en la credibilidad y credenciales de los allí convocados, lo cierto es que a seis años de ese evento y fuera de sus declaraciones juramentadas, los integrantes del Disclosure Project no han presentado ni una evidencia física de sus afirmaciones. Esto ha provocado que aún pese al buen nombre y honor de los autoconvocados, buena parte de la prensa reaccionara con escepticismo y con mayor escepticismo aún pasado este tiempo. No eran fondos ni influencia política de lo que carecía el Disclosure para reunir sus evidencias. ¿Qué pasó? ¿Nadie se dio cuenta de que así provocaron el efecto exactamente contrario al que decían buscar? Pero, ¿y si fuera esto lo que precisamente deseaban conseguir?

La otra historia de Laurance

Creo que es obvio. Este autor desconfía de las “sanas” inquietudes de (que Dios lo tenga en su Gloria… y que no lo suelte) Laurance Rockefeller. Porque si por un momento pensé que podía haber una “oveja negra” en esta dinastía mundial, un producto transgresor y rebelde contra el imperio dominante, uno, buscando, encuentra otras cosas.

En 1969, Henry Kissinger tomaba el control del Consejo Nacional de Seguridad y del Departamento de Estado, y bajo su petición el entonces presidente Richard Nixon estableció una Comisión para el Crecimiento Demográfico, cuya dirección fue confiada a, ¿adivinen quién? Sí: Laurance Rockefeller. En un informe de 1972, esta comisión apelaba a un crecimiento demográfico cero, tanto en los Estados Unidos como en el resto del mundo. Paralelamente, la Oficina de Asuntos Demográficos del Departamento de Estado inició en 1970 la publicación de una serie de estudios que anticipaban directamente un llamado “Informe Global 2000”. A continuación, Kissinger tomó dos medidas para institucionalizar esta política de planificación del genocidio. En 1975 creó el grupo indicado sobre la política demográfica en el seno del Consejo Nacional de Seguridad y reorganizó el Departamento de Estado añadiéndole un nuevo servicio: el de la Oficina de Océanos y Asuntos Internacionales, Científicos y del Medio Ambiente. Esta oficina tiene la misión de supervisar las transferencias de tecnología al Tercer Mundo. Por iniciativa de Brzezinski y de Vance, el presidente Jimmy Carter encargó a esta oficina la preparación y redacción del Informe Global 2000. Participaron en la elaboración del informe varios bloques pensantes anglo-norteamericanos de la vanguardia del movimiento neomaltusiano —abogados del «pensar lo impensable» para reducir la población del planeta— como la rama norteamericana del World Wildlife Fund, Draper Fund y Population Crisis Comittee. [1]

Pero, ¿Qué era el informe Global 2000?

Simple: una proyección y aliento de las necesidades de disminuir drásticamente la población mundial (ver, por ejemplo, en http://www.bibliotecapleyades.net/sociopolitica/esp_sociopol_depopu13.htm) y el control de los recursos naturales, la manipulación psicológica de las masas —antes y después de ese corte raso maltusiano— y la organización social para el devenir. Para ello, se alentaban otras formas de “control”, ya que las guerras, si bien efectivas, generan demasiada destrucción natural y dejan una población sobreviviente con la que hay que hacer alguna clase de asistencialismo. Las respuestas: enfermedades controladas, SIDA, etc. Por esos rumbos campeaba el nene Laurance, el amante de la naturaleza, la ecología y los OVNIs.

[1] Información del desaparecido Andreas Faber Kaiser, en www.enclaveilluminati.com/article.php

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