GUARDIANES DE LA LUZ, BARONES DE LAS TINIEBLAS (Segunda parte)

GUARDIANES DE LA LUZ, BARONES DE LAS TINIEBLAS (Segunda parte)

CAPÍTULO 1 

     Crípticamente, el Priorato de Sión ha admitido que no todos sus miembros sean judíos. Esto, obviamente, se lee también de otra manera: que muchos de sus miembros sí son judíos. Empero ha tenido Grandes Maestres que abrazaban el tradicionalismo católico extremo y entre cuyos amigos más íntimos supo estar monseñor Lefebvre, un casi antisemita. ¿Cómo hacer compatibles los unos con los otros?. Sencillo: cuando la religión es sólo una excusa para ocultar otros fines. Unos fines que cruzan el tiempo como una flecha por cientos, si no miles, de años.

     Pero el tema es mucho más rico. Hemos demostrado, en otros lugares, que el poder político y económico de los principales países siempre tiene algún miembro sanguíneo profundamente implicado en el contacto con inteligencias no humanas. Los Bush, padre e hijo, tenían a Vannevar Bush como miembro del Majestic-12. Los Rockefeller tienen al fallecido octogenario Lawrance Rockefeller financiando grupos privados de ovnilogía, congresos y publicaciones. Y un actor de la historia política de Francia, ganador de la “Croix de Guèrre”, presidente provisional de Francia en 1969 y 1974, presidente del Senado francés en 1973, descendiente de merovingios y sospechado miembro del Priorato de Sión, André Poher, es tío del científico Claude Poher, investigador ovni “civil” y cabeza visible del GEPA (Groupement d’Études de Phenómenes Aeriens) francés.

     Historia + política + visitas extraterrestres + subordinación a órdenes espirituales. De eso se trata.

     “El verdadero creyente recibe la verdad donde quiera que se encuentra, y ninguna doctrina le parece menos aceptable ni menos verdadera porque la hayan expuesto Moisés, Cristo o Lao Tsé”. (Max Müller).

     A lo largo de los sucesivos capítulos de este trabajo, recorreremos simultáneamente dos realidades yuxtapuestas (y así debemos hacerlo para, macrocósmicamente, comprender la estructura multidimensional de la Realidad que aquí presentaré, y microcósmicamente obligar a ambos hemisferios cerebrales (los suyos) a interactuar en formas no ortodoxas, con el espíritu de un “koan” zen, detonando en el lector algún crecimiento interior. Porque no es inoportuno repetirlo una vez más: este trabajo no existe solamente para dar una información. Es en sí mismo, y así ha sido concebido, como una herramienta donde la lectura y la información trabajan sobre el crecimiento interior.

     Entonces, recorramos la historia de los hechos, pero no cometamos el error de verla como una sucesión de episodios sólo sociales y grotescamente materiales sino como lo que en verdad es: información organizada en el Tiempo y el Espacio.

     Para comprender mejor esto, tomemos conciencia de que no somos, ustedes y yo, verdaderamente entes materiales e inertes. A nivel atómico, cada átomo de nuestro cuerpo está a una distancia tan infinitamente pequeña y a la vez tan infinitamente grande que si un protón fuese aumentado al tamaño de una manzana, el átomo más próximo estaría… a cincuenta millones de kilómetros de distancia.

     Además, los átomos no son pequeñísimos corpúsculos, sino la probabilidad matemática de que “quantos” de energía estén en alguna organización en un momento y lugar dados, de manera que este cuerpo que parece tan material, este escritorio que parece tan tangible, son en verdad grandes espacios de nada donde aquí y allá se mueven, en organización, difusas nubecillas energéticas. E igualmente todo lo que vemos y tocamos tiene el mismo grado de imponderabilidad; en consecuencia, si creemos “ver” y “tocar” es sólo porque así interpreta nuestra mente una determinada sucesión de impulsos eléctricos llegados al cerebro. Pero como la percepción deforma la realidad (no vemos las cosas como son, sino a través del prisma de nuestra formación y cultura, por eso siempre interpretamos lo Desconocido en términos de lo Conocido), y si así no fuera las vías del ferrocarril se unirían en el horizonte (y ya sabemos no sólo que no se unen, sino que ni siquiera existe el horizonte), la realidad “ahí fuera” de nuestra mente no es, por consiguiente, como la percibimos. Ciertamente, todo es energía más información, aun cuando la segunda sea el orden de organización de la primera.

     Si Todo es energía, de pronto descubrimos que nosotros, seres materiales, ya no somos tan materiales y entonces proponer la existencia de seres espirituales “no tangibles” deja de ser una tontería supersticiosa pues sólo estaríamos refiriéndonos a otros seres de energía organizada, claro que con un orden de organización simplemente distinto. Pero como percibimos (vemos, tocamos) de acuerdo a la formación, la cultura, la enseñanza, es decir, el Paradigma impuesto por el Sistema dominante, no los vemos ni tocamos aunque estén ahí porque hemos sido condicionados para ser culturalmente ciegos (o informáticamente minusválidos) para percibirlos. El Paradigma hace que los pequeños dejen de ver elefantes rosados volando que tal vez, en este preciso momento, zumban por sobre nuestras cabezas.

     Me plagio a mí mismo de otro contexto: “Nos han venido ocultando esa otra Realidad, ya sea porque los Barones de las Tinieblas necesitan terminar de usufructuar ésta, ya sea porque conocerla haría que la Humanidad diera un gigantesco salto cuántico hacia un nivel evolutivo donde nos haríamos inmanejables para aquellos. Esa Otra Realidad implica, por ejemplo, el manejo del Ki Universal, el Orgón de Wilhelm Reich, los Campos de Vida, como prefieran llamarle. Esa Otra Realidad comporta la accesibilidad de la Radiónica, disciplina que trata del conocimiento y manejo de esas energías sutiles. Esa Otra Realidad manipulable mediante la Magia, la milenaria o la contemporánea.”

     Quizás hoy podríamos estar ya recorriendo los confines de nuestro Sistema Solar con naves tripuladas si los científicos se hubieran atrevido a considerar, a principios de los ‘70, al llamado “Motor Dean” una versión mejorada del cual (llamado “Vortella”) presentó un grupo de técnicos británicos liderados por el ingeniero Patrick Ryan. Se basa en un principio vibratorio que anularía parcialmente la ley de gravedad. Pero las academias científicas concluyeron que tal aparato “no puede” funcionar, porque “entra en conflicto con los esquemas matemáticos que indican que no puede hacerlo” (una verdadera perogrullada). Tales científicos recuerdan al Superintendente de la Oficina de Patentes de EE.UU. que en 1890 sugirió a sus superiores que tal oficina debería ser suprimida ya que “los estudios científicos apuntan a demostrar que todo lo que puede ser inventado ya lo ha sido”. Esto es increíble: pero lo tragicómico es que el gobierno de entonces le hizo caso y clausuró la oficina. Al cabo de un año, obvio, hubieron de reabrirla.

     Lo sugestivo de todo esto no es que haya un burócrata que creyera que, por ejemplo, nadie podría superar al globo como tecnología de vuelo. Lo sugestivo es que toda una cadena de mando político estuviera de acuerdo. Como se hace muy cuesta arriba suponer que en el conjunto de personas implicadas no hubo siquiera una que pidiera la revisión de esta medida amparada en lo absurdo de su naturaleza, es lógico concluir que desde algún lugar de poder sí se sabía que tal conclusión era falsa pero convenía a ciertos intereses hacerlo (que es lo mismo que decir que a ciertos intereses les convenía obstaculizar el progreso tecnológico de la humanidad).[1][1] A tales efectos, la soberbia del mundo académico es muy funcional; en 1902 el afamado astrónomo y matemático Sir  Simon Newcomb demostró (matemáticamente, claro) que nada más pesado que el aire podría volar. Al año siguiente, dos humildes fabricantes de bicicletas despegaron de Kitty Hawk.

     El academicismo que se titula científico es funcional a los Illuminati que, por un colectivo de razones que iremos desgranando, necesitan poner obstáculos al avance de nuestra especie. Critican y persiguen (hasta policialmente) a los “terapeutas alternativos” por “poner en riesgo” la salud de la población, ante propiedades supuestamente inexistentes de sus métodos o efectos peligrosos (recordemos el “Bio-Bac”, la “terapia de las uvas” para el cáncer, el método Hansen, la crotoxina, etc.) pero ellos mismos retiran de circulación periódicamente medicamentos que por décadas traficaron alegremente (recientemente lo han hecho con la droga analgésica y antipirética, de venta libre, “Ibuprofeno”, al advertir a la población mundial de las precauciones que debería tomarse en la ingesta por “haber descubierto” los riesgos cardíacos que implica). ¿Dónde quedaron los supuestos “protocolos de experimentación” que deberían haber cumplido?. ¿Dónde, las certezas científicas?.

   Nadie retomó las investigaciones del lingüista y astrónomo aficionado escosés Duncan Lunan, que en 1973, desde el Observatorio de la Universidad de Glasgow, descubrió señales de radio de una fuente no terrestre en órbita lunar desde hace unos mil años. Cuando la prestigiosa Sociedad Interplanetaria de Inglaterra procesó estos datos en sus computadoras, descubrió que tales “ecos” perfilaban una perfecta imagen de lo que conocemos como la constelación Bootes… tal como se la veía desde el Sistema Solar hace trece mil años. ¿Y saben por qué los científicos se han negado sistemáticamente a discutir los datos de Lunan?. Por celo profesional: Duncan es lingüista, no astrónomo, y los especialistas universitarios opinan a priori que si un tema es encarado por un no experto, necesariamente debe haber errores en su metodología, “ergo” en sus conclusiones, cuando no fraude o delirio.

     Es muy interesante observar que cuando los escépticos y “refutadotes profesionales” descalifican por fantasiosas estas pretensiones, lo hacen únicamente esgrimiendo los argumentos provenientes de los cenáculos académicos. Al ser ellos mismos no científicos (o, de serlo, generalmente poco relevantes en el mundillo académico) estos argumentos negadores se construyen, en el mejor de los casos, sobre la simple aceptación de la “bona fide” de los detractores. No se cuestionan si pueden emitirlos respondiendo a otros intereses, reconociendo desde el vamos una honestidad que se permiten poner en discusión respecto a los destinatarios de sus diatribas. Esto (aceptar sin reflexionar, indagar o chequear que hay una “ciencia buena” versus una “paraciencia falaz”) sí es una actitud ingenua, tendenciosa, propia de un pensamiento mágico y, sobre todo, fundamentalista.

     De resultas de lo cual concluyo que debemos cuestionar tanto la “historia oficial” que nos han contado, como la aséptica moralidad de la “ciencia oficial”. Hoy en día, el Paradigma del Sistema dominante pone en boca de los científicos académicamente respetables el juicio de valor que en la Edad Media se adjudicaba a la curia religiosa. Así nos fue. Así nos irá.

 (Continuará)


[1][1]Si alguno de ustedes va a contradecirme señalando que, después de todo, al illuminati que logró la suspensión la cosa sólo le duró un año con lo cual dicho retraso es apenas anecdótico, lamentaría señalarle una miopía histórica, y para ver las cosas en perspectiva, pongámoslas al revés. Supongamos ahora que desde el futuro, por razones cualesquiera, se decide interferir en un momento del pasado deteniendo un año la cadena de invenciones. Para los contemporáneos de ese año —y para algunas generaciones posteriores— puede parecer una minucia pero, ¿alguien se anima a calcular la multiplicación exponencial que esa perturbación ocasionaría proyectada al futuro en relación a lo que hubiera ocurrido de no haberse hecho?. A quienes tengan algo de poesía en el alma, les recuerdo el cuento de Bradbury, “The Sound of Thunder / El sonido de un trueno”.

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