Estancia “La Aurora”: 25 años después, ovnis y el milagro del Padre Pío

Estancia “La Aurora”: 25 años después, ovnis y el milagro del Padre Pío

Quien avisa no es traidor: no es ésta una investigación en profundidad y extensión (cuando menos, no como gusto concebirlas), sino simplemente un conjunto de observaciones y apuntes tomados sobre el terreno y la marcha, pero siempre algo es mejor que nada.

Había conocido La Aurora en el año 1990. Época de efervescencia “platillista”, de hippies trasnochados invadiendo el predio, buses repletos de personas con problemas de salud fletados desde distintas ciudades de Argentina, de “mantrams” resonando en las noches. Si bien el disparador original ocurrió bastantes años antes, el 4 de febrero de 1976, cuando en ese establecimiento agropecuario propiedad de la familia Tonna, ubicado en lindes del departamento Paysandú con Salto, en la República del Uruguay, una extraña luz descendió del cielo alrededor de las 22 horas, con movimientos pendulares, siendo observado por los propietarios y algunos peones. Cayó sobre un ombú, desgarrándolo y dejando un gran y profundo hueco en su centro, mató a algunos animales y desapareció.

Y a partir de allí, las apariciones comenzaron a multiplicarse. Por casi quince años tuvieron un pico ascendente; era cuestión de tiempo que la noticia corriera entre los lugareños, en la prensa local, la nacional y, finalmente, trascendiera al ámbito internacional.

A la izquierda, la gruta. A la derecha, la estancia, en esta vista de Google Earth.

Y al igual –casualmente, también en los ’80- que su correspondiente cordobesa de Capilla del Monte con su Cerro Uritorco, se transformó en la “meca” de investigadores y entusiastas en los OVNI. Incluso, concitó –no una, sino dos veces- la visita, a título personal, del ex astronauta Neil Armstrong (algo que algunas voces en Uruguay se empeñaron en desmentir pero que nosotros hemos probado fehacientemente).

Fueron tiempos nostálgicos y extraños, donde la cordialidad de don Ángel Tonna sirvió de puerta a más de un inadaptado que sin reparar en límites por su curiosidad, cortó alambrados, pisoteó sembradíos y alteró el ritmo biológico de los animales de granja. Los OVNI continuaron apareciendo y fueron muchos (no yo en esa ocasión) quienes los observaron, pero aún no era época de cámaras fotográficas digitales ni “camcorders” y por ello escasean las evidencias gráficas. Tuve –antes y después de aquél primer viaje- la oportunidad de entrevistar a muchos testigos y quedarme con la ácida sensación que el fuerte tinte “salvacionista” de relatos y protagonistas enturbiaba la realidad de la historia. Claro que uno –un servidor- también era otro. Más racionalista y, seguramente, intransigente. Y como mucha menos experiencia.

Gruta del padre Pío.

Fue por esos años que comenzó la asociación “Aurora-Padre Pío”. Si la serie de TV “Los Invasores” comenzaba con un relator en off diciendo “Todo comenzó una noche, con un merendero abandonado, con un hombre tan solitario que no podía continuar el viaje. Comenzó con la llegada de una nave de otra galaxia…”, podríamos decir aquí que “Todo comenzó con la aparición del padre Pío a unos acampantes en una noche solitaria, con un grupo de desahuciados que no podían contener su emoción. Comenzó con una sencilla cruz en el lugar de la aparición…” Porque así fue. Y, realidad o sugestión, comenzaron a multiplicarse los testimonios de aparición de ese fraile capuchino, milagroso y estigmatizado, que relataba casi de manera displicente sobre sus habituales “encuentros demoníacos”, cuya única relación con el lugar era que un cura de Salto agonizó y murió en Italia siendo asistido en sus últimos momentos por el sacerdote hoy tan famoso. Desmitifiquemos: el padre Pío jamás visitó Uruguay. Claro que hay otra arista, quizás no menos importante: la propia familia Tonna –concretamente, don Ángel y su esposa- era discreta devota de la figura del padre Pío. De modo que pasaron algunos años y se levantó, sobre campos que la propia familia liberó gratuitamente al acceso público (algo que molestó mucho a la iglesia católica local, que pretendía comprar el terreno) pero del otro lado del camino que lleva al establecimiento, una gruta con rocas del lugar, dedicada al monje. Hoy, un centro de devota peregrinación que fue lo que visitamos hace pocas semanas junto a un grupo de personas, nucleadas por las amigas Giselle Erba y Lilian Cuenca, del Instituto Akasha, de Montevideo. En todos estos años, me fueron llegando relatos más o menos indirectos sobre nuevas apariciones, curaciones milagrosas pero –esto es interesante- en forma inversamente proporcional a las apariciones OVNI: esto es, mientras se incrementaban las manifestaciones religiosas, decrecían las manifestaciones fenomenológicas. Ah, también y por supuesto, apareció la afirmación de la presencia de una “ciudad intraterrestre” (al estilo de su sucedánea “Erks” cordobesa).

¿Era casual?.

Tenía algunas sospechas. Hace rato que sostengo que el fenómeno OVNI (por lo menos, como se entendía, digamos, en la década de los ’60) está mutando, transformándose en otra cosa. La apariencia “mecanicista” del mismo fenómeno ha virado hacia un aspecto, si se quiere, más “espiritualista”. Esto no afecta sólo al universo de interesados e investigadores; se remite a la propia descripción del fenómeno y las “entidades” observadas (o contactadas) en asociación con aquél. ¿Es que existe una “moda interplanetaria” que abandona la escafandra plateada por la túnica alba?. No lo creo. Sí, que es la forma en que la inteligencia detrás del fenómeno elige para presentarse y así, condicionar creencias y conductas. Me he extendido sobre el punto (y mis hipótesis) en otros lugares, de forma que no seré redundante aquí. Baste decir que la información que me iba llegando de La Aurora y sus aledaños parecían alinearse con esa teoría, de modo que no desaprovecharía la ocasión de hacer, cuando menos, un relevamiento “de visu” un cuarto de siglo (uf, qué fuerte que suena así) después.

Algunos inevitablemente prejuzgan, y concluyen que todo esto es un “buen negocio”. Lamento decepcionarlos: no he visto negocio alguno aquí. A la estancia (aclaremos antes que oscurezca) no se permite el ingreso, y Tulio Tonna, su actual responsable, parece empeñado en quitarle entidad “espiritual” al lugar. “La Aurora” ha devenido, nuevamente, en simple establecimiento agropecuario, y nuestros intentos de ingresar y conversar con el personal fueron respondidos de forma descortés y grosera.

El bizarro cartel «de la NASA».

El viejo cartel de “dirigirse a la NASA” fue retirado (aclaremos: algo puesto no por ese organismo que, de todas formas, tiene nulo interés en el tema, sino por los dueños del lugar, también ignorantes que la cuestión UFO no se redirecciona a la NASA sino… a la NSA (National Security Agency) que no es lo mismo, obviamente). El único “negocio” –ni me atrevería llamarlo así- son dos puestos de artesanos a la entrada de la gruta, atendido por gente muy amable pero con nulo conocimiento de los hechos. El mismo acceso, ya dije, es gratuito, y no hay alojamientos, restaurantes ni áreas de aseo en las proximidades. Si se desea alojamiento, hay que dirigirse a la propia ciudad de Salto, a unos 5 km. Y los grupos o particulares que visitan el lugar, generalmente lo hacen “de paso”.

Sí se constata no sólo la profunda devoción de quienes asisten sino también (como ya expliqué párrafos arriba) el número creciente de visitantes. Esporádicamente se realiza alguna misa en el lugar, pero la Iglesia tampoco parece estar muy interesada en estimular el culto, por las asociaciones “extraterrestres” (como investigador con muchos kilómetros en estos temas, no puede dejar de llamarme la atención que en tanto algunos cultos “populares” y “paganos” como el correntino “Gauchito Gil” sí son cooptados por la iglesia, no solamente llevando allí su culto sino tratando de absorberlo, la sola mención de “ovni” les hace alejarse como de una celebración satánica).

Junto al grupo y varillas en mano, buscando líneas Hartmann.

De manera que allí fui, en una agradable tarde de domingo, con algunas ideas en mente. Queriendo relevar algo que, claro, no entraba en mi cosmovisión de veinticinco años atrás. En que en todo ese tiempo cuando menos, extendí mis horizontes intelectuales. Y en esta ocasión llevaba en mi bolso algo que no tenía tantos años atrás: equipos e instrumental radiestésico. Péndulos y varillas para medir las energías del lugar.

Ya he citado otros trabajos míos al respecto, como descubrir que en algunas “canchas de juego de pelota” en el México prehispánico, ciertas particularidades del lugar modifican el recorrido de las “líneas Hartmann” (líneas de “energía telúrica”, que como estrecha cuadrícula se disponen sobre toda la superficie de la Tierra formando una “malla” o “red” energética, algo así como los meridianos que la Acupuntura señala en el organismo humano). En esa misma línea de trabajo enfoqué este relevamiento.

Los alrededores inmediatos de la propia estancia carecen de interés (siempre, desde el punto de vista radiestésico). El hallazgo fue recorriendo el sendero que desde el camino lleva a la gruta del Padreo Pío. Allí, se van detectando, a una distancia aproximada de tres y medio a cuatro metros y paralelas entre sí, las consabidas líneas Hartmann. Hasta aquí, nada extraño. O sí. Como observaron varias de lasa damas que me acompañaban, las varillas radiestésicas, cuando se desviaban indicando la dirección de flujo de la línea de energía telúrica, siempre apuntaban a un poste de madera, de los regularmente dispuestos a la vera del camino, con carteles y pensamientos espirituales del propio Pío de Pietralcina (me veo obligado a detenerme y aclarar, en presunción de lectores que poco saben de mí mismo: no soy católico, ni adscribo a ninguna otra corriente cristiana). Parecería que alguien, previamente, había conocido el decurso de estas líneas y (¿azarosamente?. No lo creo) había dispuestos esos postes con las reflexiones precisamente sobre ellas (son las líneas amarillas rectas y paralelas de la captura de Google Earth del paraje).

Comportamiento de las líneas Hartmann sobre el terreno y perfil del aparente cráter meteorítico.

Pero la sorpresa llegó cuando nos aproximábamos a la propia gruta. Allí, las líneas de energía telúrica se curvaban ostensiblemente para confluir en la misma gruta. En lo personal sé que algunos colegas supondrán que esta “deformación» podría ser producto o bien de la masa volcánica rocosa (luego volveré sobre ella) como de la abundancia de cuarzos de la región. No estaría yo convencido: es demasiado intenso. Lo que creo, es que alguien “ancló” con técnicas espirituales un “sitio de poder” en la misma gruta. No es la primera vez, en la Historia y la Geografía, que esto es hecho, y todo estudioso responsable de Hermetismo podría hacer una larga lista.

Y aquí llego a la primera de mis conclusiones: la sucesión de apariciones OVNI de los 70 y 80, sirvió de “atractor” de masas humanas (tal como el Uritorco, después de todo) fuerte, emocional y espiritualmente motivadas, cuya energía fue “captada» por el lugar, sirviendo de iniciador, de disparador, de “anclaje”, precisamente, que después se potenciaría con una construcción “ad hoc”. Los OVNI atrajeron al lugar una continuidad temporal de energía humana luego continuada a través de la construcción consiente de un “sitio de poder”.  ¿Para qué?. Eso es pura especulación, allá cada uno con la suya.

No es casual la elección del lugar para la gruta. En el campo uruguayo, levemente ondulado, aparece un marcado barranco de afloramiento pétreo y allí se levantó el mismo. Observado desde el cielo –fíjense en la línea verde del diagrama- llamada poderosamente la atención la forma curva de ese afloramiento: ¿un impacto meteorítico?.

No tengo evidencia de ciudad intraterrena alguna. Tampoco, de apariciones milagrosas-aunque las declaraciones de los testigos me resultan confiables-. Pero sí me constan las apariciones OVNI de los 80 y, ahora, esta particularidad “geoenergética”. El nombre de los constructores nos es conocido, Guillermo Beckes y María de las Mercedes Schoenemman, escultores argentinos, con la colaboración de don Tonna, su esposa y, ellos mismos admitieron, “algunos voluntarios anónimos” que se acercaron al lugar. Hasta donde he investigado, ni los Tonna ni los escultores tenían la menor formación “iniciática”, excepto su profunda fe católica. Y pienso en esos espontáneos “colaboradores”, inhallables y que, tal vez, fueron los “cerebros” detrás de la edificación…

La desviación de las “líneas Hartmann” es un hecho verificable. La “mutación” del fenómeno OVNI a fenómeno “religioso” es un hecho social. Será entonces tiempo de comenzar a montar guardias, diurnas y nocturnas, en el lugar, realizar prolijas encuestas entre los asistentes, profundizar tanto en la investigación geológica como radiestésica, y quizás estemos a las puertas, si no de un “portal dimensional” cuando menos de algunas ideas para responder la pregunta crucial:

“¿Qué quiere realmente la inteligencia detrás de los OVNI de aquí y de nosotros?”.

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