Este trabajo de mi autoría data originalmente del año 1978. Si lo resucito ahora aquí es porque además de creer que merece una atinada difusión, lo hago porque impone una mesurada reflexión sobre las consecuencias contemporáneas que puede tener la fenomenología OVNI emparentada con nuestro más remoto pasado.
Reconozco que escribir esto puede parecer aventurar pseudo revelaciones de orden religioso. Imagino muchos fanáticos que de aquí en más podrían a partir de esto aventurar la “presencia del profeta” entre nosotros.
Y es que estoy hablando del profeta Ezequiel. Uno de los hombres que en la antigüedad –así parecen demostrarlo las Escrituras– fue “arrebatado hacia el cielo” por “la gloria de Jehová”. Sin entrar en discusiones de orden teológico, lo que para mí fue indubitablemente el secuestro de un ser humano por los tripulantes de un vehículo extraterrestre dirigido.
Años atrás, me encontraba repasando un dossier de material sobre el tema, en círculo de interesados, cuando nos detuvimos particularmente en el sonado “caso Cocoyoc”, la aparición de un OVNI sobre la localidad mexicana homónima y las fotografías –reales– que le fueron tomadas. Allí en realidad empezó esta nota.
“Este OVNI –me dije, mientras los demás se empantanaban en discusiones técnicas– es idéntico a la “nave de Ezequiel”. Más aún, ¡diría que es el mismo!”.
Confieso que me quedé de una pieza, observando estúpidamente las fotografías. Luego me golpeé la frente. El relacionar testimonio con testimonio, prueba con prueba, ha sido durante los últimos veinte años la llave que ha abierto algunas –no todas– las puertas de este misterio. Comparar caso con caso, pauta con pauta, no importando su localización geográfica ni su ubicación en el tiempo.
Esa noche regresé a mi mesa de trabajo y permanecí largo tiempo meditando sobre las placas. Hablar de la “nave de Ezequiel», a esta altura de las cosas, considero que es un tanto superfluo ya que los trabajos de Erich Vön Däniken y Josef Blumrich, en ese sentido, ya han recorrido el mundo. La historia es bien conocida: Josef Blumrich, científico de la NASA, condecorado seis veces con la “Medalla a los servicios Prestados” que otorga dicho organismo estatal, leyó hace unos años el libro de Däniken “Recuerdos del Futuro”, con la serena –e imprudente– convicción cientificista de que todo cuanto iba allí a leer era una sarta de absurdos. Se detuvo especialmente en el capítulo donde el escritor suizo se refiere a las observaciones del profeta Ezequiel y su interpretación de que se trataba de una nave extraterrestre. Blumrich le prestó una especial atención, pues dada su formación profesional podía opinar ampliamente sobre el asunto. Entonces fue en busca de una Biblia, ya que se sentía seguro de poder refutar al autor en pocos minutos. ¿Y qué ocurrió?. Pues que fue por lana y volvió esquilado.
Lo que de pronto sólo le iba a ocupar unos momentos, se transformó en largas noches de estudios, de pruebas, de análisis, buscando una explicación “coherente y terrestre” para algo que se le escapaba de las manos. Por fin tuvo que rendirse a la evidencia: en su descripción de la “gloria de Jehová”, Ezequiel relataba el avistaje de una nave voladora técnicamente posible. La figura de la izquierda del diagrama nos muestra la interpretación que Blumrich y su equipo de ingenieros hizo de las palabras del profeta. La de la derecha… el OVNI de Cocoyoc.
Este OVNI fue observado la mañana del domingo 3 de noviembre de 1973 por un matrimonio que no ha suministrado sus nombres (lo que invalida todo intento de publicidad) al que llamaremos Jiménez, la mucama de los mismos y varios niños.
Poco después de haber dejado la localidad nominada, mientras se dirigían hacia la ciudad de México, la señora Jiménez vio “algo” extraño en el cielo, haciendo que su esposo detuviera el coche y bajara a investigar. Vio entonces dos objetos que describe como peras, con una pequeña cúpula en su parte superior y varios tentáculos que se descolgaban. De su relato inferimos que dichos tentáculos eran rígidos.
Poco después de obtenidas las fotografías, los OVNIs se alejaron rumbo al horizonte. He aquí una comparación entre las palabras del señor Jiménez y las de Ezequiel, según La biblia, antigua versión de Casidoro de la Reina, revisada por Cipriano de Varela y cotejada con diversas traducciones, editada por la Sociedad bíblica americana:
“Detuve el coche, me bajé y vi un objeto realmente extraño, en forma de pera pero con su vértice hacia abajo y alrededor le colgaban unos tentáculos”.
“Y miré, y he aquí que un viento tempestuoso venía del aquilón, una gran nube, con un fuego envolvente y en medio del fuego una cosa como ámbar.”
“Debo hacer notar que parecía que los tentáculos le servían como medio de locomoción en el aire ya que los proyectaba en sentido opuesto del lugar donde se dirigía (…) y observamos que iba a aterrizar, proyectando los tentáculos esta vez como patas de aterrizaje”.
“Y en medio de ella, figura de cuatro animales. Y este era su parecer: había en ellos semejanza de hombre. Y cada uno tenía cuatro rostros y cuatro alas. Y los pies de ellos eran derechos como la planta de pie de becerro y centelleaban a manera de bronce muy bruñido”.
Además en las fotografías se observa una pequeña cúpula en la parte superior del OVNI (“y sobre las cabezas de cada animal aparecía una expansión a manera de cristal maravilloso, extendido encima de sus cabezas”).
En el diagrama comparativo que acompaña esta investigación, se observa claramente la sorprendente semejanza de las naves. Vale aclarar que no hace a la extensión de este trabajo detallar el método con que Blumrich reconstruyó el OVNI que había visto Ezequiel. El interesado encontrará al respecto abundante bibliografía en cualquier librería.
Semejanza 1: ambos cuerpos poseen prolongaciones o tentáculos que utilizan a manera de tren de aterrizaje y todos ellos terminados en bases planas o “plantas de pie de becerro”.
Semejanza 2: los dos cuerpos muestran claramente una línea divisoria que marca el paso de una línea aerodinámica de sustentación (inferior) a una de escape (superior).
Semejanza 3: las partes inferiores son geométricamente llamadas “toro” y señalan a estos cuerpos como aeroformas perfectamente ideales para el ingreso a cualquier tipo de atmósfera (algo así como un módulo de aterrizaje que dependa de una astronave mayor), ya que el toro permite atenuar el efecto de “pérdida” de un cuerpo que caiga libremente.
Semejanza 4: el extremo de la “pera invertida”, punto clave del sistema de propulsión (“… cuanto a la semejanza de los animales, su parecer era como de carbones encendidos, de fuego encendido, discurría entre los animales; y el fuego resplandecía entre ellos y del fuego salían relámpagos”).
Semejanza 5: las “expansiones de cristal” de Ezequiel, idénticas a las cúpulas que señalan las fotografías.
Semejanza 6: los “bordes de ataque” de estas aeroformas, que completan su imagen de “pera” o de trompo.
Tiempo atrás, Däniken aventuró que la nave de Ezequiel (el cual, tiempo después, desaparecería hacia el cielo por “gracia de la gloria de Jehová”) pudo haber secuestrado al profeta y llevarlo hacia el planeta de origen de estos extraterrestres, a velocidades superiores a la de la luz. Así, lo que para los tripulantes habría sido un viaje de unos años cuanto mucho, para un observador terrestre habrían transcurrido cientos o miles de años.
Quizás Ezequiel llegó a ese planeta, fue concienzudamente interrogado o tal vez preparado para alguna misión que desconocemos y así devuelto a la Tierra, tras otros años de viaje espacial… en la misma nave que se lo llevó, mientras que para nuestro observador (y suponemos inmortal) terrestre imaginario, habrían corrido casi tres mil años.
Pasaron los profetas, pasaron los tiempos bíblicos. Pero Ezequiel sería ahora sólo unos años más viejo, por obra y gracia de aquella contracción del tiempo a mayor velocidad que la de la luz que un viejito judío alemán llamado Einstein una vez planteó.
Por supuesto, esto no pasa de ser una mera disquisición. Pero la pregunta sigue en pie. ¿Ese plácido domingo mexicano, el matrimonio Jiménez observó el regreso de un hombre que había dejado la Tierra cuando Cristo aún no había nacido?.
Chi lo sá…