EL PUMA «EXTRATERRESTRE»

EL PUMA «EXTRATERRESTRE»

Como si de por sí éste no fuera ya un mundo lleno de misterios, cada día la crónica periodística nos alcanza uno nuevo. Algunos, trascendentes, filosóficamente complejos o, cuando menos, con cierto favoritismo en el plano de las excentricidades como para tener repercusión mundial: aunque le surjan imitadores advenedizos, “Nessie”, el monstruo de Loch Ness, siempre brillará rutilante en el Parnaso de la fama paranormal. Otros, exigüos, fugaces o meros actores de reparto en un filme clase B del enigma, una acotación al pie de página del guión trasnochado de algún Ed Wood de lo conspiranoico.

 Así, un día inopinadamente un camionero se cruza con un OVNI en alguna ruta solitaria y por esos correveidiles del periodismo su caso, sin color particular y vacío de glamour, adquiere repercusión internacional, y el tipo desayuna una semana después en un aeropuerto europeo donde la prisa de la primicia lo llevó con gastos pagos. Un mes después, claro, tras desandar el plató de programas de la tarde y compartir el foco de uno que otro papparazzi al lado de la vedetonga de turno, vuelve a su pueblo y consume los últimos chispazos de su deletérea fama narrando una y otra vez su historia en un bar, tan ignorante como el primer día sobre porqué le tocó a él.

Quizás en esos mismos días un capacitado investigador de lo paranormal arriba a alguna conclusión seriamente considerable: si sobre extraterrestres, fenómenos extrasensoriales o misterios criptozoológicos, que más da. Pero a pesar de sus mejores esfuerzos, penosamente sale algún suelto en las páginas interiores de un periódico arrabalero. Y ni quince minutos de fama, qué te tiró de las patas, McLuhan.

Eso sí: apuesto los pocos pelos que me quedan que el caso del ovni del camionero ocurrió en algún país del Primer Mundo y el desarrapado investigador consume sus afanes en algún país de la cintura para abajo del mundo. Del Ecuador, estoy hablando. “Para arriba”, el enigma ejemplar de los “crop circles”. Para “abajo”, bien abajo, aquì nomás, en Argentina, un felino misterioso en el que muchos creen, del que otros se ríen y hasta campea algún video por ahí.

 Y que quede claro: lo de «puma extraterrestre» no es porque piense que lo sea, sino para motivarles a seguir mi razonamiento.

Estamos en las afueras de esta Buenos Aires que insiste en llamarse la “París de Sudamérica”. Al norte de la misma, un agradable barrio conurbano es conocido como Vicente López. Y en enero de este 2012, año apocalíptico claro, numerosos vecinos comenzaron a dar testimonio de sus andanzas. Que lo vieron caminar por los muros medianeros. Que se almorzó el gato de una vecina. Que dejó marcas en una pared. Que otros lo vieron cruzando una bocacalle, lo más orondo. Que aparecieron sus heces. Que dejó pelos. Dos meses. Dos meses donde la cantidad de testimonios, aún cuando la “lógica” (veterinaria, si se quiere) se resistía a admitir su presencia, llevaron a la Municipalidad a organizar una sistemática cacería, colocando trampas con cebos vivos en distintos domicilios ante un puma que, quizás, había decidido en los últimos tiempos volverse vegetariano. Porque no hubo manera de echarle mano. Y mientras algunos especialistas sopèsaban las pruebas a favor y en contra de su existencia, por ejemplo:

 A favor:

  • la credibilidad de los testigos (cuyas declaraciones serían inevitablemente admitidas en cualquiere fuero tribunalicio por cuestiones ordinarias)

  • la desaparición como dijimos, primero de un gato, luego de otros y hasta un perro.

  • Las huellas, constatadas por personal especializado, en que se condicen en un todo con las típicas “almohadillas” de las patas de estos felinos.

  • Pelos, cuyo primer análisis los identificaba como de origen felino.

En contra:

  • un puma afila sus garras sobre el tronco de algún árbol, no una pared.

  • No se habría resistido a un cabrito vivo y balante a su disposición

  • una zona densamente habitacional como ésa debería haber generado más testimonios y “encuentros cercanos” con humanos.

… llegó una evidencia de peso: el primer video que lo mostraba en acción:

http://tn.com.ar/sociedad/00085002/es-el-puma-perdido

 … en el mismo se ve un felino, de unos 60 centímetros de largo, sin cola -quizás mutilada- y 40 centímetros de alto. No es un fraude: las imágenes han sido legitimadas por Germán Larrán, Director del Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible. Los críticos escépticos -casualmente, algunos nombres conocidos del ambiente refutador ovnilógico o parapsicológico también se enlistaron en esta cruzada de “ataquen al puma”, que hasta entonces habían publicado en sus blogs opiniones tendientes a ridiculizar a los testigos, suponiéndoles víctimas de alguna histeria colectiva o, peor aún, tontos fraudes para ganar una dudosa credibilidad- esos escépticos (perdón, panrrefutadores militantes, como me gusta llamarles1 ) tuvieron que llamarse a silencio: las imágenes, el material, los avales eran demasiado “pesados” para criticarlos con el desdén superficial que les caracteriza, aunque se disfrace de retórica semiológica. Por lo cual, astutamente, hicieron lo que mejor saben hacer: callarse, hasta que la “desaparición” del puma, sin nuevas víctimas entre michifuces y palomas, sin más testimonios atemorizados de vecinos, les permitiò reaparecer al grito de “si-no-se-volvió-a-hablar-de-ello-es-que-todo-era-mentira”.

Y parece que mucha gente (casi por ósmosis) terminò pensando igual. Si hubiera existido el animal, lógico, habría vuelto a atacar, o habría sido atacado. Lógico. Los funcionarios municipales lo habrían capturado. Lógico. ¿Lógico?.

Fue entonces cuando no pude menos que asociar las apariciones de este puma con otros tantos misterios de la Criptozoología. Loch Ness. Sasquatch. Ogopogo. Alma Ata. Yeti. Orange Pendek. Mokele Mbembe. Minhoçao. Yacumana. Todos entes ignorados por la Zoología convencional. Testificados por cientos, en ocasiones miles, de personas sensatas y en su sano juicio, absolutamente creíbles si se presentaran como testigos en un homicidio o un desfalco comercial. Con fotografías, moldes de huellas, restos de pelos, escamas o cuero, según el caso. Nunca un cadáver del monstruo. Y por eso, condenados a la mitología desvalorizada del periodismo sensacionalista. Porque para los “lógicos” es “lógico” que si esos bichos existieran realmente, en algún momento habríamos tenido que dar con sus huesos.

 Como en el caso de los grandes felinos de la campiña inglesa. Esas pantera negras que desde principios del siglo XX han sido observadas y en ocasiones fotografiadas y filmadas en territorios donde no deberían osar deambular porque, en todo caso y ya se sabe, son señoríos del mastín de los Baskerville. Pero, tozudos como ellos solos, siguen apareciendo. Y es obvio: descartadas posibles explicaciones convencionales como animales escapados de algún circo o mascotas exóticas exiliadas por un propietario hastiado, la explicación subsecuente es que se trataba de meros fraudes o, en el mejor de los casos, confusiones con el minino de alguna buena anciana.

Y dado que los felinos no leen la prensa cotidiana, nunca se enteraron de su razón de ser y origen y siguieron apareciendo en Gales, Inglaterra, Escocia y en alguna ocasión en Irlanda hasta el día de hoy.

 Estamos ahora sí en tiempo de entrar de lleno en la teoría que aquì propongo. Debo pedirles, en principio, un esfuerzo de abstracción: olvídense que les han “convencido” que es un puma, por descripciones y hasta imágenes. Olvídense de ello, y presten atención a esta proposición:

 El ente -sea lo que fuere- se comporta sociológicamente igual que el fenómeno OVNI, los eventos paranormales o el monstruo de Loch Ness. Como ellos, cuenta con testigos fidedignos, pero casi nada más. Como ellos, hay algún video o fotografía creíble, pero sólo unas pocas imágenes. Como ellos, hay “evidencia indirecta” (sea esta, radiación tras un OVNI, telekinesis tras un fantasma o huellas tras un “enigma criptozoológico”, no cambia el fondo de la cosa). Como ellos, tiene un “pico” de apariciones, hay una “oleada” de avistajes y luego nada, silencio. De todo esto deviene una (proto) conclusión: que las Inteligencias “Proteiformes” que por milenios han acompañado la evolución de la especie humana y que incidentalmente se han manifestado conforme al marco sociocultural del tiempo y lugar donde aparecen, ya sea como “ángeles”, “demonios”, “dioses”, “vírgenes”, “espíritus”, “monstruos” “naves extraterrestres”, “círculos en los sembradíos”, etc., sigue siendo tan proteiforme como siempre y ahora se le da la gana de manifestarse como aquello que nuestra dupla ojo-cerebro interpreta como un “puma”. Este episodio fenoménico (como también, no lejos en el tiempo y el espacio, la caída de un misterioso objeto tronante que destruyera una vivienda ocasionando una víctima fatal, también en el Gran Buenos Aires, y alrededor del cual aún se debate fieramente entre “creyentes” y “panrrefutadores”) podrá parecer una anécdota trivial de sensdacionalismo amarillista y psicosis vecinal, pero tiene otros ingredientes relevantes. Sin quieren, acoten la idea su menor expresión ilustrativa:

 Olvidando lo que la gente dice haber visto, si el fenómeno se comporta igual que las apariciones enigmáticas de la naturaleza que fuere, ¿no amerita ser considerado una más antes que abandonada por ser algo tan poco “paranormal” como un puma?.

Como diría el insigne pensador argentino Fabio “La Mole” Molly: “¿Queré más?”:

Si la manifestación sociológica del “puma” es igual a la manifestación sociológica del OVNI, por mucho que les repugne, ¿qué impide aceptar que tanto uno como otro son distintas manifestaciones de las mismas Inteligencias en las sombras, manifestándose así para provocar un evento social, psicológico o netamente parapsicológico?. Creo que sería importante tomar contacto con los testigos que dicen haberle visto y hacer un “seguimiento” de un par de años.

Claro que ustedes están en su pleno derecho de suponer esto una divagación y un dislate y el “puma”, invento de gente aburrida. Bueno. Pero no digan que no les advertí: la semana pasada, varios testigos -gente mayor de edad, seria y circunspecta- llamaron aterrorizados a la policìa de General Rodríguez -otro sector del Gran Buenos Aires- porque amanecieron con su veintena de gallinas destrozadas y semidevoradas, marcas de garras en las paredes del gallinero y pisadas como de “gato gigante” en el lodazal…

1“Panrrefutadores” porque gustan negarlo absolutamente todo, desde el I Ching a los OVNIs, desde la Homeopatía hasta las runas, y “militantes” por su actitud fanáticamente agresiva, descalificadora y pedante, donde la crítica “ad hominem” es la rúbrica imborrable de sus escritos.

puma

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