La historia es apenas incidental a nuestra peregrinación por tierras europeas: camino a la Costa Brava, un monte asociado a eventos paranormales, reses con extraño comportamiento y una extraña base militar y una trágica curva en la carretera son nuevos alfileres en la geografía del misterio.
Ya comenté en otros artículos que uno de nuestros anfitriones fue el amigo Josep Bello, en cuyo hogar de Vilajuïga hicimos “base” en nuestras andanzas por la zona. Volveré, inevitablemente, a relatar algunos hallazgos compartidos, pero me detengo aquì en lo que comenzó como un comentario anecdótico mientras viajábamos en su sufrido pero fiel “cuatro ruedas” por caminos catalanes.
Relataba Josep los extraños eventos que ocurren alrededor del monte Pani (en la fonética catalana será llamado “Peni”, siendo la expresión anterior el resultado de la pronunciación en castellano). Su nombre no me era desconocido ya que, por indicación del mismo Josep, tuve oportunidad de conocer los extraños eventos ufológicos asociados a la base militar que se encuentra en su cima, y cuyo “racconto” pueden ustedes ver aquí. De hecho, la misma, EVA 4 (Estación de Vigilancia Aérea) era sumamente interesante en su origen e historia: originalmente una base de rastreo estadounidense erigida en 1959 (en tiempos de la Guerra Fría, para monitorear, se decía, el lanzamiento de misiles soviéticos y uno sospecha que para vigilar otras cosas también) pasó, tardíamente, a la égida de las fuerzas aéreas españolas. Es ya en este período de su historia donde ocurre el Encuentro Cercano descripto en el enlace.
El relato de nuestro amigo sumaba a ello elementos más que interesantes: durante décadas fue imposible para la gente de campo tener ganado en sus cercanías, porque una parte significativa de los mismos “enloquecían” sin motivo aparente. Si ello se producñía por las radiaciones electromagnéticas de los vetustos radares de décadas pasadas o por alguna condición inherente al lugar, es tema de debate. Pero el hecho es real. Aún más; el mismo nombre del monte, Pani, parecería estar vinculado a la palabra “pánico” y, según otras fuentes, al dios Pan. Recuerdo que en esa oportunidad esta última posibilidad me pareciò improbable: ignorante de la “letra chica” de la Historia española, no comprendía porqué una deidad griega podía estar presente en el gentilicio de una montaña. Luego, ya lo saben los lectores que me siguen en los últimos artículos, encontraría el río “Argos” en Caravaca, me maravillaría con la ciudad grecorromana de Empurias así como numerosos asentamientos que en toda la geografía recorrida testificarían la presencia de fenicios, púnicos, cartagineses, griegos, romanos, tuaregs, celtíberos, visigodos, hebreos… ¿atlantes?. Pero no nos adelantemos. (Miren quien lo dice; aquél que necesita regresar pronto a España con más preguntas que respuestas).
Pánico o dios Pan, el monte llevaba lo suyo por otros motivos: en sus proximidades, no son sólo las vacas las que se alteran. Josep me relata dos hechos. Uno, proptagonizado por un camarógrafo alemán que, en la “Curva de la Muerte” (sí, ya estábamos llegando a ella, tanto en el relato como físicamente), tuvo la inevitable compulsión de arrojar al precipicio su costosísima cámara fílmica, que seguramente habría de costar un año de su sueldo y casi con seguridad su empleo. El propio hombre, pasmado, juró y volvió a jurar a quien quisiera escucharle que nunca supo porqué lo hizo; sólo la “necesidad” imperiosa de arrojarla al vacío y ya.
El otro episodio tiene ribetes graciosos, y lo protagoniza nuestro querido amigo. Técnico de una empresa española de telefonía, tuvo que concurrir en una ocasión a las oficinas de esa misma estación militar. Allí se encuentra con un compañero de trabajo de casi todos los días. Y nunca supo porqué, tuvo la “compulsión” (otra vez) de tratarlo con una formalidad excesiva, de “usted” (podría haber sido peor, podría haber sido afectado por la misma compulsión que el camarógrafo). Hoy todavía lo recuerda con una evidente muestra de humor e innecesario sentimiento de vergüenza.
Pero la cuestión no termina allí. Hablamos de esa “curva de la muerte”, un recodo en el camino de montaña que da a un barranco quizás de unos doscientos metros en caída libre. Allí, ha muerto mucha gente. ¿Accidente?. ¿Suicidio?. Todo es materia opinable. El punto es que automovilistas e han precipitado por el mismo para encontrar el inevitable final. Si se altera el comportamiento del vehículo por alguna extraña característica de la zona, o se altera la psicología de algunas personas, ignoro si alguna vez ser´dilucidado. Pero déjenme contarles nuestra experiencia en el lugar que, aunque no arroje luz, aproximará nuevos elementos de juicio.
Porque como imaginarán, bastó que Josep me comentara estos hechos para que quisiera yo detenerme a husmear en esa fatídica curva. Cosa que hicimos: aparcando el auto en un recodo, y emprendiendo el corto trayecto a pie hasta el espolón rocoso que se proyecta sobre el abismo. Como es habitual, enciendo mi videocámara y le pido a Mariela que, como buena sensitiva que es, me vaya describiendo su sensación en el lugar mientras caminamos. Aquí me detengo y aclaro: soy obsesivo en algunos detalles y uno de ellos, controlar, cuando filmo, que esté todo en orden: batería cargada, señal de “rec” en orden… y allí iba mi mujer, comentando la desagradable sensación que le transmitìa el lugar mientras yo acotaba y filmaba.
Llegamos al “espolón”. Me distraigo, sin apagar la cámara, echando una mirada panorámica sobre el lugar. Luego, vuelvo mi vista al visor de la cámara mientras camino en dirección al borde de la caída y allí descubro que la cámara estaba apagada. Imposible haberlo hecho yo. Como dije, la batería estaba (y siguió estando) en perfectas condiciones. Sé que estaba grabando, ya les dije lo cuidadoso que soy de esos detalles. Pero bueno, luego pensaría en detalle sobre ello, ahora mejor que pusiera atención en el precipicio –ya sentía a mis espaldas las recriminaciones enojadísimas de mi mujer y la preocupación evidente pero educada de Josep- tomara una nueva filmación y regresara. Aquí tienen el enlace a ese tramo del video -sin necesitar cuenta en Facebook- y con los regaños de Mariela que comienzan sobre el final, cuando interrumpo bruscamente la filmación. (Alojado también en Wuala y en Facebook).
http://www.facebook.com/v/399058043479755
Minutos más tarde, sentado en el interior del auto, repaso esta última filmación y quiero ver la previa, aquella que se había interrumpido. Inútilmente; la grabación estaba borrada completamente.
Organizando recuerdos, semanas después Josep nos comentaba en un mail: “Por el 84-89 estuve viviendo en Llançá, al lado del Parque de Bomberos. Les aconsejé sobre un par de inventillos, con lo que hice algunos amigos allí. Me contaron que se había descubierto una cueva con restos de cerámica de la edad del hierro y grabados en las paredes. Por curiosidad intenté buscarla, aparqué el coche al lado de la carretera y estuve mirando por los alrededores. He encontrado esta foto, seguro que recordarás el puente: http://cultura.gencat.net/invarque/FitxaImatge.asp?Cod_JAC=8858&Codi_Imatge=17430&Tipus=F . Como no la encontraba (la cueva), intenté seguir en dirección a Cadaqués, acercándome a la curva donde se te apagó la grabadora; pero, como te conté, la perrita que tenía entonces me impidió ir en esta dirección, metiéndose entre piernas, me habría caído encima de ella. Y todavía faltarían unos 50 metros para llegar a donde estuvimos con vosotros.”
Seguimos raudos nuestro viaje pues otros sitios de interés nos estaban aguardando. Pero llevé por un buen tiempo el resquemor de la grabación “perdida” y la íntima convicción que ese punto de la carretera ameritaba investigaciones más prolijas pues es indudable que allí operan fuerzas que escapan a nuestra actual comprensión.