“El propósito de los extraterrestres es religioso”
Ray Nielsen
Presidente de “Aetherius”, veterana sociedad inglesa de contactismo
Debo admitir que la razón que me llevó a escribir este artículo fue una pregunta que, casi inopinadamente, se apareció en mi conciencia mientras reflexionaba sobre el problema de los “contactados” (es claro que así me estoy refiriendo más a quienes tienen –o dicen tener- vínculos metafísicos y telepáticos que a protagonistas de “encuentros cercanos de tercer tipo”) y las “revelaciones” –monstruosamente bibliográficas- de fuentes tan inasibles como esos mismos citados mensajes. Porque mientras me interrogaba sobre el porqué de su “inmaterialidad” testimonial, su ambigüedad discursiva, su feérica dependencia de los dichos y no de los hechos, sospeché que todo ello podría tener otra explicación que no fuera la de alucinaciones, expresiones de deseos o parodias de ignorantes: ¿Y si el objeto de las revelaciones y las elusivas apariciones de contactos fuera preservar un libre albedrío (respecto de la toma de conciencia que implique modificaciones de posturas intelectuales que afecten lo espiritual) que de ser más evidente, por eso mismo no existiría?. Porque hay una lógica dentro de lo ilógico, una coherencia del absurdo: la documentación revelada mezcla verdades como puños, perlas de sabiduría, semi verdades, incisos absurdos, necedades, disparates sin sentido y grandes mentiras.
Estoy convencido que muchos canalizadores y contactados –no todos- contactan con algo. La pregunta es con qué.
Otra vez insisto con el concepto –que tal vez a esta altura aburra a mis lectores- de la necesidad imperiosa de cambios de paradigmas. De comprender que la evolución pudo haber seguido en otros planetas (o en otros planos de la Realidad) senderos absolutamente distintos. Cuando Arthur Clarke escribió aquello de: “una tecnología suficientemente avanzada lucirá como indistinguible de la magia” tal vez no estaba tan errado del camino que quiero proponer. Y que podría sintetizarse en la hipótesis de que la evolución tecnológica estrictamente material tiene un techo, pero como la intelectual y espiritual no, habrá de superar a aquella en algún momento.
Para ponerlo de otra manera: la evolución tecnológica pasará por diferentes fases, siendo la inmediata siguiente (extrapolando las tendencias actuales) la simbiosis entre lo biológico y lo electrónico-mecánico. Alguna vez escalará un peldaño, y la tecnología ya será psíquica-biológica. Y, dentro de milenios tal vez, el maridaje se dará entre lo espiritual y lo psíquico. No debe extrañarnos, entonces, que civilizaciones más avanzadas que nosotros en el futuro ya no cuenten con tecnología material por lo menos en el sentido en que nosotros las entendemos) sino la misma sea exclusivamente espiritual. Si la “técnica” es, según mi diccionario, “conjunto de procedimientos de que se sirve una ciencia o un arte”, “Habilidad para usar esos procedimientos” y “”Habilidad para hacer o conseguir algo”, es un hecho que puede perfectamente hablarse de “técnicas espirituales” con un fin en sí mismas.
La primera deducción que aplico a esta reflexión puedo plantearla entonces en forma de pregunta: ¿Por qué ha de despertarnos escepticismo que los “mensajes” de presuntos extraterrestres sean siempre tan “espiritualistas” si ése sería, precisamente, su ámbito de desenvolvimiento técnico?. Nosotros somos quienes estamos esperando que nos hablen de fórmulas, ecuaciones, tuercas y tornillos, porque ése es nuestro paradigma dominante. Y también: Si esas hipotéticas culturas desearan ayudarnos (no digo que así sea; sólo presento la especulación) ¿por qué ha de molestarnos que sólo se refieran a lo espiritual, si precisamente ésa es nuestra mayor carencia?. No quiero parecer un sofista, pero si alguien me replicara que lo que necesitamos y nos interesa es la cura para el cáncer, o la técnica de vuelo interestelar, sólo mostraríamos (a) nuestras carencias espirituales, y (b) que lo que nosotros creemos que necesitamos tal vez no sea lo que verdaderamente nos hace falta. Mi hijo de cinco años me exige lo que él cree que necesita: mi función como padre es darle lo que realmente (espero) precisa.
Se me acusará de ser demasiado “espiritual” en el enfoque ovnilógico. La inclusión de lo mágico brota de introducirnos en una Tecnología mística. De cualquier forma, la ovnilogía “científica” no ha progresado gran cosa, ya que avanzar hipótesis especulativas no confirmadas por un modelo experimental predecible por más que cuente con ropajes académicos es pura ilusión, como ilusión aparece la lectura mística. Es sugestivo que algunos científicos dedicados a la Ovnilogía (como Vallée, Hurtak o el propio Hynek al final de su vida) se inclinen hacia lo místico, mientras que técnicos o legos más papistas endiosen un “abordaje metodológico cuantitativo” y el uso de aparatología en un concierto lúdico que nos recuerda a los juegos tan “serios” de los pequeños que respetando más o menos lo formal, están vacíos de otro sentido que no sea el imitativo.
La discusión entre EBEs “espirituales” o “mecanicistas” puede resolverse así:
A medida que una civilización avanza, descubre que la garantía de supervivencia está dada por la anexión o interacción con lo espiritual. Como necesaria contraparte de la naturaleza física, sólo se evoluciona si el sistema está completo en sus partes. De lo contrario, desaparecen. Por ejemplo, una civilización solamente tecnológica sería dominada por su propia entropía en orden a la autodestrucción; o una solamente espiritual vería que su negantropía se ve superada por la entropía del medio. En consecuencia, lo espiritual equilibra negantrópicamente la entropía material.
En cien años solamente, hemos pasado del mecanicismo – positivismo al paradigma de la Nueva Era. Una civilización que avanza lo necesario para viajar por el Universo, debe haber integrado la variable espiritual. Pero cuidado; lo espiritual es una dimensión (con sus leyes, sus seres, sus jerarquías) y no solamente “lo bueno”, ya que existe una “buena espiritualidad” (¿Dios?) y una “mala espiritualidad” (¿Satán?). Yin y yang, complementarios y relativos.
Podemos pensar entonces en distintas culturas de EBEs con interacciones, contactos y manipulación de “lo espiritual” para sus fines. El manejo de acciones espirituales sobre nuestra pobre percepción de lo espiritual distorsiona la realidad OVNI.
Tal vez, entre las motivaciones de los EBES haya de todo, como entre los dirigentes de agrupaciones espiritualistas o religiosas: perturbados, fraudulentos, gente que usa medios espirituales para fines materiales, gente que usa medios materiales para fines espirituales, gente que realmente está sintonizada con jerarquías positivas, gente que realmente lo está con jerarquías negativas, gente que cree sinceramente en lo que hace como un fin en sí mismo y gente que cree sinceramente en lo que hace pero como un medio. Todos ellos pudieron haber elegido otras actividades pero, para bien o para mal, se desarrollan con una componente espiritual, como las empresas japonesas (por eso ambas van a seguir creciendo siempre).
Así, los EBEs pueden valerse de medios espirituales concomitantes con su tecnología, para ayuda (como misioneros), para expandirse (como pentecostales), para canalizar su negatividad (como la Orden del Templo Solar).
Sin embargo, no puedo evitar percibir un cierto tufillo, digamos, “fascistoide” en la forma en que se presentan estos mensajeros pretendidamente extraterrestres, con un giro particular propio de las épocas. Durante los ’50 a los ’80, existía una inobservada categorización entre el aspecto físico de los EBEs y sus intenciones: los “hermanos del cosmos”, portadores de reveladores mensajes, eran siempre estéticamente atractivos: altos, rubios, de ojos claros. En cambio, aquellos presuntos tripulantes de OVNIs con intenciones aviesas o en todo caso fríamente indiferentes a nuestras necesidades, eran pequeños cabezones, de piel aceitunada y, en el peor de los casos, oscuros enanos peludos. Empero, ya en los ’90 esta tendencia tiende a difuminarse y se reciben mensajes positivos de ambas “razas”. ¿Es que los segundos fueron conquistados por el Amor, o es apenas un reflejo de la cultura más versátilmente “light” de la década pasada?.
Otra de estas características estriba en el enfrentamiento entre facciones: casi todos los grupos de “contactados” están en conflicto entre sí: cada uno de ellos, como fanáticos neopentecostales, reivindica la veracidad de sus decires y sus mentores ante la falsía de los otros o, en este último caso –y no sé si para bien- se les atribuye inconfesados fines perversos.
Siempre, los ropajes de información son distintos, aunque el contenido es único:
– Los ángeles eran en realidad extraterrestres, o, en alguna excepción, ambos son aliados.
– El fin del mundo está cerca si no cambiamos.
– Jesús fue extraterrestre (físicamente o en espíritu)
– Existe la reencarnación
– También estuvieron vinculados a la Atlántida
– La vida después de la muerte continúa en otros planos.
– Existe una relación autoritaria detrás del mensaje: los amamos y les guiamos, pero no tienen posibilidad de salvación si no siguen nuestros consejos y sólo eso.
– Existe una confederación galáctica.
– Somos las “ovejas negras” de la Galaxia.
Si estudiamos el “camino del contacto”, observamos siempre esta secuencia:
– Se trata de una persona común, anónima hasta el momento de sus experiencias.
– Vive un episodio shockeante (encuentro OVNI, experiencia extracorporal o peritanática).
– Recepciona su primer mensaje
– Deviene la confirmación en los hechos: le es anunciada una aparición OVNI que realmente sucede, ocurre una catástrofe que le fue anticipada o, en un nivel más prosaico, acaece una situación personal en la forma en que le fue advertida.
– Comienza a recibir más mensajes.
– Forma el primer grupo de seguidores, entre sus allegados.
– Protagoniza, generalmente con este grupo, una segunda confirmación fáctica.
– Recibe mensajes apocalípticos.
– Institucionaliza su grupo: como religión, “grupo de difusión”, academia de enseñanza, etc.
– Esta etapa ocasiona pérdida de liderazgo o es seguido de un “aggiornamiento” u ocurren cismas.
– El grupo inicial radicaliza su postura.
– Adviene un Gran Final anunciado.
– Al no ocurrir, deviene una masiva decepción, con pérdida del grueso de fieles y desacreditación personal.
– Se construye una teoría autojustificativa, que hace cerrar filas en formas de autoprotección entre el grupo raíz.
– Pero, con el tiempo, éstos comienzan a disgregarse.
– El “contactado”, solo, decepcionado por el abandono de sus “Hermanos Mayores” que a esta altura generalmente ya no le contactan, sufre obsesiones compulsivas por recuperar el espacio perdido. Si no lo logra, deviene el suicidio (solo o en grupo), la reclusión, etc.
La observación de esas clásicas características del “contactado” llevó a los sociólogos Jean Fastinger, Henry Riecken y Stephen Schaiter a formular la “Ley de las Profecías Fallidas”, confirmada tanto por los seguidores de Giorgio Bongiovanni tras su fracasada predicción del Tiempo Final en agosto de 1991, como la anunciada destrucción de Salt Lake City el 21 de diciembre de 1954.
Tras el fallo de la profecía, los “fuertes” radicalizan su postura, siendo sólo los “débiles” los que se dan cuenta de la inexactitud de los mensajes y deciden abandonar sus ideales. ¿Son víctimas aquellos, “contactados” de la burla de sus “guías”?. ¿O quizás es un mecanismo de autodestrucción que impide que lleguen a ser creídos más de lo debido?. ¿O es todo un teatro orquestado por no sabemos quien?.
Aquí es donde deberíamos detenernos y explorar otra vertiente sugestiva: la que afirma que tales “mensajes” son irradiados desde alguna “central de poder” bien terrestre. Con fines inconfesos, sociedades secretas o grupos de inteligencia militar podrían estar realizando masivos experimentos de “control mental” sobre la población (recordemos el nefasto MK – Ultra y su descubrimiento que microondas dirigidas podrían provocar alucinaciones auditivas y visuales). Siendo consciente del poder en las sombras de ciertas órdenes plutoesotéricas (si se me permite la expresión) no me extrañaría que esta variable tuviera más peso del que se le asigna, y se me ocurren varias posibilidades:
a) Servicios de inteligencia gubernamentales que desean crear la expectativa de visitantes cósmicos, ora benignos, ora malignos, para encontrar así apoyo popular en masivos gastos de armamentos ante un “enemigo” que, por no existir, no puede revelar la falacia de tal proposición.
b) Un grupo de élite económico que históricamente viene transmitiéndose de generación en generación el control del mundo (¿sabían ustedes que el 80 % de los recursos de Estados Unidos y Europa están en manos de sólo doscientas familias muchas de ellas emparentadas entre sí?. ¿Sabían que hasta antes de James Carter, de 37 presidentes norteamericanos 21 estaban emparentados?. ¿Qué hubo en la administración gubernamental de USA 17 Kennedy, 14 Tyler y 21 Cooledge?) y que necesita mantener ciertos paradigmas culturales para dirigir el criterio de las geopolíticas y el desenvolvimiento de las demandas mediáticas?.
c) Una sociedad espiritualista que de esa manera distrae de sí mismos la atención de los espíritus más esclarecidos.
d) Nazis y su organización, sobrevivientes de la Guerra Mundial –sabido el profundo interés de los hombres de la swástica por lo oculto- que desde las sombras preparan su advenimiento: los extraterrestres benévolos son demasiado “arios” para mi gusto.
Crear una “religión del ovni” tendría, para ciertos terrestres, beneficios claros: se dispondría de miles, decenas de miles de fanáticos latentes esparcidos por el orbe (lo cual tiene un peso político considerable), además de desacreditar a una ovnilogía seria. Pero, claro, también tendría beneficios para los extraterrestres, ya que les pondría su disposición una amplia y variopinta colección de cobayas disponibles, así como una quinta columna incondicional.
Tal vez una sensata forma de distinguir a “guías” creíbles de “guías” manipuladores y perversos sea, especialmente en los contactos iniciales, someterles a ciertas preguntas esclarecedoras. En lo personal, decidiría desconfiar de cualquier respuesta tipo “¡Hombre de poca fe!. ¿Porqué preguntáis (digo yo: ¿porqué siempre los “guías” hablan en castellano demodé?) y no aceptáis con humildad nuestra advertencia en este Final etc..etc…etc…?”
Una pregunta que formularía es, dado que suelen advertirnos que la destrucción de nuestro mundo (estallidos nucleares, catástrofe ecológica o lo que venga) perturbaría el orden cósmico, lo que preguntaría, digo, es cómo es eso posible. Día a día, sistemas enteros –que no sólo minúsculos planetas- entran en colisión, son devorados por agujeros negros, estrellas colapsan y estallan en novas o supernovas, y por muy apocalíptico que sea para sus vecindades, el resto del cosmos (nosotros, por ejemplo) no sólo no somos afectados sino que, de hecho y si no fuera por nuestros astrónomos –y periodistas- ni siquiera nos enteraríamos.
La epopeya del contacto tiene hitos contradictorios, bizarros y conflictivos. Como la aparición, el 7 de agosto de 1967, de un individuo en el Centro Médico San Bernardino (un centro de seriedad reconocida, al punto que se encarga de los análisis para el Cuerpo Técnico de la Policía Judicial), en la ciudad de Caracas, Venezuela. Pidiendo una entrevista con un clínico, al solicitársele sus referencias da un nombre casi ridículo: “Astrum”. La enfermera simplonamente interpreta que es un apellido (sin las obvias connotaciones cósmicas y lo deriva al gabinete del doctor J.L. Sánchez Vega quien, al hacerle un superficial chequeo general, comprueba cosas que le incomodan: un pulso increíblemente lento, una capacidad pulmonar exagerada, ojos casi noctilucentes. A lo cual, este caballero “Astrum” le dice que no se preocupe, que en realidad es un extraterrestre circunstancialmente en nuestro planeta (y que, tal vez por recomendación de su médico de cabecera extragaláctico, decidió no permitir que ese detalle de un paseíto por la Tierra impidiera su habitual control médico, seguramente). Para ratificar su exposición –y evitar ser derivado al consultorio psiquiátrico- levitó, ante los asombrados ojos del facultativo, un lápiz que éste poseía en su escritorio. Y después, simplemente, desapareció.
¿Es acaso creíble que un supuesto extraterrestre decidiera someterse a un chequeo médico con un profesional cualquiera para suspender la revisión en medio de la misma y anunciar lo obvio, desmaterializándose después?.
¿Es el caso real?, es lo primero que nos preguntaremos. Para simplificar los alcances de este trabajo, sólo diré que confío en las fuentes bibliográficas la mayoría, de donde he tomado la casuística que empleo a modo de ejemplo. El criterio de credibilidad está dado por un largo seguimiento de la misma y por los antecedentes de sus autores. Así que partiendo que el hecho realmente existió para el autor de estas reflexiones, sólo queda preguntarse el “para qué”. Un supuesto extraterrestre se cae en una consulta médica para terminar revelando lo obvio. Un médico responsable y oscuro de cuya traumática experiencia no depende una explosión mediática. Más allá de las transformaciones que en lo personal haya sufrido, el testimonio sigue las vías usuales: una denuncia policial que genera una discreta y escéptica investigación judicial la cual termina en una vía muerta; un ser humano conmocionado y un entorno afectado en grado diverso, donde el índice de impacto y verosimilitud decrece en la medida que nos dirigimos a la periferia de dicho entorno.
Sin embargo, es evidente que este lento proceso de concientización (si eso es lo que tienen en mente los hipotéticos extraterrestres) surte efecto: cada caso genera un patrón de consecuencias similares, pero la multitud de casos acaecidos me hace pensar en un calmo estanque de agua donde arrojamos un gran puñado de piedras: cada una generará su propio patrón de ondas circulares, pero todas irán afectando a las más inmediatas generando nuevos patrones que afectarán entonces a las más alejadas; a los segundos de arrojar las piedras, el estanque ya no está en calma, ni siquiera se observa un gran número de círculos abriéndose en distintos puntos. Ahora la totalidad de la superficie de la masa líquida se agita erráticamente con olas, encrespada.
¿Será este símil lo que la inteligencia rectora tras los OVNIs quiere provocar en nuestro Inconsciente Colectivo?.
Si de eso se trata, nada mejor que generar ondas “de choque” opuestas; a los contactos benevolentes le sucederían situaciones pavorosas, y viceversa. Como en un cósmico “koan” zen donde el maestro, después de revelar una verdad a su discípulo, hacérsela vivenciar y vivir conforme a ella, le dice jocosamente que no debió haberle creído (provocando un conflicto intelectual de tal naturaleza que sólo puede resolverse –si es que el discípulo está preparado- con una “disrupción de la conciencia”, un “golpe intuitivo”, una iluminación, en síntesis, la inteligencia detrás de los OVNIs nos somete a un doble juego de mentiras y verdades. El problema, quizás, es que nuestra naturaleza maniquea nos lleva a encajar tal dualidad no como producto del mismo fenómeno sino con orígenes distintos para satisfacer así nuestra necesidad del Bien versus el Mal. A los “venusinos” simpáticos de Adamski , a Ashtar Sheran y otros, le suceden los misteriosos “suicidios inducidos” de Tarrasa (España), donde el 20 de junio de 1972 José Rodríguez Montero, de 47 años, y Juan Turu Vallés, de 21, tras haber recibido un mensaje de sus “hermanos de las estrellas” apoyaron las cabezas sobre el riel del ferrocarril. O los dos jóvenes que con sus rostros cubiertos con máscaras de plomo y también anticipando haber recibido una invitación a pasear por el espacio, se suicidaron envenenándose el 20 de agosto de 1966, en el Morro do Vitem, Brasil, un caso con grandes repercusiones que extrañamente fue imitado por dos adolescentes exactamente en el mismo lugar en octubre de 1972. O los imitadores de los suicidas de Tarrasa, Francisco Saireo, de 16 años, y J.J. Gómez Vargas, de 18, que hicieron lo mismo por las mismas razones en cercanías de Lérida. O el llamado “caso Cáceres”, dos soldados españoles que se dispararon uno al otro, después de haber sido invitados por una “dama de blanco” (¡) que se les apareció durante su guardia nocturna, a visitar de ese modo otro planeta. Y por qué no recordar a la Orden del Templo Solar, o a Applewhite y su grupo “The Heaven’s Gate”.
Creo que más por reacción defensiva que por razonamiento veraz, aún quienes son acérrimos defensores de la realidad extraterrestre y sus contactos oponen, para estos tristes episodios, dos –y sólo dos- explicaciones: o bien las víctimas estaban irremediablemente perturbadas, o bien fueron seducidos por el “lado oscuro”, extraterrestres “negativos” empeñados en la perdición de los espíritus humanos. Claro que aplicando el mismo razonamiento, si dos personas que se suicidan por creer haber sido invitadas cósmicamente son alineados, ¿porqué no harían de serlo también todos los que reciben esos contactos espaciales?. El problema es que muchos “contactados”, tal vez una gran mayoría, no son más alineados que todos los demás habitantes del planeta (y, en ocasiones, aún más cuerdos, más morales, solidarios y sanos). Además, en algunos de los casos citados, cuando se contó con materiales suficientes como para elaborar perfiles psicológicos de las víctimas (como en el caso de Heanven’s Gate, donde tenemos a nuestra disposición desde el testimonio de familiares, videos antiguos y recientes, grabaciones, correspondencia y un largo etcétera) lo que más desconcierta a forenses, policías, investigadores de toda laya es que las víctimas no presentaban ninguno de los síntomas que habitualmente se adjudica a quienes son “programados” por las sectas. Eran personas sensibles, cultas, lógicas, que comprendían perfectamente la sucesión de eventos, estaban ubicados en tiempo y espacio, lamentaban el dolor que causarían a sus familiares y trataban de consolarles y explicarles en sus entrevistas pregrabadas el porqué. Mientras una y otra vez contemplaba las videoconferencias que ofrecieron antes de morir, sentí correr el frío por mi espalda: eran personas normales en situaciones anormales. Sabían lo que estaban por hacer y sus consecuencias. Y me he preguntado muchas veces (aunque ésta es la primera vez que lo admito públicamente): ¿Y si tenían razón?.
Esto es sólo una hipótesis de reflexión, ni siquiera de trabajo, y ante una sociedad hipócrita como la nuestra (aún entre muchos que se declaran fervientes partidarios de la espiritualidad) desconfío que mis razonamientos sean seguidos sin ser execrados de antemano. Pero como, ya saben, tengo la mala costumbre de pensar en voz alta, aquí va:
Aún las personas defensoras de la vida después de la muerte y quienes construyen toda una filosofía alrededor de la pervivencia del espíritu después de la transición y en otros planos, y (supongo que para no despertar las iras de la opinión pública) se refieren a sucesos como los descriptos como “la deformación de enseñanzas”, “un camino equivocado”, “mentes perturbadas y autodestructivas”. Es posible. Pero, si admitimos la existencia de “algo” después de la muerte, y que ese “algo” continúa su evolución en otros planos o mundos, ¿qué nos impide pensar que el suicidio pueda llevarnos a esos planos?.
Sé que aquí se formarán dos corrientes de lectores: los que seguirán considerando que lo que hizo esta gente fue una estupidez, y los que hablarán de “involución” en lugar de “evolución”. Con los segundos estoy de acuerdo; sólo que se trataría de una cuestión de matices y no de eventos. Un plano “más arriba” o dos planos “más abajo”, adónde irá el suicida es una discusión bizantina a los efectos de este trabajo. A los primeros, sólo quiero, modestamente, señalarles su propia contradicción: creen en una vida después de la muerte, quizás mejor que ésta, inefable, pero entienden que tan natural como acceder a ella después de una muerte no deseada es irracional suponerla de nuestra propia mano
Pero volvamos al planteo maniqueo de líneas arriba: o suponemos locura en estos suicidas, o fueron arrastrados por entidades negativas. Habiendo señalado lo endeble de suponer lo primero, pasemos a lo segundo: ¿qué prueba tenemos –tienen los contactados- que existen “extraterrestres positivos” y “extraterrestres negativos”?. ¿Porqué no podemos suponer que nuestra dualidad entre el Bien y el Mal, a la que somos tan afectos pero es en realidad sólo una expresión de nuestro propio primitivismo psicológico –porque sólo una mente primitiva antepone lo bueno a lo malo, lo claro a lo oscuro, conservadores versus liberales, Boca – River y toda una serie de antagonismos sin entender que el Universo es una sucesión infinita de matices- no existe en otros planetas o en otros planos?. El fanatismo de cualquier índole (otra expresión común a ese primitivismo psicológico del que hablaba antes) se caracteriza precisamente por un “o estás con nosotros o contra nosotros”, expresión de un absoluto irreconciliable con una realidad impregnada de relatividades. Si aún la –mítica o real, cada uno tiene su opinión- imagen de Satanás posiblemente no deba verse tan maligna como se nos propone (ver mi artículo “Satanás: el eterno Prometeo” en “Al Filo de la Realidad” Nº 15) es concepto de “bueno” o “malo” aplicable a la intencionalidad de un ser extraterrestre o extradimensional es poco menos que infantil. Por razones que se nos escaparían (seguramente por ese mismo abismo evolutivo que nos separa) la entidad que hoy cura el cáncer de una pequeña durante una visita de dormitorio podría ser la misma que mañana nos invite a suicidarnos para reunirnos en alguna gigantesca nave espacial de visita. Por simple economía de hipótesis, estamos ante un enigma. El de las visitas cósmicas y sus mensajes. Deberíamos comenzar entonces por suponerles un origen, independientemente de la diferencia, no se de sus manifestaciones, sino de sus supuestos propósitos.
El contactado Francisco Padrón supo escribir: “A raíz de los contactos me sentía como un autómata; tuve que luchar y rebelarme contra ellos, porque se me imponían una serie de ideas que desde luego no eran mías. Tuve problemas de desdoblamiento de la personalidad”.
Abducidos & Co.
Si bien no debería incluir en este trabajo a quienes han sido víctimas de abducción, me veo obligado a hacerlo con la salvedad de señalar que estos comentarios sólo son aplicables a aquellos que tras su experiencia devinieron en “contactados”. Si bien es cierto que se pueden inducir ciertos “raptos imaginarios” (por ejemplo bajo hipnosis) aparentemente iguales a los reales, aquellos no provocan efectos emocionales, tales como amnesia, sueños y pesadillas. Además, las lesiones de los abducidos reales no son psicógenas porque no se presentan abiertas.
Hay un perfil común en los abducidos: baja autoestima (pero esto también significa humildad), cierto grado de desconfianza, no se sienten a gusto con su cuerpo, presentan cierta perturbación de su identidad, déficit en la esfera interpersonal y fenómenos paranoides ligeros. Esto puede interpretarse de dos maneras opuestas: o el fenómeno es consecuencia de ese perfil, o ese perfil atrae al fenómeno.
Según el extraterrestre “contactador” (¿es correcto como opuesto a “contactado?) Seth: “…soy simplemente una esencia de energía personal que ya no está centrada en la materia física, una entidad no humana, sino una organización simbiótica de conocimiento de sí mismo extraída de una diversidad de fuentes de inteligencia y cuyo “campo de conciencia” ya no se encuentra en el reino de la materia o de la energía que ustedes conocen sino en un nivel de existencia algo distante del vuestro”. ¿Ángel o demonio?. Ni lo uno ni lo otro: simplemente, una entidad espiritual. Esto parecen ser, en síntesis, nuestros cósmicos amigos.
Es posible entonces que encontremos aquí una nueva correspondencia entre las apariciones marianas y lo extraterrestre. Sólo que esto último impulsa a la tecnología; aquella, retrotrae a lo inicial, es conservadora. Ambas son fuerzas de modelación del psiquismo humano. El OVNI es “luciferino”. La aparición, “yaveística”. Y tal vez hacen esto, porque la remodelación de la dimensión espiritual haga a su propia expansión. Todo ser busca alimentarse, reproducirse, conquistar territorio y evitar en lo posible el dolor y la muerte. Esta reacción es intrínseca a la naturaleza, en cualquier parte del Universo y de cualquier orden de evolución que estemos hablando. Y los seres espirituales no son ajenos a este principio.
Transcomunicación y exorcismos
Desde que el doctor Kenneth Ring propuso que las similitudes entre las experiencias cercanas a la muerte, las de tipo extracorporal y ciertas abducciones tenían demasiados elementos en común como para ignorarlas, surgió la idea, cada vez con más fuerzas, que tal vez el “plano” de existencia de las entidades que abducen o contactan no sea distinto de aquél habitados por los seres espirituales de todas las culturas. Y cuando en prácticas de “psicofonías” ciertas fuentes productoras de mensajes se autoidentificaron como “extraterrestres” surgió la polémica: ¿servía la Transcomunicación Instrumental igualmente para contactar extraterrestres y difuntos, o eran los segundos que se hacían pasar por los primeros?. ¿Y si todos ellos fueran lo mismo, provinieran del mismo punto espacio temporal?.
Apareció entonces el planeta “Marduk” donde, según algunos defensores de esta idea, iríamos a parar después de muertos. De forma tal que nuestros finados de hoy son los extraterrestres de mañana. Fantástica posibilidad. Claro que da pie a urticantes interrogantes. Por ejemplo: si todo esto abona la presunción que los “EBEs” son en realidad seres de otro plano, por consiguiente inasibles para nosotros, pura energía, ¿a qué vienen?. ¿En misión de paz y conocimiento, o con fines más peligrosos?.
¿Cuáles?. Pienso en cierta forma de “vampirismo pasíquico”. Pienso como decía Charles Fort: “… la Tierra es un terreno de nadie. Somos bienes muebles, ganado, donde ciertas Fuerzas combaten como el granjero protege a sus ovejas. ¿Y acaso las ovejas saben cuándo y cómo van al matadero?”.
Esto, sin duda, será execrado por todos los contactados y todos los abducidos. Es doloroso haberse sentido en cierta forma “elegido” y caer en la cuenta que en realidad uno ha sido manipulado con fines perversos (quién podría por ejemplo discutir que yo mismo, en este momento, estoy siendo manipulado para escribir estas líneas), pero debemos tener el coraje de evaluar sin cortapisas esta posibilidad.
Qué mejor que crear sectas, movimientos, lugares supuestamente “favorables” para concentraciones masivas de personas emocionalmente expectantes, provocar alteraciones emocionales en los fieles –el juego de “información – desinformación” de que son víctimas los contactados, como ya hemos visto- para poder alimentarse de estas “descargas psíquicas”. Si nosotros, seres materiales, nos alimentamos de materia, un ser “espiritual” o “energético”…¿de qué creen ustedes que se alimentará?.
También es posible que el “contactismo” sirva para conseguir nuevos cuerpos, si los “extraterrestres” no son materiales. ¿El fanatismo de ciertas sectas no será porque en realidad sus integrantes están “poseídos”?. Deberíamos encarar un estudio comparativo entre los casos de “obsesión” y “posesión” analizados en Parapsicología junto a contactos, abducidos y “ovnilatras”: estoy seguro que nos depararía grandes sorpresas.