Sangre humana, silencio reptiliano

Sangre humana, silencio reptiliano

La muerte

Dicen que el antiguo capataz estaba celoso porque el forastero llegado de la gran ciudad entre gallos y medianoche le había arrebatado el empleo. Y algo más, también. Cuestión de polleras, dicen; el tipo tenía fama de mujeriego y pese a haber llegado a esa estancia en la provincia de San Luis con esposa e hijita, parecía haber tenido en algún fugaz viaje anterior, alguna excesiva cortesía con la muy joven mujer del capataz. Dicen también, por supuesto, que este último fue el idiota útil al que costó poco motivar para desembarazarse de un investigador molesto. Pero dicen tantas cosas…
Lo único cierto es que todo terminó con el brillo de relámpago de un facón hiriendo la mañana al hundirse en la carne. El cosmopolita cayó, paralizado más por la sorpresa que por el dolor, los dedos hincados en la tierra, ahora roja, que pensó fecundar con su sudor y no con su sangre. Daba bronca morir. Morir así, con ese sol…

fuentealbaEl muerto se llamaba Fuentealba. Eduardo Fuentealba. Estaba vinculado a grupos paramilitares, a espacios radiales nocturnos, a investigaciones sobre OVNIs y a umbrosas relaciones políticas. Básicamente, fue un ex agente de la SI (Secretaría de Inteligencia, ex SIDE, el servicio de inteligencia del Estado argentino), posiblemente apenas un “informante” (agente civil adscripto a recabar información) devenido luego en periodista radiofónico especializado en OVNIs. Mudándose constantemente —vivió en los alrededores de Buenos Aires, en Lago Puelo (Chubut), en Córdoba, en Santa Fe y finalmente en San Luis, donde murió asesinado—, genera y consume alimento conspiranoico. Los allegados a SEPRIN (“Servicio Privado de Información”, ex agentes de la SI, policías en actividad o retirados) lo reconocían también como una fuente de noticias. Sostenía que el idílico poblado de Lago Pueloen Chubut, tenía “la mayor densidad de sectas satánicas” del país, y señala las correspondencias con la localidad de El Bolsón (paraíso de “hippies”) y Las Lajas (¡años antes que en esta localidad surgiera la agrupación sectaria de abuso infantil conocida como “La Familia”!). Junto a Fernando López Diu (su mano derecha tanto investigativa como laboral, pues lo seguía por toda la geografía) propaló (sin presentar evidencias) que en el paraje Lelequé (a setenta kilómetros de aquél pueblo, sobre la ruta a Esquel) existía una zona rica en uranio en terrenos controlados por la Comisión Nacional de Energía Atómica con el concurso de “marines” y comandos israelíes y británicos, bajo la asistencia técnica del complejo industrial argentino Pérez Companc, pues tanto allí como en las zonas conocidas como “La Pampa de Doña” y Paso del Sapo se habrían producido caídas de OVNIs, quizás procedentes de bases subterráneas bajo el cerro Tres Picos y la Roca del Tiempo (parece que no omitió ningún ingrediente).

Empero, citaba eventuales testigos de sus dichos que podrían ser rastreados: un “doctor Benzano” y el guardaparques Oscar González, quienes no sólo ratificaban las leyendas sobre los “enanos malditos” que corren por el valle del Río Turbio sino que testificarían, junto con una “familia Vigueiras”, la presencia de “macrocéfalos asesinos” en la zona. Acusaba al conocido y ya fenecido Pedro Romaniuk de haber fungido como agente de la CIA y testaferro en el lavado de dinero procedente de estupefacientes. La acusación era directa: los viajes al exterior de don Pedro, sus emprendimientos inmobiliarios, la edición de sus libros (es sabido que la “Editorial Lanín” que siempre lo prohijó, es ficticia y escondía las “ediciones de autor”. A propósito, Lanín es el nombre de un conocido volcán de la región y, por lo tanto, no ajeno a esta área de andanzas de Fuentealba y, según éste, Romaniuk también). Volveremos luego a considerar en detalle una interesante observación de Fuentealba en este contexto.

Sostenía que en los años 1991 y 1992 estuvo investigando exhaustivamente los fenómenos OVNI en Victoria (Entre Ríos). Como es éste un tema que conozco en profundidad, me consta de sus afirmaciones que conocía en detalle la zona. Claro que de allí a avalar sus desaforadas pretensiones hay un paso que no daré. Empero, escuchemos sus argumentos:
– En instancias previas a sus investigaciones en Victoria, habría tomado contacto con el Ministerio del Interior (del que dependen varias fuerzas de seguridad, así como la citada SI) pero este contacto con ex camaradas sólo habría servido para que los sabuesos se pusieran tras sus pasos, incluso —dice— “poniendo en peligro su vida”.
– Aseguraba que en la zona operarían “dracos” (extraterrestres reptiloides de muy mal genio), que muchos monjes benedictinos de la famosa abadía de la zona serían en realidad “marines” y agentes encubiertos de la CIA y el NSA apostados allí para custodiar y vigilar al mismo tiempo un intrincado e ignoto laberinto de pasadizos subterráneos sobre la vertical de los cuales se encontraría el edificio religioso construido —según sus decires— como búnker de guardianes de un lovecraftiano umbral.
– Y en cuanto a mundos subterráneos en Victoria no se detenía allí, pues señalaba explícitamente a las investigadoras locales Silvia y Andrea Simondini como cabales conocedoras de “cuevas y oquedades” que pulularían por allí.[1] No se amilanaba e iba por más: sostenía que el CITEFA (Centro de Investigaciones Técnicas de las Fuerzas Armadas) estaba particularmente interesado en tales hipotéticas cavernas y aquí, sin quizás saberlo, ponía al descubierto otra interesante circunstancia sobre la que volveremos después.
En síntesis, y pese a ser un “anticontactista” que ridiculizaba y menospreciaba a los “devotos de los hermanos cósmicos”, Fuentealba dibujó una clara antinomia: Victoria, foco de extraterrestres “negativos”, en oposición a un cerro Uritorco pletórico de “salvadores de las estrellas”.
Cuando se escuchan las pocas grabaciones que Fuentealba dejó sobre sus andanzas, se tiene la clara impresión, ante el lenguaje liviano y casi distraído que, por respetar un buen argentinismo, el susodicho “se está mandando la parte” (que es como decir exagerar y quizás mentir con tal de resultar llamativo). Noches insomnes entre arbustos espinosos para terminar escapando (sin llegar antes a nada concluyente) instantes antes que los reflectores fisgones pasen por sobre el punto donde EF y su fiel amigo Toro, perdón, López Diu, habíanse arrastrado tiene demasiado tufillo a Expedientes X. Que sepamos, Fuentealba prometió fotografías, videos y otras “pruebas” que no nos consta que existan. Pero también, como dije, sentó observaciones interesantes que merecerían ser consideradas. Por ejemplo, ¿son fruto de su imaginación sus épicos relatos, especialmente los referidos a su etapa sureña?. ¿O hay en ellos algún viso de verosimilitud?. Asimismo, ¿hizo acusaciones temerarias e infundadas o accedió a información privilegiada?.

OVNIs y lavado de dinero

Fue dicho: Fuentealba fue el primero en argüir que los grupos “contactistas” podrían estar lavando dinero procedente del narcotráfico. Acusó de ello abiertamente a Romaniuk, y va de suyo que no nos consta en absoluto (aunque cierto es que nunca nos quedó en claro de qué vivió don Pedro a lo largo de toda su vida, y eso que le conocí personalmente desde mis ya lejanos quince años de mozalbete). Así que salteemos esta anécdota y veamos cómo se construye esta hipótesis que hoy, sin la audacia de EF pero con algo más de información técnica, nosotros también sospechamos.
Como sabemos, el método más sencillo de lavado de dinero es éste: contando con una suma X que deseamos “blanquear” (es decir, ingresar al circuito financiero legal), se selecciona a un testaferro A. Éste (entre otras cosas, sin antecedentes negativos comerciales o penales) abre uno o varios comercios, empresas, etc. Su ganancia estará en la propiedad de mercaderías, bienes y útiles, vehículos, maquinarias, luego propiedades, y las ventas o facturaciones reales, que esos emprendimientos produzcan. Hasta allí, todo bien. Pero el punto es que se “inflan” exageradamente (y ficticiamente) esas facturaciones y ventas, en número y concepto. Así, B o C, “socios capitalistas” de estos negocios “lícitos” reciben como “liquidación societaria” la parte que les corresponde de esas irreales ganancias para invertir en inmuebles, otras actividades, etc., y que no es más que su propio dinero original que regresa así al mercado totalmente “limpio”.
Pero las mascaradas comerciales pueden ser auditadas, vigiladas, inspeccionadas. Un juez puede ordenar el control de clientes que ingresen a un comercio, sus boletas o facturas, recibos. Pero con las “fundaciones”, las “asociaciones civiles sin fines de lucro” y los “cultos” ello no pasa. Son perfectos, merced a un recurso lícito y constitucional: las donaciones voluntarias y anónimas.
En efecto, ¿quién puede cuestionar a un pastor que asegura haber abierto la alcancía dominical en busca del modesto óbolo que asegurara el sustento para encontrarse con un sobre con miles de dólares?. Milagro del Señor, seguro. ¿De qué puede acusarse al gurú que recibe en su cuenta bancaria centenares de modestas transferencias procedentes de las Islas Salomón, algún banco perdido en Kamchatka o Macao?. ¿No es acaso prueba contumaz de la intervención de algún Maestro Ascendido que llegue al ashram en Navidad una encomienda de remitente anónimo con un lingote de oro?. A fin de cuentas, el Universo siempre provee…
Si respeta los estatutos y rinde sus cuentas anualmente (sin siquiera tributar al fisco, pues en casi todos los países del mundo las instituciones mencionadas están exentas), como es lógico, ningún magistrado, ningún comisionado de policía ni autoridad política alguna puede ordenarle a un líder espiritual, Consejo Directivo de fundación o asociación civil en qué invertir el dinero recaudado en donaciones. Y allí, el círculo perfecto termina por cerrarse.

Victoria, y ¿túneles?

Como dijimos, EF contó una historia con ribetes novelescos sobre sus aventuras en Victoria. Pero llama la atención (por lo menos, la nuestra) en algo. Sin dar nombres personales, relata que miembros del ya citado CITEFA anduvieron por allí. Y a estar de sus decires, éstos estaban más interesados en los hipotéticos “túneles” antes que en los OVNIs mismos. Bien, ¿qué es lo llamativo?. Que poco tiempo antes en el seno de esa institución se había creado una Comisión de Investigaciones OVNI. Y para la implementación de la misma (y, literalmente, casi para su conducción) se convoca, no a un reconocido ovnílogo, no a un experimentado aviador, no a un académico, sino a Julio Goyén Aguado, el más reconocido espeleólogo de la Argentina.
Como se sabe, la Espeleología investiga cavernas. No OVNIs. Y Goyén Aguado no había tenido hasta entonces más experiencia como ovnílogo —aunque algunos colegas traten de reunir argumentos arrastrados por los cabellos— que la de un servidor con moscas y mosquitos: el hecho de exterminarlos en mi hogar cada verano no me hace entomólogo. Algún día, espero, podré dar por cumplido un pacto de honor que tengo con terceros y hablar libremente de muchos aspectos extraños en la vida de Goyén, pero ciertamente no será el campo de los OVNIs uno de esos aspectos.
¿Qué podría, entonces, estar haciendo un espeleólogo al frente de una comisión cívico-militar de ovnilogía?. ¿Tenía relación con ese interés del CITEFA con los “túneles” de Victoria (o de tantos otros lugares)?.
La muerte de Eduardo Fuentealba hasta dio inicio a una acotada pero macabra leyenda: la de la maldición que cae sobre quienes husmean demasiado en Victoria. Porque poco tiempo antes, otro conspiranoico, Guillermo Romeu, ex pastor pentecostal y factótum del grupo Radar Uno (que con vestimenta paramilitar y discreto armamento andaban por aquella localidad entrerriana a la caza de “grises”, una oscura réplica de las milicias WASP[2] de todo Estados Unidos), vestidoRomeu-Guillermo íntegramente de fajina y con su pistola al cinto, se hizo presente en el cumpleaños de un familiar, gallardamente se cuadró y se descerrajó un tiro en la sien.

[1] Pero las mismas y a través de distintos medios, no sólo han desmentido esto, sino que afirman haber tratado de seguir la pista de las investigaciones de EF para sólo hallar improbabilidades y mentiras.
[2] Sigla de White Anglosaxon and Protestant: blanco, anglosajón y protestante, que señala a la clase fundadora del país y por ende la élite.

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