El portal de Montserrat

El portal de Montserrat

Es una obviedad referir que se han escrito tantos artículos, libros, filmado tantas horas de documentales, posteado en las redes sociales tanto material sobre el macizo de Montserrat, los “milagros” de su Virgen –allí hallada, patrona de Cataluña, conocida como “La Moreneta”– su monasterio benedictino, las citas multitudinarias para “contactos OVNI”, las historias sobre extrañas desapariciones, que ya parece innecesario regresar sobre el particular. Ni tan siquiera a título de reseña: las virtudes de San Google hace que hoy, -salvo que se sea un perezoso irredimible-  cualquiera que se declare desconocedor de la cuestión accede en minutos –qué digo: segundos- a un panorama variopinto sobre la cuestión.

Con el amigo Josep González, reconocimiendo rutas en la montaña.

De manera tal que estas líneas no implican “descubrimientos” ni “revelaciones”, ni tan siquiera, “conclusiones”. Tan solo (¿tan solo?) aportar algunas reflexiones y unos pocos datos desconocidos por la gran mayoría para poner en otro contexto nuestra mirada sobre el lugar, todo ello a partir de lo que fuera mi primera visita al lugar, hace apenas unas semanas gracias a la compañía entusiasta de mis amigos Adriana Peralta Pedeferri y Josep González.

No discutiré el hecho irrefutable que en una mera visita no puede hacerse una investigación en toda la regla. Pero defenderé el argumento que he presentado en otras ocasiones referentes a otras latitudes: una visita es poco más que una inspección “de visu”, un relevamiento ocular, pero de gran utilidad cuando quien lo hace ha leído –y meditado- mucho sobre el punto, pues permite poner en contexto aquella información previa, cruzar datos con la realidad tangible, ubicarse en espacio y hasta en el tiempo.

En el monasterio.

Por ejemplo y hablando de cruzar datos, uno que recogí en Italia. Ya comenté que es un dicho común en los pasillos del Vaticano aquello de “nunca se sabe lo que piensa un Jesuita”. De los Benedictinos se dice otra cosa: que son los guardianes de las entradas al Infierno. De ello, como del infierno en sí, cada uno creerá lo que quiera: otra dimensión adquiere la historia si reemplazo la expresión “infierno” por “portal dimensional”. Y como sobre “portales”mucho hemos investigado y escrito en nuestro blog, creemos disponer de algún conocimiento sobre el tema que aportar.

Así, déjeseme señalar que, teniendo en mente esa asignación de tareas, es interesante que cuando menos tres monasterios de la orden de San Benito (a quien, como sabemos, se le atribuye la “medalla” empleada, precisamente, para protegerse de entidades negativas) aparecen vinculadas a “enclaves mágicos”: éste de Montserrat, el “fundacional” de Montecassino, en Italia, y el de Victoria, en Entre Ríos.

De la medalla

Medalla de San Benito.

Simplemente porque he hecho referencia a ella, quisiera ampliar un poco la información. Por ejemplo, sobre el significado de la misma. ¿Conoces el significado de las letras que figuran en la Medalla de San Benito?.

El reverso muestra la cruz de san Benito con las letras:

Crux Sancti Patris Benedicti (C.S.P.B.): que en castellano es: Cruz del Santo Padre Benito

Crux Sancta Sit Mihi Lux (C.S.S.M.L.): «La santa Cruz sea mi luz» (crucero vertical de la cruz)

Non Draco Sit Mihi Dux (N.D.S.M.D.): «No sea el dragón mi guia» (dux = duque = Señor (en un sentido feudal), en clara analogía al Señor Celeste, Dios mismo).» (crucero horizontal)

En círculo, comenzando por arriba hacia la derecha:

Vade Retro Satana! (V.R.S.): «¡Retrocede, Satanás!» (Vade =Ir ; Retro= Atrás)

Nunquam (algunos dicen que es «Non»)

Suade Mihi Vana! (N.S.M.V.): «Malo es lo que me ofreces»

Sunt Mala Quae Libas (S.M.Q.L.): «Venenosa es tu carnada»

Ipse Venena bibas (I.V.B.): «Trágate tu veneno»

PAX: «Paz».

Se le adjudica –sin mayores evidencias- a Benito de Nursia (480-547) fundador de la Orden Benedictina.

De los monasterios

Durante una visita a Italia, al pie de la abadía de Montecassino.

Cité tres en el contexto de este artículo. Uno de ellos, el de Montecassino. De él, podemos señalar dos referencias interesantes. Una, que se le atribuye haber sido, cuando menos durante un breve período de pocos años, el lugar donde estuvo a buen resguardo el mítico Santo Grial. Y la segunda –con un eco de esta primera referencia- es el empecinamiento de los Aliados, a fines de la IIº Guerra Mundial, en destruirlo con un bombardeo que lo arrasó hasta los cimientos, pese a considerársele de poca importancia estratégica y sin ninguna evidencia confiable de que –como se rumoreaba- guardara arsenales nazis tras la retirada de éstos. He estado al pie del monte; ciertamente sí me pareció estratégico (en mi fugaz visita imaginé baterías de cañones en un emplazamiento que domina la carretera Nápoles – Roma) pero que setenta y dos años después de los hechos a mí, un lego, me lo pareciera no significa que lo hubiera sido. No deja de tener un cierto color que quienes se preocuparon en poner a resguardo los tesoros históricos, culturales, artísticos que allí había no fueran los Aliados, previo a su ataque, sino los nazis: en efecto, debido al ingente esfuerzo del teniente Julius Schlegel y el capitán Maximilian Becker, ambos pertenecientes a la División Hermann Göring, casi horas antes del ataque final el 15 de febrero de 1944. Y digo que es sugestivo pues me lleva a preguntarme si esa preocupación no era una máscara para ocultar el verdadero interés: el Santo Grial. Claro que, para entonces y según relata entre otros el ya fallecido esoterista uruguayo Julio César Stellardo, el mismo habría sido llevado a Montevideo unos meses antes y ocultado en el extraño y bizarro “castillo” del ingeniero Humberto Pittamiglio, discípulo del genial Francisco Piria. No olvidemos, en esta línea de razonamiento que los nazis ya habían andado allá por el 23 de octubre de 1940, con Himmler a la cabeza., en el monasterio de Montserrat. Previsiblemente, buscando el Grial para la Ahnenerbe. Previsiblemente también, nada encontraron.

Pero para vincularle con el misterio hay otras aristas. Como las afirmaciones de Eduardo Fuentealba, un malogrado 

investigador ufológico que sostenía que los monjes de la Abadía del Niño Dios eran –cuando menos algunos- agentes disimulados que custodiaban “túneles” que daban acceso a lo que habría sido alguna vez una base de “dracos”, es decir de reptilianos. Sugiero, si les interesa esta línea, remitirse al artículo cuyo enlace incluyo aquí. Pero a quienes no quieran perderse en la marisma de estas especulaciones, transcribo sólo un párrafo de aquél con referencia a esos comentarios de Fuentealba:

(…) Como dijimos,  contó una historia con ribetes novelescos sobre sus aventuras en Victoria. Pero llama la atención (por lo menos, la nuestra) en algo. Sin dar nombres personales, relata que miembros del ya citado CITEFA anduvieron por allí. Y a estar de sus decires, éstos estaban más interesados en los hipotéticos “túneles” antes que en los OVNIs mismos. Bien, ¿qué es lo llamativo?. Que poco tiempo antes en el seno de esa institución se había creado una Comisión de Investigaciones OVNI. Y para la implementación de la misma (y, literalmente, casi para su conducción) se convoca, no a un reconocido ovnílogo, no a un experimentado aviador, no a un académico, sino a Julio Goyén Aguado, el más reconocido espeleólogo de la Argentina. Como se sabe, la Espeleología investiga cavernas. No OVNIs. Y Goyén Aguado no había tenido hasta entonces más experiencia como ovnílogo —aunque algunos colegas traten de reunir argumentos arrastrados por los cabellos— que la de un servidor con moscas y mosquitos: el hecho de exterminarlos en mi hogar cada verano no me hace entomólogo. Algún día, espero, podré dar por cumplido un pacto de honor que tengo con terceros y hablar libremente de muchos aspectos extraños en la vida de Goyén, pero ciertamente no será el campo de los OVNIs uno de esos aspectos.” (…) “¿Qué podría, entonces, estar haciendo un espeleólogo al frente de una comisión cívico-militar de ovnilogía?. ¿Tenía relación con ese interés del CITEFA con los “túneles” de Victoria (o de tantos otros lugares)?. La muerte de Eduardo Fuentealba hasta dio inicio a una acotada pero macabra leyenda: la de la maldición que cae sobre quienes husmean demasiado en Victoria. Porque poco tiempo antes, otro conspiranoico, Guillermo Romeu, ex pastor pentecostal y factótum del grupo Radar Uno (que con vestimenta paramilitar y discreto armamento andaban por aquella localidad entrerriana a la caza de “grises”, una oscura réplica de las milicias WASP de todo Estados Unidos), vestido íntegramente de fajina y con su pistola al cinto, se hizo presente en el cumpleaños de un familiar, gallardamente se cuadró y se descerrajó un tiro en la sien.”

Se comprenderá mejor el punto al que quiero llegar si resumo lo que es mi percepción panorámica: sostengo que la Iglesia Católica en general y el Vaticano en particular incluyen numerosas “capas de cebolla” en su organización, conducción y áreas de influencia, muchas de las cuales son un recurso de supervivencia histórico, por sobre las ideologías, los Estados, las creencias dominantes de cada época, útil a organizaciones herméticas, esotéricas, que existen centenariamente en su seno, como planteaba en este trabajo. Organizaciones que resultan “socialmente digeribles” al enmascarar como “creencias espirituales” sus operaciones vinculadas a planos de la Realidad que colapsarían el equilibrio mental de generaciones.

En “Ovnis e Iglesia Católica” abundé también en un tópico en el que no me repetiré aquí. Pero regresemos a Montserrat… Es ocasión de recordar que todo comienza con  hallazgo, alrededor del año 600 DC, de una imagen (sino “la” imagen misma, de La Moreneta). Citemos que ya en el 888 el conde Wifredo de Barcelona hace una importante donación a la “ecclesiae” de Montserrat, presumiblemente la que es hoy ermita de Santa María a la que se estima de tiempos visigóticos, es decir, anteriores al año 711, cuando la llegada de los musulmanes. Por eso es errada la “historia oficial” que dice que el hallazgo es del 888, cuando el obispo de Manresa trata de hacerla trasladar al pueblo pero, pese a su pequeño tamaño y siendo de madera de álamo, parece adquirir un peso inusitado por lo que se interpreta como un deseo de la Virgen de permanecer en ese lugar. Es muy posible (a tenor de las sucesivas “restauraciones”que ha sufrido la imagen) que la original fuera una representación de Isis con el niño Horus, iconografía que subyace detrás de todas las “vírgenes negras” (diferenciadas no sólo por el color de su tez sino por la posición hierática y mayestática tanto de la dama como del niño), llevada y entronizada en el lugar por algún cantón de soldados romanos (que, como es sabido, fueron muy afectos al culto de Isis tanto como al de Mitra).

En cuanto a la elección del lugar, es cierto que pudo haber sido por la admiración que produce la belleza del lugar, pero también por saberle un punto de “ventana” en el contexto más ufológico de la expresión. Ello sería consistente con tanta observación de OVNI en siglos posteriores. Y, maravillosamente, con la historia que expondremos a continuación. Los “niños verdes” de Collbató  Montserrat está plagado de historias, difícilmente comprobables, de personas que literalmente desaparecieron e, incluso, algunas reaparecieron…. Décadas después de su desaparición. Pero la historia que realmente me dejó conmocionado –y ameritará una segunda y profunda investigación “in situ”- es la de los “niños verdes de Collbató”.

“Los niños verdes de Banjos” –me corregirá algún lector- “No. Los niños verdes de Woolpit” –le corregirá, a su vez, otro. Y los tres –ellos y yo- tendríamos razón. Brevemente, la historia es esta: en las afueras del pueblo se siente un fuerte trueno y hay como un relámpago a nivel del suelo. Cuando los aldeanos llegan al lugar encuentran a dos niños, un varón de unos seis o siete años, una niña de unos diez, vestidos con extraños pero burdos ropajes y de piel sugestivamente verdosa.

En Woolpit aún se recuerda la historia d elos «niños verdes»…

Ninguno de ellos entiende lo que les dicen ni pueden dar mejores señas de su origen, pero ante su desasosiego son llevados a casa de familiares del sacerdote local, donde rechazan todo tipo de alimentos hasta que en presencia de judías verdes se abalanzan con desesperación sobre ellas. Desde entonces, se observaría que sólo parecen comer legumbres y hortalizas de ese color. Pocas semanas después el niño fallece. La niña, sin embargo, logra adaptarse y es adoptada por la familia. Va aprendiendo el idioma y cuenta entonces que provenían de una tierra donde nunca se ponía el sol, a la que llama “la tierra de San Martín”. Cierto día, buscando unos animales de su padre, penetraron en una cueva, fueron víctimas del relámpago y aparecieron donde los aldeanos les hallaron. Años después, la joven contrae matrimonio con un trabajador local y a edad madura, fallece en el pueblo, siendo sepultada en el cementerio local. Durante décadas, la historia fue repetida ubicándola en un improbable poblado español llamado “Banjos”. Dado que no hay ningún pueblo con ese nombre en la piel de toro, los escépticos refutadotes de siempre concluyeron que la historia era todo un invento. Faltó un poco de investigación historiográfica para descubrir que el origen de la misma se ubica en un poblado británico y en época medieval; Woolpit. La historia es narrada en dos obras: Historia rerum Anglicarum (del año 1189), de William de Newburgh, y Chronicum Anglicanum (de 1220), de Ralph de Coggeshall. William Camden, en su Britannia de 1586 cita también el suceso,​ al igual que Francis Godwin en su novela The Man in the Moone de 1638. Así que hasta aquí, parecía sencillo: las historia es real –cuando menos, en el ideario colectivo- ocurriò en Inglaterra en la Edad Media y vaya a saberse en qué circunstancias se la traslada a España, en una localidad inexistente. Pero para mí el sobresalto llegó cuando, en viaje a Montserrat, mi amigo Josep, contándome historias del lugar se detiene a hablar de Collbató, un pequeñísimo pueblo de menos de cinco mil habitantes al pie mismo de la serranía. Y mientras rodábamos por la carretera me relata la historia de dos niños de piel verde, hallados en el campo luego de un relámpago, que no hablaban ni comprendían la lengua local, que sólo comían… ya saben como sigue. Con sorpresa exclamé: “¡Pero ésa es la historia de los niños de Banjos!”. Josep me miró con extrañeza y evidente desconocimiento de lo que decía. Nunca había oído hablar de Banjos ni de Woolpit. Y profundizando, vengo a encontrar que en Collbató la historia es recordada como ocurrida en tiempos no tan lejanos, al punto que la joven estaría sepultada en el cementerio de Manresa. ¿Estamos hablando de la misma historia?. Pero, ¿cómo se “traslada” a Collbató cuando por allí nadie, hasta donde sé, oyó hablar de Woolpit?. Hasta la misma versión de “Banjos” está abandonada hace años entre los interesados más informados en estos temas. Empero, googleando, vengo a descubrir que algunas fuentes ubican a “Banjos” en la provincia de Barcelona (donde, obviamente, se encuentra Collbató) de manera que, ignoro porqué misterios de la fonética, “Banjos” resulta ser… Collbató. La concreta, documentada y remota historicidad de la historia sita en Woolpit le sindica la paternidad y siendo la que se comenta en Banjos (perdón, Collbató) tan idéntica, es dudoso que se trate de dos casos diferentes.

Todo sugiere que por alguna extraña razón el relato británico se traslada y ambienta al pie de Montserrat. Pero, ¿porqué y por quiénes?. Eso es lo que me resta por investigar. Uno más de los apasionantes enigmas de esta montaña.

¿La basílica esconde un portal?

Mis lectores “históricos” conocen mi afición por la Radiestesia. Ello significa que ande por el mundo cargando mis péndulos, varillas radiestésicas, “dualrods” y aurámetros, efectuando mediciones de este tenor allí donde las historias –o la experiencia- me sugieren que puede obtenerse algún registro interesante. Y eso hice en Montserrat; por consejo de mi amiga Adriana, más precisamente en la basílica. Como quedó documentado, todo parece “normal” hasta que llegamos al extraño diseño del atrio que antecede al ingreso a la basílica; un círculo sin simbología cristiana alguna y con fuerte olor a paganismo: todo él está cubierto de ilustraciones sobre la fauna marina. Es de 1952 e imita fielmente al que hizo Miguel Ángel en el Campidoglio de Roma. Hermoso seguramente…. Pero muy poco “cristiano”, aunque la frase en latín, a su alrededor, remita al Bautismo y a la Virgen. Lo único que tengo para decir es una sensación.

Como tal, seguramente fruto de mi fértil imaginación y mis variopintas lecturas y, como tal, intransferible y subjetiva. Pero observándole, sentí un escalofrío “lovecraftiano”. No pude evitar pensar en Dagon, Chtulhu y la ciudad de R’yleh… El hecho es que allí, y como es posible observar en videos tomados informalmente, el péndulo registra una actividad inusitada. Para quien conozca de Radiestesia diré que mi “convención mental” en el momento tuvo dos etapas. Una, preguntar si había algún comportamiento energético anómalo en el sitio. Respuesta positiva. Luego, si ese comportamiento era positivo o negativo. Respuesta: positivo. Lo que por un lado refuerza la presunción que algunos monasterios benedictinos son verdaderos “controles de acceso” a puntos energéticos (¿portales?) pero no necesariamente por ello infernales…

El lugar y el momento no permitía evaluaciones más extensas. En puridad, no fui preparado para ello; sé que en un futuro no muy lejano podré volver a hacerlo con más detenimiento y comodidad: el monasterio renta habitaciones para las personas que deseen hacer un retiro de unos días en el lugar y ello me dará oportunidad tanto para regresar, en soledad y silencio, a trabajar en el punto como así también poder hacer una “vigilia OVNI” más objetiva y menos multitudinaria de las que todos los días 11, de cada mes, se dan cita en el lugar. Así como aprovechar esos días para recorrer todos los senderos posibles en la montaña (en la ocasión sólo realizamos el más extenso, el que lleva a la ermita de Sant Jeroni, la más elevada (a 1.100 metros sobre el nivel del mar). Inevitablemente, caro lector, habrá entonces cuando menos una natural continuación de este trabajo que tendrá la paciencia de aguardar.

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