De los OVNIs al chamanismo

De los OVNIs al chamanismo

Esta nota es de alguna manera una respuesta organizada a la pregunta coloquial, sorprendida y que sé bienintencionada de tanta gente, desde asistentes a mis charlas hasta periodistas en entrevistas radiales o televisivas. Y que podría resumirse en: “¿Cómo es que te dedicas, Gustavo, a tantos temas tan diferentes?”. No se me dice (entiendo que por discreta educación) que esa pregunta suele ir acompañada de la duda crítica que, entre “tantos temas”, alguno sea trabajado en adecuada profundidad. Por cierto, no es mi intención dar “explicaciones”, toda vez que es mi trabajo (bueno, malo, mediocre o distinto) el que habla por sí mismo y satisfacerá (o no) las expectativas de lectores, oyentes, alumnos o consultantes. De modo que si redacto estas líneas no es entonces con afán justificatorio sino para poner a disposición de ustedes una nueva dimensión, una perspectiva quizás poco común y un nuevo horizonte que motive reflexiones y descubrimientos. O, cuando menos, asistirles (como me gusta decir) si no en brindarles respuestas, por lo menos formular mejores preguntas. En principio, esas apreciaciones desde el “afuera” de mi historia parecerían correctas. Me inicié en estas disciplinas muy temprano y con un interés específico: la Ufología (u Ovnilogía, como le decimos por estos lares). Eran mis doce, trece años de edad. A los 14, fundaba mi primer grupo de “investigación”, CIROVNI “Canopus” (“Cirovni” por Centro de Investigaciones y Rastreo de Objetos Voladores No Identificados” y el nombre de la estrella pues…. Simplemente, porque me gustaba). Parece que desde entonces tenía habilidad para cuestiones de organización: en pocos meses contábamos con casi cincuenta “socios” (la enorme mayoría condiscípulos, parientes y amigos que aportaban una pequeña cuota societaria con la que comenzamos a editar nuestro boletín, un centenar de copias en “Offset”) y al año siguiente, dictaba mi primera conferencia pública, la primera de una serie de apariciones televisivas que en contado en otro lugar y a las 17, mi primer libro, “Naves extraterrestres Tripuladas”…. La mención no es ociosa: el título de ese primer engendro (no dudo en calificarlo así) traslucía claramente cuál era entonces mi absoluta convicción sobre naturaleza y origen de los OVNI. Empero y ya por ese entonces, cierta casuística no me “cerraba”; cada vez veía más acentuado ciertos matices “preternaturales” que no podía ignorar a menos que ignorara los casos en sí, lo que no me parecía muy ecuánime. Así que en 1976 comencé unos cursos regulares de Parapsicología. La formación marcadamente esotérica de uno de mis profesores de entonces me llevó a incursionar en el Hermetismo, historia de las religiones, orientalismo… y ya a partir de allí adivinarán ustedes cómo fueron imbricándose mis pasos. Esto no era casual. La cosmovisión que me brindaban esos aprendizajes y estudios me permitía observar al fenómeno OVNI como lo que estoy convencido que es: apenas el emergente fenomenológico de una Realidad alternativa mucho más amplia. Reducir todo a una cuestión de “tuercas y tornillos”, a cosmonautas provenientes de otros planetas que atraviesan decenas, si no miles de años luz para mutilar una res, reunir un poco de tierra o llevarse el pastel que un ama de casa dejó entibiándose en el alféizar de su ventana comenzó a parecerme una reducción simplista, una partición de la realidad con las anteojeras culturales de, entonces, el siglo XX y hoy el siglo XXI. Cuando leíamos descripción de “´ángeles” y “portentos divinos” de la Edad Media, razonábamos divertidos como su “ignorancia” le impedía, a los europeos de entonces, comprender que estaban ante “naves extraterrestres”. Creo que nuestros descendientes de dentro de quinientos años se sonreirán ante las explicaciones alienígenas que sus tatarabuelos de estos tiempos daban a los OVNI. No quiero ser redundante aquí. He escrito en muchas –quizás demasiadas- ocasiones que entiendo a los OVNI (o a las inteligencias que se mueven tras ellos) en unos pocos casos seguramente extraterrestres pero en una inmensa mayoría, definitivamente extradimensionales.  O, para ponerlo en términos más descriptivos, estoy convencido que la Realidad es mucho más amplia y extensa que lo que definimos como tal. Imagínense en el interior de su cuarto. Miran la ventana, y ven un sector del cielo, allá afuera. Dicen, desde su cómoda posición, “aquello es la Realidad”. Pero llego yo y les grito que se levanten de su poltrona, los arrastro y empujo hacia la ventana, les obligo a asomarse al vértigo del vacío… pero ahora ustedes miran hacia la derecha, la izquierda, arriba, abajo, y encuentran que la Realidad es mucho más extensa y casi infinita que lo que supusieron desde sus sillones. Encontraré, sin duda, varios que se resistirán, diciéndome que para qué molestarse si desde su lugar entienden perfectamente cómo es el “ahí fuera” y, además es cómodo. Pero otros se verán tentados a curiosear. Y algunos, quizás, a experimentar si no pueden salirse por la ventana y, con gran cuidado, caminar quizás hacia apartamentos contiguos por las cornisas. Ése es mi camino. Deambular por áreas aparentemente tan disímiles del Conocimiento reafirmar la intuición que todo e sun Todo, y que nada está separado. Así, la Parapsicología provee respuestas a ciertas “lagunas” en la casuística OVNI. El Orientalismo permite entender –pero, más fundamentalmente, aceptar- que ciertos “absurdos” del fenómeno OVNI no son tales sino expresiones de una Sabiduría trascendente. Y el Chamanismo (en puridad y en mi caso, la Toltequidad) experimentar estados modificados de consciencia y prácticas ancestrales que naturalizan ese conjunto de experiencias. Lo he escrito claramente: tras la práctica de temascales, aumenta probabilísticamente la circunstancia de ser testigo visual de apariciones de estos “objetos”. Y si no se trata de “ovnis” (como sustantivo sinonímico de “nave espacial”, serán “orbs” u “entidades”. Y antes que algún despistado (o malintencionado) adjudique al consumo de enteógenos –es decir, Plantas Maestras- las “visiones”, permítaseme señalar que en nuestro Linaje de Conocimiento, si bien se aceptan con respeto, no solamente no hacemos uso de ellas sino que esas “observaciones” son documentadas en video y fotografía. ¿Porqué la práctica ceremonial del Temazcal facilita el “contacto”?. Aquí, sólo puedo hasta ahora, suponer. Sospecho, intuyo, que los tan mentados “portales” (tentado estoy de decir, conditio sine qua non para las manifestaciones interdimensionales) son más psíquicos que espaciales y geográficos. Y que la práctica de esa ceremonia te pone en un estado de consciencia proclive, quizás, a los mismos (a quien le parezca una proposición exagerada, es que nunca ha participado en uno). Pero, claro, los “ufólogos serios”, esos que presumen de compartir congresos con militares dedicados a la investigación y tienen una relación prudente con académicos, desprecian estas “conjeturas”. ¡Si supieran ustedes las veces que he invitado a ufólogos “tradicionalistas” a participar de un temascal y después opinar!. Y el silencio ignorante (en el doble juego de la palabra) ha sido la respuesta. Haítos de estadísticas y gráficos computarizados, de análisis de muestras en laboratorios y fórmulas matemáticas (de todo lo que no descreo; mas prefiero contextualizar) continúan desconocedores del Gran Enigma –quizás al igual que uno mismo, después de todo- pero se han privado de vivenciarlo (que es lo que uno se ha permitido). Días atrás me preguntaba un hermanito de formaciones cómo miraba desde aquí y hoy todos esos otros caminos transitados. Y sonreí al decirle que nunca los había dejado de transitar. Por eso es tan difícil etiquetarme (gran defecto del “raciocinio” que para “entender” necesita “compartimentar”,creyendo que al ponerle una “etiqueta” a algo o alguien lo ha “comprendido”). ¿Qué soy?. ¿Ufólogo? ¿“Metaufólogo”? ¿Parapsicólogo? ¿Esoterista? ¿Chamán? ¿Importa eso?. Si les importa, llámenme como prefieran; me es indiferente, en el sentido más estrictamente etimológico de la palabra: no hace diferencia. Sea la opinión que fuere de ustedes sobre mí, esta “cosmopercepción” que me ha dado deambular por tantas áreas del conocimiento me ha permitido, como escribiera al comienzo del artículo, formularme mejores preguntas y me ha traído hasta aquí (cualesquiera que sea el lugar donde ustedes crean verme, para bien o mal). Imaginen un río. Un río que comienza en una cascada, donde el agua corre rápida y cristalina. Avanza por una llanura donde el curso se enlentece y enturbia, formando meandros y curvas. Y muere en un pantano, donde el agua es negra, barrosa, y queda inmóvil. Desde un avión, a vuelo de pájaro, ustedes podrían establecer tres grandes “diferencias” en el río: allá, es rápida y cristalina. Aqui abajo, lenta y turbia. Y allá, quieta y oscura. Pero… ¿podrían ustedes decir “dónde” termina un “tipo” de agua y comienza otra?. ¿Podrían decir que “hasta aquí” es rápida y cristalina y “desde aquí” es barrosa y lenta?. No, porque un metro curso arriba es un poco más transparente que aquí, pero aquí es aun un poco más rápida que un metro más abajo, y así sucesivamente. Pues la Realidad es este río. Y el fenómeno OVNI son aguas que corren por él que, dependiendo desde dónde las observamos parecerán unas u otras. Aparecerán voces críticas. Personas de buena intención que sostendrán que está “demostrado” que los reptilianos (y los pleyadianos, y los arcturianos, etc.) vienen en tal o cual circunstancia. Que los trabajos del doctor Conrado Malanga demuestran que las abducciones tiene por objeto robar nuestras almas. Que están hibridizándose con nosotros. Que las mutilaciones de ganado son para acopiar tejido celular conectivo. Que… Si piensan así, sólo señalan tres cosas:

  1. Ignoran lo que es el “sesgo de confirmación”
  2. Desconocen un verdaderamente amplio espectro de casuística OVNI –quizás como consecuencia de lo anterior-
  3. Hace poco tiempo que están en estos temas.
  • ¿Poco tiempo, Gustavo?. ¡Hace diez años que leo de esto!.

Niños… Cualquiera que sostenga su “universo OVNI” bajo el paradigma citado anteriormente… ¿sabrá que antes de los ’80 “no existían” los grises, ni los reptilianos, ni etc?. ¿Qué la “tipología aceptada” era de cuatro categorías: (a) enanos de cráneo voluminoso, tez verdosa, (b) “humanos” normales”, (c) “gigantes” arios de entre dos y dos metros y medio y (d) monstruos amorfos o “robots”?. ¿Sabrá que David Icke lanza su teoría de los reptilianos” en 1991, y que la serie “V, Invasión Extraterrestre” es de 1983?. En –Gran Bretaña jamás lo han tomado en serio, pues no puede decir en su fdefensa de la “teoría reptiliana” a posteriori de esa serie de ciencia ficción más que lo previsible: que la serie fue creada para “ir preparando” al público ante la presencia de nuestros escamosos visitantes. Sé que algunos lectores asentirán con la cabeza, convencido que es así. Pues demuéstrenlo. Ya que si su argumento será el de “no quedan pruebas pues el Poder/Illuminati las ha hecho desaparecer… ¿porqué hemos de aceptar lo que “podría ser” como “lo que es”, salvo que le demos el valor de “Revelación”?. ¿Conocerán, habrán leído los trabajos de Jacques Vallée, Antonio Ribera, Aimé Michel, Eduardo Buelta, Ignacio Rojas Darnaude, Ramón Navia-Osorio, Frank Edwards, Donald Keyhoe, Hillary Evans, David Tansley?. Seguramente no, porque son “pre Internet” y nunca fueron “youtubers”. Triste época del conocimiento y la investigación en temas de frontera cuando la valía de un “investigador” se mide por la cantidad de visitas que tiene su canal de YouTube… En mi caso no solamente han sido, hasta hoy, cuarenta y cinco años de investigación, de lecturas, de entrevistas (vaya “dejá vù”; mientras tipeo esta slíneas escucho “Viaje al centro de la Tierra”, de Rick Wakeman, y vuelve el “flashback2 a mi mente y corazón de verme con quince años, en el hogar familiar, aporreando las teclas de mi vetusta pero invencible máquina de escribir Briton de 1940, escuchando este mismo tema en un tocadiscos “Winco” a mi izquierda, junto a mi escritorio en mi cuarto adolescente, haciendo resúmenes de libros de ufología para compartir en reuniones de nuestro grupo o respondiendo la correspondencia –en tiempos de cartas escritas, franqueo postal, viajes hasta el Correo, esas cosas- que comenzaba a reunir en distintos países).  Ha sido, también y permítanme un momento de poca humildad, enfrentar los riesgos de dedicar mi vida a estos temas, por interés intelectual y como actividad profesional para así disponer del tiempo absoluto y completo dedicado a ello. No ha sido gratuito: he dejado jirones de mi vida afectiva por el camino. Pero tal decisión me dio las oportunidades de no quedar constreñido, precisamente por el escaso tiempo disponible, a una o dos “materias”: tuve toda la vida todo el tiempo de la mismo para leer, estudiar, viajar, indagar, experimentar en todos esos caminos a los que, como escribí, sigo y seguiré dedicándome. Y fue ése el Camino que, de los OVNIs, me trajera al Chamanismo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Categorías


Fechas


Connect With Us